martes, 27 de abril de 2021

Morir a la madrileña


                                                                                                                          George Grosz
 

Los cadáveres de ancianos contagiados de Covid 19, a los que una orden del gobierno de Isabel Ayuso denegó asistencia en los hospitales, se amontonaron durante días en las residencias. Madrid se encuentra a la cabeza de los fallecidos por la contaminación. Y ese Partido Popular, que se mofa de quienes aguardan ayuda en las colas del hambre, cierra la campaña de su candidata con un espectáculo de tortura y muerte animal. Tales son algunas formas de morir a la madrileña. 


Cada región, cada ciudad de España tiene sus peculiares idiotismos (RAE: Giro o expresión propios de una lengua que no se ajustan a las reglas gramaticales). Encontraremos un buen repertorio de los idiotismos madrileños en los diálogos del sainete lírico La Verbena de la Paloma, como la advertencia que la señá Rita le hace al celoso cajista: 'Julián, que tiés madre'. Aparte de idiotismos, en Madriz tenemos también un puñado de idiotas, entre ellos, los creadores del no por absurdo menos célebre eslogan con el que la candidata del Partido Popular concurre a las inmediatas elecciones regionales: libertad.

Libertad es una categoría vacía mientras no se delimita su alcance. Pues hasta los mayores opresores se permiten la desfachatez de usar la palabra libertad justo cuando la violentan. “España, una, grande y libre” fue la divisa de la dictadura franquista que privó de libertad a miles de españoles encerrándoles en la cárcel. En el peor de los casos, muchos de ellos acabaron su vida fusilados ante un paredón por mantener fidelidad a la causa republicana y a las libertades civiles.

La filosofía establece una clásica distinción cualitativa entre la libertad negativa —libertad "de"— y la libertad positiva —libertad "para"—. En su acepción negativa, libertad "de" significa negación de la dependencia respecto de algo, inmunidad frente a determinación exterior, o frente a la imposición desde fuera a hacer algo que coarta la propia espontaneidad. Por ejemplo, libertad de expresión equivale al derecho de manifestar, defender y propagar las opiniones propias, sin encontrar trabas.

En su acepción positiva, libertad "para" se refiere a la capacidad del individuo para hacer algo por sí mismo. Cuando se habla de políticas concretas, libertad debe ser algo más que una palabra mágica. Una sociedad solo podrá considerarse libre, cuando sea capaz de crear condiciones que aseguren libertad real a todos sus integrantes otorgando, por ejemplo, una renta básica universal que garantice las condiciones materiales de igualdad de oportunidades "para" hacer o dejar de hacer algo.

Freiheit, schöner Götterfunken (libertad, hermoso tesoro de los dioses) leemos en la Oda a la libertad (Au die Freiheit) de Friedrich Schiller. En boca de los poetas, la palabra libertad es capaz de suscitar profundas emociones. Sensibilidad del espíritu que desaparece en una nebulosa alcohólica cuando la encargada de responder a la crucial pregunta: libertad ¿para qué? es la candidata del Partido Popular (PP). Libertad para tomar cañas en los bares, concluye, definiendo desde su cosmovisión provinciana que ese es el eje en torno al cual gira la forma de "vivir a la madrileña".

Desde una perspectiva metafísica, vivir conduce a un final inexorable. Así lo expresan las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique (c. 1440-1479): Nuestras vidas son los ríos que / van a dar a la mar / que es el morir. Y puesto que hay que morir, lo deseable es hacerlo en paz, no de la tremenda  manera de irnos de este mundo que significa "morir a la madrileña" desatendidos por los sucesivos gobiernos del Partido Popular.

Morir a la madrileña en las residencias de ancianos 

Durante el periodo más álgido del contagio por el Covid19, millares de personas murieron en Madrid. La mayoría de ellos, personas de avanzada edad que, a mediados de marzo de 2020, quedaron atrapadas en las residencias sin recibir atención médica. Por supuesto que la pandemia pilló desprevenidos a todos los gobiernos mundiales. Al principio, todos tuvieron que improvisar medidas para hacerle frente. Pero el gobierno regional presidido por Isabel Ayuso tomó una de las medidas más crueles que cabría esperar hacia la gente más débil. Los responsables de Salud redactaron un protocolo de admisión en los hospitales en virtud del cual se negó el traslado a ellos de los ancianos residentes en geriátricos contagiados por el virus.[i]

Un protocolo que establece denegar la cama a quienes más riesgo de morir tienen, asignándola al paciente que más pueda beneficiarse del tratamiento, puede explicarse tal vez en una situación de guerra. Pero resulta moralmente inaceptable aplicarla en el seno de un país desarrollado. Estas personas vieron llegar el final de sus vidas en las más espeluznantes condiciones de soledad y desatención médica que se puedan imaginar. Cadáveres abandonados en las habitaciones es lo que encontraron los efectivos de la Unidad Militar de Emergencias cuando, por fin, lograron entrar a las residencias.

El idiotismo lingüístico se convierte en idiotez moral cuando, en pleno siglo XXI, la madre del cajista que invoca la señá Rita o don Rodrigo Manrique, el padre de las sentidas coplas que le dedica su hijo Jorge, habrían muerto de una forma sórdida. Abandonados en sus últimos estertores por la política dictada por los idiotas morales que tenían en ese momento el timón del gobierno de la Comunidad de Madrid.

Madrid, la ciudad europea con más muertes por contaminación de los coches

La contaminación ambiental del aire es una de las principales causas de morbilidad y mortalidad en todo el mundo. Un estudio de impacto en salud ha estimado la carga de mortalidad atribuible a la contaminación del aire en más de 1.000 ciudades europeas. La investigación, publicada en The Lancet Planetary Health, incluye un ranking de las ciudades europeas con mayor mortalidad atribuible a cada uno de los dos contaminantes del aire estudiados: partículas finas (PM2,5) y dióxido de nitrógeno (NO2). Por lo que respecta a este último factor, el área metropolitana de Madrid lidera el ranking de muertes evitables asociadas al NO2 entre las cerca de 1.000 ciudades estudiadas.

Sabedor de tal amenaza para la salud de la población, un gobernante responsable procuraría adoptar las medidas más adecuadas para reducir la mortalidad asociada a la contaminación. Pero un idiota moral lo que hace es dedicarse a sus cosas, que en el caso del PP suelen ser asuntos bastante turbios, como demuestra la experiencia. Desde el mismo momento de ser nombrado candidato a la Alcaldía de Madrid, José Luis Martínez-Almeida se ponía como prioridad terminar con la zona de bajas emisiones. "Lo primero, acabar con Madrid Central", dijo en una entrevista con El Independiente el 20 de enero de 2019. "Con Almeida, Madrid central se acaba el 26 de mayo", decían los carteles electorales con los que el PP empapeló por toda la ciudad. Una vez en la Alcaldía, los tribunales de justicia se encargaron de frustrar sus planes,

De nuevo, el discurso de los populares emplea la palabra libertad con una finalidad torticera: Almeida defendió que los madrileños tenían derecho "a circular con libertad" por la ciudad. Misión en la que fue respaldado por Díaz Ayuso, en cuya opinión, "los atascos a las tres de la mañana un sábado" en la capital le hacían ver a los madrileños que su ciudad era especial. "Era parte de la vida de Madrid".

Malvivir en las colas del hambre

La agencia de las Naciones Unidas que lidera el esfuerzo internacional para poner fin al hambre (FAO)[ii] define el hambre como "una sensación física incómoda o dolorosa, causada por un consumo insuficiente de energía alimentaria. Se vuelve crónica cuando la persona no consume una cantidad suficiente de calorías (energía alimentaria) de forma regular para llevar una vida normal, activa y saludable".

Hoy en día, se estima que casi 690 millones de personas pasan hambre en el mundo. En países los países extremadamente pobres, poblaciones enteras pueden verse sometidas a los estragos de la hambruna. Por contraste, en sociedades desarrolladas como la nuestra hay excedentes de alimentos, por lo tanto, nadie debería morir físicamente de hambre. Eso no significa que todas las personas que la habitan tengan la capacidad adquisitiva suficiente para conseguir alimentos. 

Las sucesivas crisis económicas provocadas por la locura financiera de 2008 y la actual pandemia, unidas a un insuficiente sistema de protección social, han situado a mucha gente en una situación límite. Gente abocada a implorar el auxilio de diversas organizaciones que, movidas por impulsos de orden caritativo o solidario, recolectan alimentos y los distribuyen entre los necesitados. Ante sus sedes aguardan los necesitados, dando lugar al fenómeno urbano de las colas del hambre que integran uno de los aspectos más desgarradores de la realidad madrileña.

Gracias a la distribución de alimentos básicos, la gente atendida por estas organizaciones no se muere literalmente de hambre, pero sufren lo que la FAO denomina inseguridad alimentaria. Es decir, la que padece una persona cuando carece de acceso regular a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para un crecimiento y desarrollo normales y para llevar una vida activa y saludable. Esto puede deberse a la falta de disponibilidad de alimentos y/o a la falta de recursos para obtenerlos.[iii]

Pues bien, estas personas que en situación de extrema necesidad e inseguridad alimentaria tienen que acudir a las colas del hambre reciben la calificación de "mantenidos subvencionados" por parte de la presidenta en funciones del gobierno de la Comunidad de Madrid. Según Ayuso, los candidatos de izquierda "Necesitan Madrid para seguir con su hoja de ruta que es romper España, dividirla territorialmente y crear ciudadanos de primera y de segunda. De segunda, los mantenidos subvencionados que ellos crean como las colas del hambre para que la gente dependa de ellos".

Resurrección del casticismo: Pan y toros

 […]desde hace tiempo, exactamente desde que no tenemos a quien vender el voto, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin, todo; ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y circo. Juvenal, Sátira X.

Con esta expresión, panem et circenses, pan y circo,se refiere el poeta romano Juvenal (60-128) a las distribuciones gratuitas de trigo (leyes Frumentaria y Congiaria) que, junto a los espectáculos del circo, se organizaban desde el poder para mantener distraída a la plebe de Roma. En España, la reacción absolutista de Fernando VII contra las reformas inspiradas en la Ilustración europea dio nuevo impulso a las corridas de toros, dando lugar a que los críticos con el casticismo embrutecedor del pueblo, parafraseando a Juvenal, acuñaran la expresión 'pan y toros' para describir la fiesta de los toros como una diversión que halaga las bajas pasiones del pueblo llano y amortigua los conflictos sociales.

Ahora, y con el dinero de todos los contribuyentes, la candidata del PP organiza una corrida de toros que tendrá lugar el 2 de mayo, fiesta oficial de la Comunidad. Cerrando así su campaña con un broche casticista que deja por los suelos su concepto de libertad. "Donde hay toros, hay libertad, ha declarado".  

En Madrid, mientras el gobierno regional del PP, el partido más corrupto de actual escenario político de España, niega el pan a la gente obligada a pedirlo en las colas del hambre, su candidata a renovar el mandato alienta la muerte y tortura animal para excitar las más bajas pasiones de sus seguidores.

Toros de lidia, corolario de lo que significa morir a la madrileña. 




[i]  Siete de cada diez muertes de mayores de residencias de Madrid en la primera ola de coronavirus se produjeron dentro de los geriátricos, donde en muchos casos no había medios para curarles ni las condiciones dignas para que tuvieran una buena muerte. Son datos de la propia Comunidad de Madrid y contradicen la cifra que ha repetido durante la campaña del 4-M la presidenta, Isabel Díaz Ayuso, según la cual siete de cada diez mayores de residencias murieron en hospitales. Realmente fue a la inversa. Murieron 11.389 mayores que vivían en residencias, de los cuales 8.338 no fueron trasladados a un hospital, según los datos de la propia Comunidad de Madrid.

[ii] Food and Agriculture Organization (FAO)

[iii] Mientras que muchas personas pueden no estar hambrientas –en el sentido de sufrir molestias físicas causadas por una falta severa de energía alimentaria–, pueden estar en situación de inseguridad alimentaria. Puede que cuenten con acceso a alimentos para satisfacer sus necesidades energéticas, pero no están seguros de que vayan a durar, o pueden verse obligados a reducir la calidad y/o cantidad de los alimentos que consumen para poder sobrevivir. Este nivel moderado de inseguridad alimentaria puede contribuir a diversas formas de malnutrición y tener graves consecuencias en la salud y el bienestar de las personas. 

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martes, 20 de abril de 2021

Imagina tu vida con una renta básica

La esencia de la idea del ingreso incondicional garantizado “es que todas las personas, trabajen o no, deben tener el derecho incondicional de no morir de hambre ni carecer de techo. Recibirán solo lo que necesitan básicamente para mantenerse, pero no recibirán menos”

 Erich Fromm

El ingreso garantizado es una propuesta destinada a prevenir la pobreza antes de que ésta afecte a una persona sobre todo por la falta de empleo, la única mercancía que el sistema de mercado es incapaz de suministrar a toda la población. Asignar a todo el mundo una renta mínima sería mucho más eficaz, en términos de ahorro de sufrimiento social y complejidad administrativa, que las ayudas que hoy, con gran cicatería, conceden los servicios sociales a la gente obligada a demostrar que se encuentra en situación de pobreza.

En opinión del filósofo humanista y psicólogo social Erich Fromm (1900-1980) “El campo de la libertad personal se ampliaría enormemente con esta ley [del ingreso garantizado]; una persona que es económicamente dependiente (de un padre, de un esposo, de un jefe) ya no se vería obligada a someterse a la extorsión del hambre. […] La burocracia aún 'administra' a la gente, aún la domina y la humilla; pero el ingreso garantizado no requeriría ninguna prueba de necesidad por parte de una persona para obtener un techo sencillo y un mínimo de alimentos. Por esto no se necesitaría una burocracia (con su inherente desperdicio y sus violaciones a la dignidad humana) para administrar un programa de seguridad social. El ingreso anual garantizado aseguraría una libertad y una independencia reales”.  


 


Ver artículo:  Renta básica universal: La peor de las soluciones (a excepción de todas las demás)

 


miércoles, 14 de abril de 2021

14 de abril. La última esperanza

 

Quien ve con suficiente claridad que la multitud está loca y que nadie o casi nadie hace nada juicioso en política y que no hay ningún aliado con el cual pueda uno acudir en defensa de la justicia sin exponerse por ello a morir antes de haber prestado ningún servicio a la ciudad ni a sus amigos, con muerte inútil para sí mismo y para los demás […]

Platón. La República.

                               

Me sorprendió el estado de alarma en pleno regreso de un viaje de ida y vuelta Madrid -Senegal en coche. El 27 de marzo de 2020 llegaba a esta ciudad sumida en el confinamiento domiciliario decretado por el estado de alarma, y como ciudadano consciente de la gravedad de una pandemia que sembraba la muerte por doquier, cumplí como uno más el largo confinamiento domiciliario en el interior de mi modesta vivienda. Procurando no exponerme al contagio al tiempo que aguardaba el fin del desbordamiento hospitalario en los maltratados servicios madrileños de salud hasta conseguir, a mi vez, recibir tratamiento  para mi proceso oncológico.

Durante el tiempo que duró ese sobrecogedor silencio que se apoderó de las calles y de la distancia en las relaciones sociales no me atreví —salvo por cuestiones muy puntuales—a añadir más entradas a este cuaderno, sabedor de que, no siendo sanitario o miembro de servicios esenciales, todo cuanto yo dijera no dejaría de ser superfluo. Evité, por tanto, hacer méritos para verme yo también concernido en lo que una mano anónima escribió en un muro de Pompeya hace millares de años:

          Admiror te, paries, non cecidisse ruina qui                         tot scriptorium taedia sustineas.

 (Oh, pared, me maravilla que no te hayas hundido bajo el peso de tantas necedades)

A todo esto, escuché o leí con escepticismo a quienes aventuraban ingenuos vaticinios de que las personas saldríamos de esta crisis habiendo mejorado nuestro carácter o nuestro comportamiento.

Hoy, cuando las vacunas creadas por el esfuerzo de los investigadores científicos nos permiten vislumbrar la luz al final del túnel, vuelvo a abrir este cuaderno en el noventa aniversario de uno de los momentos históricos en los que brilló otra luz de esperanza en España: 14 de abril de 1931, cuando la pacífica proclamación de la II República permitió que los españoles de entonces conocieran los principios de libertad, igualdad y fraternidad que constituyen los pilares republicanos. Hasta que los enemigos de esos valores  no tuvieron el menor escrúpulo en derribarlos desatando una guerra civil que costó, al menos, un millón de muertos. Y no todos en el campo de batalla, sino fusilados a mansalva por el bando franquista vencedor, siendo enterrados en fosas comunes que, hasta hoy, no han sido totalmente descubiertas.

Reabro mi cuaderno y constato que mi escepticismo estaba fundado. Porque del túnel pandémico, del que poco a poco, con altibajos y natural impaciencia, con muertos todavía, parece que vamos saliendo, el escenario social no parece haber mejorado gran cosa. Las personas que antes del gran contagio eran educadas y solidarias, educadas y solidarias salen del mismo. Mientras que los hijos de puta, hijos de puta fueron durante el periodo más álgido de la pandemia, e hijos de puta salen de la misma. Y como tal se comportaron mientras la gente moría por millares víctimas del contagio en residencias de ancianos sin asistencia médica, hacinados en viviendas insalubres y en los hospitales mermados en sus recursos materiales y humanos por las políticas de recortes aplicadas a los servicios públicos por una panda de hijos de puta actuando al servicio de los intereses de esa forma de insolidaridad social llamada neoliberalismo.

Y de no ser por ese aniversario de esperanza republicana creo que no hubiera reabierto este cuaderno. Pues mi disposición de ánimo se encuentra al límite del hartazgo ante el espectáculo ofrecido por la mayor parte de la clase política del país. Y en especial de los partidos de la derecha montaraz que, durante la tremenda situación sanitaria y económica provocada por la pandemia, no han tenido otro objetivo que aprovechar cada instante de la terrible coyuntura para intentar derribar al Gobierno. Y digo espectáculo porque ese intento constante de derribo no lo han llevado a cabo mediante lo que sería un ejercicio legítimo y responsable de la política como acción, sino de la política entendida por ellos como esperpento mediático, narcisista y rayano incluso en la horterada cuando se reviste de banderas. Ejercicio que, lo diré una vez más, no les impide exhibir con el mayor descaro un talante de auténticos hijos de puta.

Con todo, lo más triste y desesperanzador del asunto  es que esta mala gente que camina y va apestando la tierra aludida en versos de Antonio Machado no ha aparecido en el escenario político por floración espontánea. Tampoco han sido impuestos a dedo por una dictadura que muchos de ellos la añoran y no se privan en invocar directamente. No, ellos están ahí, apestando la tierra con su voz (vox..., vocem, vocis, voci, voce), su presencia y sus actos: retrasando la curación de las personas enfermas, empobreciendo a las que trabajan y enturbiando el futuro de la juventud precaria. Están ahí, digo, en virtud del procedimiento democrático del que tanto abominan.

       Están ahí porque hay gente que los ha votado.

La gran paradoja de la democracia es que, al mismo tiempo que en su virtud, permite el derecho de todo el mundo a ser elegible y elector, no puede evitar el vicio de que personas moralmente deleznables accedan a la condición de representantes del pueblo. Y sienten sus culos de hijos de puta en los escaños del Parlamento.

Se ha cuestionado mucho el actual sistema electoral vigente en España, cuyo método de asignación de escaños excluye millares de votos, lo cual supone una merma en la legitimidad de los finalmente electos para representar esa numerosa porción de voluntad popular perdida en el sumidero durante el recuento. Sería muy deseable una reforma de la ley electoral que corrigiera esa gran laguna. Pero, por mucha reforma que se aplique, lo que ningún sistema electoral podrá garantizar que quienes lleguen al Parlamento vayan a ser los más honrados, competentes y bienintencionados en el manejo de la res pública.

Porque, repito, esta ralea de espurios representantes del pueblo están ahí porque hay gente que los ha votado. Viven entre nosotros, pasean por las mismas calles de la ciudad por las que paseamos nosotros, son nuestros vecinos. Lo cual hace que seamos cada vez más quienes experimentamos un sentimiento de absoluta desesperanza respecto a las posibilidades de progreso moral y solidario de la sociedad en la que vivimos. Escribo, por tanto, estas líneas mientras desde hace tiempo martillean en mi ánimo las palabras de un revelador pasaje leído en la República de Platón. 

Pues bien, quien pertenece a este pequeño grupo y ha gustado la dulzura y felicidad de un bien semejante y ve, en cambio, con suficiente claridad que la multitud está loca y que nadie o casi nadie hace nada juicioso en política y que no hay ningún aliado con el cual pueda uno acudir en defensa de la justicia sin exponerse por ello a morir antes de haber prestado ningún servicio a la ciudad ni a sus amigos, con muerte inútil para sí mismo y para los demás, como la de un hombre que, caído entre bestias feroces, se negara a participar en sus fechorías sin ser capaz tampoco de defenderse contra los furores de todas ellas… Y, como se da cuenta de todo esto, permanece quieto y no se dedica más que a sus cosas, como quien, sorprendido por un temporal, se arrima a un paredón para resguardarse de la lluvia y polvareda arrastradas por el viento; y contemplando la iniquidad que a todos contamina, se da por satisfecho si puede él pasar limpio de injusticia e impiedad por esta vida de aquí abajo y salir de ella tranquilo y alegre, lleno de bellas esperanzas.(1)

Con mayor dificultad cada día, hago frente a esa tentación de apartarme de cualquier forma de activismo social asiéndome al célebre lema de Romain  Rolland que contrapone el pesimismo de la razón al optimismo de la voluntad.(2) 

Y si aún me queda un resto de voluntario optimismo para hacer frente al pesimismo racional, en un día como el de hoy es en atención a lo que Unamuno llamó la intrahistoria, es decir, “la vida callada de los millones de hombres sin historia” que con su labor diaria ha hecho la historia más profunda. De los millones de hombres y mujeres que, al margen del griterío de los profesionales de la intoxicación mediática y política, han permanecido en sus puestos: sanitarios, funcionarios, transportistas, empleados en los establecimientos de alimentación, limpieza y servicios en general, muchos de ellos con contratos de auténtica precariedad, que permiten que este país funcione en el día a día de la inacabada pandemia. 

Somos muchos quienes aspiramos a ver restaurada en España la república, una forma de Estado que en principio aparece más natural, justa y participativa, más actual y sin hipotecas dinásticas ni religiosas. No obstante, el mero nominalismo no debiera engañarnos, pues no todos los estados que ostentan el nombre de república son democráticos.

Algunos, como es el caso de las repúblicas islámicas, adoptan este nombre para indicar que no son monarquías, pero la máxima autoridad no es elegida por el pueblo, sino nombrada por consejos de notables, a menudo oligárquicos e incluso familiares. Y ello sin hablar de los Estados Unidos de América del Norte, la primera república de la historia moderna, pero cuya organización política no ha impedido que llegaran a la presidencia tipos atrabiliarios como Trump. Ni que sus policías sean capaces de matar a un detenido indefenso.

Conservo una leve esperanza en que el disparatado nuevo proceso electoral en que esta impresentable clase política ha sumido a la ciudadanía de la región madrileña lleve hasta las urnas el voto sensato de esa ciudadanía que vive de forma callada limpiando la tierra que otros apestan. La construcción de una república precisa de un terreno de juego limpio de basura ideológica. Un suelo donde pueda florecer el diálogo serio que exige una auténtica democracia.


Viñeta de Manel Fontdevila en Eldiario.es


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(1) Se ha comparado este lugar con Lucrecio, De Rerum Natura, II. 1 y sigs.

"Es dulce, mientras los vientos turban sobre el inmenso mar sus llanuras, mirar desde la tierra el enorme trabajo de otro, no porque gozar en placer signifique contemplar la vejación de alguien, sino porque es dulce comprender de qué males estás exento tú mismo".                

El ideal epicúreo entiende que el mayor bien del que se puede disfrutar en esta vida es la paz del espíritu. Lo que Lucrecio propone en el pasaje “es dulce mientras los vientos turban...” no es gozar de manera egoísta y sádica viendo los sufrimientos del forzado que rema en el trirreme bajo el látigo del cómitre. Tal cosa no sería compatible con la paz del espíritu. De lo que se trata es de gozar con la liberación que supone no emprender arduos trabajos que nos hagan esclavos de espurios intereses.

Pero la idea no es exactamente la misma: el filósofo de Platón no se alegra al verse libre de los males ajenos, sino que al alejarse de la locura e iniquidad experimenta cierta tristeza por el hecho de no haber podido salvarse él salvando al mismo tiempo a los demás. Tampoco puede hablarse aquí del idiotés ἰδιώτης griego: el que sólo se ocupa de sus asuntos. Ya que se trata precisamente de todo lo contrario, el filósofo ha intentado mediar en la vida pública, y muy a su pesar se ve obligado a retirarse de ella al comprobar el fracaso de sus indicaciones.

También Tomás Moro, en su Utopía, hace referencia al pasaje:

"Estando en semejantes Asambleas, no siempre hay ocasión de hacer el bien; el hombre bueno más pronto se pervierte en ellas que logra la enmienda de los demás. Y si no le echa a perder esa mala compañía, si sigue siendo bueno e inocente, cúlpanle de la maldad e insensatez ajenas. Así, pues, es imposible seguir ese camino tortuoso para hacer que las cosas se tornen mejores. Por eso Platón, en una hermosa comparación, nos dice por qué los sabios se guardan de interponer su autoridad en la República. Cuando ven que la gente que pasa por las calles se moja porque está lloviendo y que no pueden persuadirla a que vuelva a su casa, como saben que, si salen ellos, no lograrán sino mojarse también, se quedan en sus moradas contentos de hallarse bajo techado, ya que no pueden curar la necedad de los demás".

(2) Lema atribuido por la costumbre al político comunista italiano Antonio Gramsci. “Soy pesimista con inteligencia, pero optimista por voluntad”, afirma Gramsci en una carta a su hermano Carlo, escrita en prisión el 19 de diciembre de 1929. Pero, a decir verdad, la paternidad del lema corresponde al escritor francés Romain Rolland (1866-1944). Nobel de Literatura en 1915, de él llegó a decir Stefan Zweig, durante los años de agitación previos a la II Guerra Mundial, que representaba "la conciencia moral de Europa". Paternidad del lema que Gramsci se la reconoce a Rolland en las palabras que dirige a los anarquistas Discorso agli anarchici en la revista L'Ordine Nuovo (10 de abril de 1930).