Pensiones: quien al cielo escupe, en la cara le cae.
De entrada, es preciso reconocer las enormes dificultades a las que hoy se enfrentan la mayoría de los jóvenes de este país para salir de la doble trampa creada por los bajos salarios y la carestía de la vivienda. La combinación de ambos factores plantea una nefasta paradoja: el sector de población que se encuentra en la plenitud de sus energías vitales se ve socioeconómicamente impedido para desarrollar un proyecto de vida que amplíe su horizonte de libertad. Hablamos de libertad real, no de esa libertad de vía estrecha, charanga y pandereta que ofrece el programa del Partido Populista que consiste en sentarse en una terraza a ahogar sus penas en cañitas de cerveza.
Con tales perspectivas, es comprensible el estado anímico de desesperanza, cuando no de abierta desesperación, provocado por la hegemonía de la ideología neoliberal que impregna la atmósfera política actual. Una ideología que se transmite a través de mantras que intentan confundir a la opinión pública para que rechace toda política orientada a la igualdad de oportunidades y la convivencia dentro del marco de las garantías proporcionadas por los servicios públicos e instituciones del Estado del Bienestar.
La historia de la protección social es la historia de los diversos intentos que, a partir del pensamiento de los mejores pensadores humanistas e ilustrados, tratan de corregir los efectos más devastadores que las oligarquías causan en el conjunto de la sociedad. La apropiación del suelo y de las fuentes de recursos naturales ha privado a la mayoría de los seres humanos de su derecho natural a obtener el sustento vital tomando directamente los recursos que brinda la Naturaleza. O teniendo el control sobre la transformación de los mismos mediante el trabajo.
Antiguamente, los campesinos y los obreros cuando caían enfermos, accidentados o llegaban a una edad que les impedía trabajar, pasaban a depender de lo que hubieran sido capaces de ahorrar en toda su vida, o quedaban a merced del apoyo que pudieran prestarles sus hijos. Con la destrucción de las estructuras familiares clásicas por la civilización industrial, la protección de los ancianos en los países democráticos ha sido asumida por el pacto social del que deriva el Estado del Bienestar.
Uno de los grandes pilares de ese Estado del Bienestar es el Sistema Público de la Seguridad Social, a través del cual la población puede contar con unos ingresos vitalicios que permitan la subsistencia durante la vejez. Garantizar, mediante pensiones públicas de jubilación, una vida digna al llegar a la edad en que decae el vigor biológico de las personas, es uno de los grandes logros que dan sentido a la moderna existencia humana.
Quosque tándem abutere Catilina patientia nostra…… texto en curso de redacción…………….