Las autoridades que velan por la salud de los habitantes del buen pueblo de España han puesto mucho énfasis para convencernos de que el tabaco es peligroso para la salud. Lo cual es muy de agradecer. Sin embargo, los dirigentes públicos, al animarnos a buscar un empleo a cualquier precio y circunstancia, olvidan advertir a la población de que también el trabajo es peligroso para la salud. En ocasiones, el trabajo mata: en la Unión Europea, cada tres minutos muere un trabajador accidentado.
“El trabajo mata”, dicen los más críticos con el trabajo asalariado. “Y el alpinismo también”, podrían replicar quienes juzgan descabellado conquistar la cumbre de una escarpada montaña, o la práctica de otros deportes de riesgo. Pero el acto de escalar una montaña responde a una libre decisión. El alpinista asume voluntariamente el riesgo, mientras que los trabajadores que mueren en el tajo no eligieron esa forma de perder la vida.
El trabajo no sólo devora las ilusiones y las posibilidades de acción: el trabajo mata directamente a las personas. Muchas actividades laborales son insalubres, peligrosas y extenuantes, hasta el punto de que, sólo en la Unión Europea, cada tres minutos muere un trabajador accidentado. Y cuando no han sido los accidentes, han sido los fusiles los que han segado la vida de los trabajadores. Por ejemplo, en el caso de los mineros del salitre chilenos, los peones de la Patagonia o las bananeras colombianas, todos ellos asesinados a balazo limpio por pedir modestas mejoras en sus condiciones laborales.
Cada tres minutos y medio, una persona muere en la Unión Europea a causa de accidentes laborales o por enfermedades profesionales, según los datos de Eurostat. Las muertes por accidente laboral superan las 5.700 al año, mientras las debidas a enfermedades profesionales alcanzan las 159.000, según la estadística comunitaria.
Buena parte de estas muertes están ocasionadas por la precariedad de las condiciones laborales, que somete a los obreros a una fuerte presión bajo la cual descuidan las medidas de seguridad en andamios y talleres. Las incapacidades derivadas de accidentes y enfermedades generan costes de miles de millones de euros al sistema público de Seguridad Social.
Un caso tremendo es el de la empresa France Télécom, donde cinco empleados se acaban de suicidar en el lapso de quince días. En lo que va de año, se han suicidado 23, según los representantes de los trabajadores. En el otoño del año pasado, una ola creciente de suicidios (25 personas en 19 meses) sacudió a esta empresa. Por entonces, los sindicatos denunciaron que muchas de estas muertes se debían a las condiciones estresantes de trabajo de France Télécom, a los traslados fulminantes a los que se forzaba a los trabajadores y al mal ambiente que reinaba en la compañía.
La relación entre trabajo y mortalidad es evidente: la crisis económica redujo la cifra de fallecidos en el trabajo en 2009. Durante los cuatro primeros meses del año, a un ritmo de más de dos muertos al día, los accidentes laborales se habían cobrado 259 vidas. Mientras que en el mismo período de 2008 los muertos fueron 361. La caída de la actividad económica en la construcción y la industria redujo el número de fallecidos en estos sectores: un 43,9% y un 40,3%, respectivamente. En los servicios (18,3%) y en agricultura (12,5%) el descenso fue menor.
El karoshi o fallecimiento por agotamiento laboral es un fenómeno muy extendido en el ámbito laboral de Japón. Reconocido como enfermedad por el Ministerio de Trabajo de este país, se asocia a una aceleración de las cargas y ritmos de trabajo impuestos por el toyotismo. Se presenta en adultos maduros en forma de muerte súbita ─un ataque─ que se produce después de un largo período de trabajo intenso. Según datos extraoficiales en torno a 10 mil personas fallecen cada año por causas relacionadas con el exceso de trabajo. El síndrome, que en los años 80 afectaba sobre todo a obreros industriales, se ceba ahora con los altos ejecutivos y los oficinistas. Los datos oficiales reconocen 147 muertos en 2007, 208 personas con daños físicos irreversibles, 819 con graves patologías psicológicas, 672 suicidios por no soportar la presión laboral y 205 fallos judiciales a favor de los familiares de las víctimas del karoshi.
El trabajo no sólo devora las ilusiones y las posibilidades de acción: el trabajo mata directamente a las personas. Muchas actividades laborales son insalubres, peligrosas y extenuantes, hasta el punto de que, sólo en la Unión Europea, cada tres minutos muere un trabajador accidentado. Y cuando no han sido los accidentes, han sido los fusiles los que han segado la vida de los trabajadores. Por ejemplo, en el caso de los mineros del salitre chilenos, los peones de la Patagonia o las bananeras colombianas, todos ellos asesinados a balazo limpio por pedir modestas mejoras en sus condiciones laborales.
Cada tres minutos y medio, una persona muere en la Unión Europea a causa de accidentes laborales o por enfermedades profesionales, según los datos de Eurostat. Las muertes por accidente laboral superan las 5.700 al año, mientras las debidas a enfermedades profesionales alcanzan las 159.000, según la estadística comunitaria.
Buena parte de estas muertes están ocasionadas por la precariedad de las condiciones laborales, que somete a los obreros a una fuerte presión bajo la cual descuidan las medidas de seguridad en andamios y talleres. Las incapacidades derivadas de accidentes y enfermedades generan costes de miles de millones de euros al sistema público de Seguridad Social.
Un caso tremendo es el de la empresa France Télécom, donde cinco empleados se acaban de suicidar en el lapso de quince días. En lo que va de año, se han suicidado 23, según los representantes de los trabajadores. En el otoño del año pasado, una ola creciente de suicidios (25 personas en 19 meses) sacudió a esta empresa. Por entonces, los sindicatos denunciaron que muchas de estas muertes se debían a las condiciones estresantes de trabajo de France Télécom, a los traslados fulminantes a los que se forzaba a los trabajadores y al mal ambiente que reinaba en la compañía.
La relación entre trabajo y mortalidad es evidente: la crisis económica redujo la cifra de fallecidos en el trabajo en 2009. Durante los cuatro primeros meses del año, a un ritmo de más de dos muertos al día, los accidentes laborales se habían cobrado 259 vidas. Mientras que en el mismo período de 2008 los muertos fueron 361. La caída de la actividad económica en la construcción y la industria redujo el número de fallecidos en estos sectores: un 43,9% y un 40,3%, respectivamente. En los servicios (18,3%) y en agricultura (12,5%) el descenso fue menor.
El karoshi o fallecimiento por agotamiento laboral es un fenómeno muy extendido en el ámbito laboral de Japón. Reconocido como enfermedad por el Ministerio de Trabajo de este país, se asocia a una aceleración de las cargas y ritmos de trabajo impuestos por el toyotismo. Se presenta en adultos maduros en forma de muerte súbita ─un ataque─ que se produce después de un largo período de trabajo intenso. Según datos extraoficiales en torno a 10 mil personas fallecen cada año por causas relacionadas con el exceso de trabajo. El síndrome, que en los años 80 afectaba sobre todo a obreros industriales, se ceba ahora con los altos ejecutivos y los oficinistas. Los datos oficiales reconocen 147 muertos en 2007, 208 personas con daños físicos irreversibles, 819 con graves patologías psicológicas, 672 suicidios por no soportar la presión laboral y 205 fallos judiciales a favor de los familiares de las víctimas del karoshi.
"Hay que trabajar seguro: las muertes han de mantenerse en un nivel aceptable", explica el capataz sobre la nueva política de empresa.
ResponderEliminar"Y ¿cuánto es aceptable?", pregunta un trabajador.
El capataz consulta los papeles: "dos muertos al año".
(LA CUADRILLA, de Ken Loach)
Pero la reflexión tiene otro punto de partida:
ResponderEliminarEl trabajador, en muchos de los sectores profesionales, debe entrar a trabajar sin percibir un salario y sin cotizar a la S.S. Una vez finalizado ese largo período de "aprendizaje" pasará a tener un contrato a media jornada, por el cual el empresario cobrará una subvención, obligando al asalariado a realizar más horas de las estipuladas. De esta manera el trabajador pasará los 10 (o más) primeros años de su vida laboral entre contratos múltiples y duplicidad de horarios para no conseguir un salario suficiente ni una pensión digna.
En el caso de los becarios: trabajadores que sacan la producción a coste mísero y no están asegurados de manera alguna, más vale que no tengan un accidente laboral porque serán arrojados a una cuneta extraña, junto con los emigrantes indocumentados.
Esa es la situación provocada por una normativa laboral compuesta de parches y por una "clase" empresarial cuyo representante es el delincuente Díaz Ferrán.
Ningún gobierno está dispuesto a parar esta situación esperpéntica; la desconocen, miran hacia otro lado y dejan a los delincuentes que campen por sus fueros.
Salud.