jueves, 3 de marzo de 2011

¿Fue humanitaria la peste de Atenas?



El conflicto armado que pretende derrocar al régimen autoritario de Muamar El Gadafi, en Libia, está produciendo el desplazamiento de grandes masas de población, que buscan refugio en países vecinos. Sin medios para sobrevivir, sobre los desplazados se cierne una tragedia. Una "crisis humanitaria", según los grandes medios de comunicación. ¿Desde cuándo una tragedia es humanitaria? En todo caso, ese calificativo es aplicable a la ayuda que otros países no afectados puedan prestar a las víctimas.


Las catástrofes naturales, unidas a las causadas por el hombre, obligan a grandes grupos de la población humana del planeta a vivir en situaciones límite. Lo habitual es que la atención de los medios de comunicación ponga el foco en la crisis más reciente, olvidando la existencia de las anteriores. Con la honrosa excepción del dibujante Forges, que a diario la recuerda en sus viñetas, los media han olvidado la precaria situación en que viven los habitantes de Haití, devastado tras un terremoto y asolado después por diversas epidemias, entre ellas la del cólera.

Ahora mismo, la crisis ‘de moda' en los medios de comunicación es la producida por los movimientos de población que huyen del conflicto armado desatado en Libia entre el dictador Muamar El Gadafi y los grupos rebeldes que pretenden arrebatarle el poder.

En el vecino Túnez, miles de egipcios esperan a que alguien les ayude a regresar a su país tras salir de Libia. Los soldados tunecinos, desbordados, intentan controlar a la enorme masa de refugiados que huye de la guerra con escasos medios y mucha lentitud. Confiscan los pasaportes y los llevan en autobuses hacia un campamento a pocos metros de la frontera, cuenta una información, informa el diario Público.

El conflicto en Libia se ha convertido ya en una crisis humanitaria, dice El País, citando fuentes del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que cifra en unas 100.000 personas el número de las que han abandonado ya Libia.

Libia: advierten de la creciente crisis humanitaria, reza el titular de una información de la BBC,
describiendo la avalancha de refugiados como un "tsunami de inmigrantes". Los protagonistas forzados de esta oleada necesitan urgentemente comida y cobijo. Se necesitan tiendas, mantas y comida alta en proteínas, así como barcos y aviones para trasladar los refugiados de las zonas inmediatamente cercanas a la frontera.

A todo esto, en diversas zonas del mundo otras grandes masas de población viven en situaciones límite en campamentos donde a duras penas llega la ayuda internacional. "Sigue habiendo las mismas crisis. Casos como Somalia y Congo arrastran desastres humanitarios desde hace 15 años y empeoran con el tiempo. Sigue sin resolverse la ecuación violencia más desplazamiento es igual a crisis humanitaria", afirmaba en 2009 la presidenta de Médicos Sin Fronteras (MSF), Paula Farias. Al día de hoy, dichas crisis mantienen su gravedad.

Todas estas declaraciones coinciden en asignar a la crisis el calificativo de humanitaria. Una corrupción expresiva. En efecto, según su magnitud, una catástrofe podrá calificarse como intensa, terrible, espantosa, etc., pero nunca como humanitaria. El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) define la voz
humanitario, ria como:

1. adj. Que mira o se refiere al bien del género humano.
2. adj. Benigno, caritativo, benéfico.
3. adj. Que tiene como finalidad aliviar los efectos que causan la guerra u otras calamidades en las personas que las padecen.

Es decir, que humanitaria es la ayuda que otros gobiernos, organizaciones no gubernamentales o personas particulares puedan prestar a los damnificados por una catástrofe o situación de crisis, pero ni una catástrofe o una crisis en sí misma deben ser calificadas como humanitarias. Pues ello equivaldría a considerar que la peste de Atenas, que entre otras víctimas se llevó por delante al gran gobernante Pericles, era una peste humanitaria.

El año 430 a.C. se declaró en Atenas una gran epidemia de uno de esos males escontagiosos que en la Antigüedad y en la Edad Media se denominaban peste. En su colosal poema en seis cantos
De la naturaleza de las cosas, el epicúreo poeta romano Tito Lucrecio Caro describió la peste de Atenas con dramáticos y terribles tintes.

Aunque en tierra yacían insepultos
Montones de cadáveres, las aves
Y voraces cuadrúpedos huían
Su hedor intolerable, y no tardaban,
Si los probaban, en perder la vida:
Las aves, sin embargo, no salían
Impunemente por aquellos días,
Ni dejaban las fieras alimañas
Las selvas por la noche; casi todas
Sucumbían al morbo y fenecían:
Principalmente los leales perros
En medio de las calles extendidos
Enfermos daban el postrer aliento,
Que arrancaba el contagio de sus miembros.
Precipitadamente arrebataban
Sin pompa los cadáveres: no había
Allí un seguro y general remedio:
La pócima que había prolongado
La vida a unos, a otros daba muerte.



La peste de Atenas, Michiel Sweerts

Toda vez que Lucrecio escribe su poema tres siglos después de acontecida esta terrible peste, su fuente de información es, seguramente, la del historiador griego Tucídices (c. 460 a. C. - Tracia, c. 396 a. C.) que en su Historia de la Guerra del Peloponeso documentó la peste de Atenas. Y que en uno de sus pasajes utiliza precisa y adecuadamente el término 'humanitario':

Ninguna constitución, fuese robusta o débil, se mostró capaz de resistir el mal, sino que a todas indistintamente las arrebataba cualquiera que fuese el régimen seguido. Pero lo más terrible de toda la enfermedad era el desánimo de quien se sentía enfermo, porque abandonándose a la desesperación mucho más fácilmente y no intentaba resistir, y también el hecho de que, contagiándose los unos atendiendo a los otros, morían como ovejas. Esto causaba más mortandad. Ya que, si por miedo no se querían visitar unos a otros, los enfermos morían abandonados, y muchas casas quedaron vacías porque nadie se preocupaba de ellas. Sucumbían los que presumían de sentimientos humanitarios. Por pundonor no se quejaban, entrando de los amigo, cuando hasta los familiares, vencidos por el exceso del mal, acababan por cansarse de los lamentos de los moribundos. No obstante, los que se habían salvado de la enfermedad eran los que más se apiadaban del moribundo y del enfermo, porque tenían experiencia y se sentían ya seguros; y es que el mismo hombre no era atacado dos veces por el mismo mal. Y recibiendo las felicitaciones de los demás, ellos mismos, en el exceso de la alegría del momento, tenían para el porvenir la vana esperanza de que ya no morirían nunca más de otra enfermedad. Acentuó la angustia para los atenienses, en medio de la calamidad presente, la evacuación de los campos a la ciudad, sobre todo para los refugiados. Pues como no habían casas para ellos y vivían, en pleno verano, en barracas hacinadas, la mortandad se producía en medio de la confusión; mientras iban muriendo quedaban, ya cadáveres, unos sobre otros, y se arrastraban medios muertos por las calles y junto a todas las fuentes por anhelo de agua. Los templos estaban llenos de cadáveres de los que allí mismo morían, porque la violencia del azote era tal que los hombres no sabiendo que sería de ellos, tendían a no hacer caso de la religión ni de la decencia.


Calificar una catástrofe o una crisis de desplazados como humanitaria, según acostumbran gobernantes y medios de comunicación, constituye, y vuelvo al DRAE,
un idiotismo:

(Del lat. idiotismus y éste del gr. idiotismós, lenguaje ordinario o vulgar). Ignorancia, falta de instrucción. // Modo de hablar propio de una lengua que no se ajusta a las reglas ordinarias de la gramática.

El frecuente uso de idiotismos en el discurso político deteriora éste no sólo desde el punto de vista gramatical. También, y lo que es mucho peor, desde el conceptual. Pues, al banalizarlo todo, se empieza hablando de 'crisis humanitarias' y se acaba enviando tropas militares armadas hasta los dientes con el pretexto de una 'intervención humanitaria' con maquinaria pesada de guerra.


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