Gracias a la ampliación del número de perceptores del subsidio por desempleo, es previsible un incremento del consumo de productos de primera necesidad, con la consiguiente ganancia para los comercios que los suministran.
El escocés Adam Smith, tenido por economista aunque más bien cabe consideralo un tratadista moral, fue adoptado como mentor por los liberales. Su libro sobre la Riqueza de las Naciones, es una especie de biblia que invocan con fervor incluso aquéllos neoconservadores que no la han leído. Lo que es una verdadera lástima, porque se pierden una lectura tan amena como instructiva. En uno de sus pasajes, afirma Smith: "no es la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su propio interés".
Es una perfecta definición del juego del mercado, que no conoce de filantropías, sino beneficio. Nadie monta una panadería, carnicería, cervecería u otro establecimiento similar para ejercer la benevolencia, sino para obtener un beneficio. En la mayor parte de los casos, legítimo. Y no digo que lo sea en todos, dada la gran tendencia de muchos comerciantes a fijar precios abusivos en cualquier género de mercancías: desde los tomates hasta los automóviles.
El mercado es un buen sistema para el intercambio de productos, pero no tiene capacidad para atender las necesidades del conjunto de la población de un país. El mercado del empleo, categoría conceptual que no debe confundirse con la verdadera naturaleza del trabajo, nunca ofrece tantos puestos laborales como habitantes en disposición de trabajar tiene un país. Y periódicamente, ese mercado falla estrepitosamente, como es el caso de la actual crisis económica.
Junto al drama humano que plantea a nivel de las personas que quedan privadas de medios de subsistencia, este calamitoso fallo del mercado laboral afecta asimismo a otros mercados. En concreto los que suministran bienes y servicios. Por lo tanto, esas ayudas que ahora, a trancas y barrancas, está concediendo el Gobierno a los desempleados, aparte de un ligero alivio para ellos, supone una oportunidad de beneficio para los comerciantes de artículos de primera necesidad. "Un euro compra más en el bolsillo de un pobre que en el bolsillo de un rico". En efecto, éste, con un euro no tiene ni para empezar.
Mientras que el pobre, con un euro, puede al menos comprar un pan, una botella de cerveza y una pizca de carne. Que el abuso de este alimento produce colesterol, dicen los médicos. Y no es bueno que el pobre enferme, porque causa gastos a la Sanidad Pública. Cuyos hospitales están poniendo en manos de los tenderos de la salud algunos gobiernos regionales, como el que preside la neocondesa liberal Esperanza Aguirre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario