Durante los siete años de mandato de José Luis Rodríguez Zapatero al frente del Gobierno, las dos grandes formaciones del bipartidismo español no han sabido, o no han querido, alcanzar ningún gran acuerdo en materia política, social o económica. Es inexplicable, por tanto, que sea a última hora, con un Gobierno agotado por la crisis que ha convocado elecciones generales el 20-N, cuando los máximos líderes del PSOE y del PP anuncien un pacto para reformar la Constitución española. Y no precisamente para mejorar algún aspecto esencial de la misma, sino para incluir la prohibición del déficit del Estado. Lo cual no es una prioridad política del pueblo español en el que reside la soberanía.
En realidad, el PP y el PSOE sí fueron protagonistas principales de un único pacto: el que permite a los parlamentarios disfrutar la pensión máxima de la Seguridad Social aunque no cumplan los mínimos de cotización. Un privilegio que asquea cuando han sido sus señorías las que, por acción o abstención, han endurecido los requisitos exigidos al resto de ciudadanos para acceder a una pensión del sistema público.
Ahora, por vía de urgencia y con un argumento de tan dudoso encaje constitucional como es la limitación del gasto público, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy han pactado que dicha reforma sea aprobada por vía de urgencia —sin referéndum— para que esté lista antes de que las Cortes se disuelvan el 27 de septiembre. Una vez más, se invoca la necesidad de "calmar a los mercados".
Limitar el gasto, sea de agua, energía o monetario, es, en principio, una actitud virtuosa. Y los partidarios de introducir una reforma en serio del actual modelo económico hace tiempo que hablan de decrecimiento. Pero consagrar en la Constitución el déficit cero es un auténtico despropósito, pues la Carta Magna está para otras cosas. Entre ellas, contener los derechos y obligaciones fundamentales de los ciudadanos de un país y definir los poderes e instituciones de la organización política. La organización de las cuentas públicas es algo que corresponde a los Gobiernos elegidos por la voluntad popular, que por cierto se refleja de manera imperfecta con el actual sistema electoral español.
La reforma, sobre la que PSOE y PP trabajan contra reloj, implica que todas las Administraciones" —central, autonómica y local— tendrían prohibido por la Constitución gastar más de lo que ingresan. Es decir, el déficit cero.
Eso supone un límite estricto y sin precedentes al gasto público en España. Anula o limita la capacidad de actuación de los gobiernos con políticas fiscales adecuadas a las diferentes fases del ciclo económico. Y según se han apresurado a señalar voces críticas, conlleva también un grave riesgo para el mantenimiento de las prestaciones e instituciones básicas del Estado de Bienestar. Ya que supone la constitucionalización de una de las señas de identidad de las políticas conservadoras y neoliberales.
Ahora, por vía de urgencia y con un argumento de tan dudoso encaje constitucional como es la limitación del gasto público, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy han pactado que dicha reforma sea aprobada por vía de urgencia —sin referéndum— para que esté lista antes de que las Cortes se disuelvan el 27 de septiembre. Una vez más, se invoca la necesidad de "calmar a los mercados".
Limitar el gasto, sea de agua, energía o monetario, es, en principio, una actitud virtuosa. Y los partidarios de introducir una reforma en serio del actual modelo económico hace tiempo que hablan de decrecimiento. Pero consagrar en la Constitución el déficit cero es un auténtico despropósito, pues la Carta Magna está para otras cosas. Entre ellas, contener los derechos y obligaciones fundamentales de los ciudadanos de un país y definir los poderes e instituciones de la organización política. La organización de las cuentas públicas es algo que corresponde a los Gobiernos elegidos por la voluntad popular, que por cierto se refleja de manera imperfecta con el actual sistema electoral español.
La reforma, sobre la que PSOE y PP trabajan contra reloj, implica que todas las Administraciones" —central, autonómica y local— tendrían prohibido por la Constitución gastar más de lo que ingresan. Es decir, el déficit cero.
Eso supone un límite estricto y sin precedentes al gasto público en España. Anula o limita la capacidad de actuación de los gobiernos con políticas fiscales adecuadas a las diferentes fases del ciclo económico. Y según se han apresurado a señalar voces críticas, conlleva también un grave riesgo para el mantenimiento de las prestaciones e instituciones básicas del Estado de Bienestar. Ya que supone la constitucionalización de una de las señas de identidad de las políticas conservadoras y neoliberales.
Prohibir el déficit por norma es cuando menos discutible, según la mayoría de economistas que se han pronunciado a raíz de esta decisión precipitada."La regla clásica del déficit cero provocó la Gran Depresión", según José Carlos Díez, economista jefe de la sociedad de valores Intermoney. Díez, que no es precisamente un rojeras, recuerda a Keynes: "Viajó por Estados Unidos, vio la Gran Depresión… ¡Y se cargó el paradigma del déficit cero!, Keynes desafió la tradición económica: en ciertas situaciones, en vez de ahorrar, el Estado debe incrementar los gastos para impulsar el empleo y los ingresos de las administraciones."
Pero lo más sorprendente de todo es el pacto alcanzado finalmente entre el PSOE y el PP. Un acuerdo para modificar la Constitución con el fin de incluir en ella un principio genérico de estabilidad presupuestaria, que impide al Estado y las comunidades autónomas incurrir en un déficit estructural superior a los márgenes establecidos por la Unión Europea. Sin embargo, el acuerdo no fija cifras sobre los límites del déficit en el texto constitucional. Las cifras concretas se recogerán en una ley orgánica, que ambos partidos se han comprometido a aprobar antes del 30 de junio de 2012. Dicha ley fijará un déficit estructural máximo del 0,4% para el conjunto de las Administraciones públicas... ¡¡¡a partir del año 2020!!!
Aquí hay algo que no cuadra. Por un lado, PSOE y PP defienden la vía de urgencia de esta reforma con no por aburrida menos peligrosa monserga de "enviar un mensaje de tranquilidad a los mercados". Por otro, fijan la entrada en vigor de la medida en el lejano horizonte de 2020. ¿Acaso los mercados no se pronuncian todos los días (por fortuna, todavía sólo los laborables) en las Bolsas de valores? Ese horizonte de 2020 no influirá para nada en las decisiones de unos especuladores habituados a operar en el corto plazo.
Imagen: http://www.kaosenlared.net/img2/196/196244_Espana_y_la_crisis_neolib.jpg
¿Qué es entonces lo que se está ocultando a la opinión pública? ¿Cuál es la razón no confesada para que una norma que no entrará en vigor hasta 2020 no pueda ser sometida a un amplio debate entre la ciudadanía? Debate que debería culminar en un referéndum, dado que la propuesta del déficit cero por mandato constitucional no figuraba en el programa con que, tanto PP como PSOE, se presentaron a las anteriores elecciones.
Enmanuel Kant se mostró tajante al sentar (La paz perpetua), el siguiente principio:
La razón de esa injusticia, según Kant, es que un principio que no soporte poder ser manifestado en alta voz sin que se arruine al mismo tiempo su propósito, sólo puede prosperar si permanece secreto, ya que no puede ser confesado públicamente sin provocar indefectiblemente la oposición de todos.
Modificar la Constitución española en base a una exigencia de índole puramente mercantil es un asunto de la más absoluta gravedad. Actuando así, el mensaje real que nuestras instituciones envían al mundo económico es que la voluntad de los ciudadanos les importa un comino. Y que, por tanto, a partir de ahora las leyes se dictarán bajo el mandato de los mercados, y no de la voluntad popular.
La diferencia sustancial entre las normas de iure adaptadas al derecho y las que dictan de facto los poderes económicos ocultos tras el eufemístico velo del "mercado" consiste en que estas últimas se sustraen por completo a la observación pública. Según la doctrina neoliberal, las decisiones económicas no son tomadas por los representantes legítimos de la voluntad ciudadana en un parlamento cuyas sesiones son públicas, sino en el profundo secreto que protege de cualquier observación las decisiones adoptadas por los directivos de las corporaciones mercantiles. Entidades que, para que no quede ninguna duda sobre su verdadera "naturaleza", se hallan constituidas bajo la forma de sociedades anónimas.
El propio Adam Smith —que no era economista sino profesor de moral— sostiene (Riqueza de las Naciones) que debieran prohibirse las sociedades anónimas y los grupos patronales, pues "es raro que se reúnan personas del mismo negocio, aunque sea para divertirse y distraerse, y que la conversación no termine en una conspiración contra el público o en alguna estratagema para subir los precios".
Pero lo más sorprendente de todo es el pacto alcanzado finalmente entre el PSOE y el PP. Un acuerdo para modificar la Constitución con el fin de incluir en ella un principio genérico de estabilidad presupuestaria, que impide al Estado y las comunidades autónomas incurrir en un déficit estructural superior a los márgenes establecidos por la Unión Europea. Sin embargo, el acuerdo no fija cifras sobre los límites del déficit en el texto constitucional. Las cifras concretas se recogerán en una ley orgánica, que ambos partidos se han comprometido a aprobar antes del 30 de junio de 2012. Dicha ley fijará un déficit estructural máximo del 0,4% para el conjunto de las Administraciones públicas... ¡¡¡a partir del año 2020!!!
Aquí hay algo que no cuadra. Por un lado, PSOE y PP defienden la vía de urgencia de esta reforma con no por aburrida menos peligrosa monserga de "enviar un mensaje de tranquilidad a los mercados". Por otro, fijan la entrada en vigor de la medida en el lejano horizonte de 2020. ¿Acaso los mercados no se pronuncian todos los días (por fortuna, todavía sólo los laborables) en las Bolsas de valores? Ese horizonte de 2020 no influirá para nada en las decisiones de unos especuladores habituados a operar en el corto plazo.
Imagen: http://www.kaosenlared.net/img2/196/196244_Espana_y_la_crisis_neolib.jpg
¿Qué es entonces lo que se está ocultando a la opinión pública? ¿Cuál es la razón no confesada para que una norma que no entrará en vigor hasta 2020 no pueda ser sometida a un amplio debate entre la ciudadanía? Debate que debería culminar en un referéndum, dado que la propuesta del déficit cero por mandato constitucional no figuraba en el programa con que, tanto PP como PSOE, se presentaron a las anteriores elecciones.
Enmanuel Kant se mostró tajante al sentar (La paz perpetua), el siguiente principio:
Son injustas todas las acciones que se refieren al derecho de otros hombres, cuyos principios no soportan ser publicados.
La razón de esa injusticia, según Kant, es que un principio que no soporte poder ser manifestado en alta voz sin que se arruine al mismo tiempo su propósito, sólo puede prosperar si permanece secreto, ya que no puede ser confesado públicamente sin provocar indefectiblemente la oposición de todos.
Modificar la Constitución española en base a una exigencia de índole puramente mercantil es un asunto de la más absoluta gravedad. Actuando así, el mensaje real que nuestras instituciones envían al mundo económico es que la voluntad de los ciudadanos les importa un comino. Y que, por tanto, a partir de ahora las leyes se dictarán bajo el mandato de los mercados, y no de la voluntad popular.
La diferencia sustancial entre las normas de iure adaptadas al derecho y las que dictan de facto los poderes económicos ocultos tras el eufemístico velo del "mercado" consiste en que estas últimas se sustraen por completo a la observación pública. Según la doctrina neoliberal, las decisiones económicas no son tomadas por los representantes legítimos de la voluntad ciudadana en un parlamento cuyas sesiones son públicas, sino en el profundo secreto que protege de cualquier observación las decisiones adoptadas por los directivos de las corporaciones mercantiles. Entidades que, para que no quede ninguna duda sobre su verdadera "naturaleza", se hallan constituidas bajo la forma de sociedades anónimas.
El propio Adam Smith —que no era economista sino profesor de moral— sostiene (Riqueza de las Naciones) que debieran prohibirse las sociedades anónimas y los grupos patronales, pues "es raro que se reúnan personas del mismo negocio, aunque sea para divertirse y distraerse, y que la conversación no termine en una conspiración contra el público o en alguna estratagema para subir los precios".
Con todos sus defectos y carencias, la Constitución de 1978 es la que ha aceptado la ciudadanía española. De ella emanan las formas del consentimiento político que otorgamos a los representantes de la voluntad popular. Si, como en este caso manifiesto, dichos representantes estafan esa voluntad, las ciudadanas y ciudadanos debemos castigarlos en las urnas con la mayor dureza.
Sin referéndum, no les votes
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Pide un referéndum para ratificar la reforma de la Constitución
”Estamos midiendo y palpando el resultado, “de aquellos porros, estos maderos”, de esta transición y de estos veinticinco años de democracia en la que no ha habido el menor intento de crear una cultura democrática (M.Martín)
ResponderEliminar4.-Nuestra política, convertida “en mera partitocracia”- se envilece tanto como nos empobrece. Resulta penosa por su falta de imaginación, sus carencias éticas, su escasez representativa y su ausencia parlamentaria; pero no hay otra cosa ni, mucho menos, voluntad de que llegue a haberla. El resultado es esa ciénaga de inmovilismo, corrupción, incompetencia, egoísmo y resignación en que ha devenido la política española. -JM Carrascal- Vemos que tanta hojarasca hubo hace cinco años como hay actualmente. (Don Giuliano)
El presidente ha urdido un acuerdo que satisface al PP -es lógico, porque le evita afrontar este tema después del 20N y le da la razón a Rajoy que venía reclamando esta medida-, pero que encrespa a su partido porque políticamente no tiene un pase. La reforma no va a ser fruto de un gran debate nacional (partidos, sindicatos, empresarios, sociedad civil); no logrará la adhesión de los nacionalistas porque la limitación del déficit incide en su autogobierno y quiebra al PSOE que, como todo socialismo, quiere jugar con el margen del déficit para vestir sus tan traídas y llevadas "políticas sociales".
ResponderEliminarLa Constitución solo se ha reformado una vez (en 1992 para otorgar el voto a los residentes comunitarios). La reforma que se propone no es menor, sino estructural porque conformará un modo distinto de administrar los recursos públicos, pero que tambien limitará las posibilidades de prestaciones del Estado
Esta es una política despótica que consiste en "todo para el pueblo pero sin el pueblo"; ésta es una política opaca y mentirosa porque no reconoce que se practica por imposición de los mercados y del directorio de la UE; ésta es una política descaradamente autocrática porque se aborda sin el más mínimo debate y por sorpresa; ésta es una política tardía porque, aunque el techo de gasto debió haberse establecido hace tiempo en la Constitución y/o en leyes ad hoc, se practica ahora para aplacar las fortísimas corrientes europeas de profunda desconfianza hacia la economía española que han mostrado su faz en agosto pero que volverán a hacerlo en septiembre y, en fin, esta política es propia de un hombre y de un Gobierno sin capacidad de previsión, sin criterio y sin convicciones.
(J. A. Zarzalejos en El Confidencial)
Que la Contitución es reformable es signo democrático, pero que sea cuando y como quieran los partidos (que no son nada democráticos a.e.f.) distorsiona profundamente el signo y valor de la misma. Aquí en España, es así, un verdad de Perogrullo. Para sobrellevar estos males, por aquello de mal de todos... tenemos esto:
ResponderEliminar"En cierta infeliz nación
cuantos gobiernos mandaban
solemnemente juraban
cumplir la Constitución.
... .... ...
Y todos, por Barrabás,
cumpliendo lo que ofrecían,
guardarlo tanto solían,
que no la usaron jamás".
-Liborio T Porcet- (Don Giuliano)
Yo estoy también por el referendum, aunque tenga la certeza de que, si coincide con las elecciones del 20-N, el si a la reforma ganaría con toda seguridad. Las maquinarias electorales del PSOE/PP, más la publicidad institucional encubierta, vendiendo solemnes razones de Estado y presunta austeridad en los gastos públicos frente al despilfarro, convencerían a sus masas de fieles votantes.
ResponderEliminarY si a eso unimos la abstención y el retraimiento ante las urnas que directa o indirectamente fomenta gran parte de la alegre muchachada del 15-M,perderíamos como siempre, eso si, con la conciencia muy tranquila.
Pero en fin, reclamamemos el referendum que ya veréis que poco se hacen de rogar para concedernos el capricho.
Salud
Gramscianamente de acuerdo con Surfista de secano: el pesimismo de la razón y de la experiencia nos induce a pensar que el referéndum, asociado al 20-N, lo ganarían los del pacto. Pero el optimismo de la voluntad nos exige ser coherentes con lo que pensamos. Y puestos a ser optimistas, con un par de copas de más... of course, incluso soñar que el 15-M invita a pasar masivamente por las urnas votando contra la reforma y contra quienes la han urdido.
ResponderEliminarPor si algún joven se asomara por este humilde blog, reproduzco estos 'Consejos de un Octogenario'
ResponderEliminarA los ochenta años, André Maurois tuvo el humor y la energía suficiente para acceder a la petición de un joven de veinte que le solicita un consejo acerca de "la conducta de la vida". Conmovido por la juvenil petición, le contesta con una larga carta abierta.
La primera, sencilla y a la vez exigente norma de conducta que le señala es que "hay que vivir para otra cosa que para sí mismo".
"El hombre que medita sobre sí mismo encontrará siempre miles de razones para ser desdichado. Jamás hizo lo que hubiera querido y debido hacer; jamás obtuvo todo lo que, según pensaba, se merecía; muy rara vez ha sido amado como hubiera soñado serlo. Si rumia el pasado, experimentará penas y remordimientos, lo que es inútil". Y concluye que "todo ser que vive para los demás (...), olvida maravillosamente sus angustias y sus pequeños intereses".
La norma segunda es "que hay que actuar", porque "en lugar de lamentarnos de lo absurdo del mundo", se debe intentar "transformar este pequeño recinto en el que fuimos arrojados", pero sin la vana aspiración de cambiar todo el universo. "Cada uno -insiste con inteligente realismo- en su esfera de acción: yo escribo libros, el carpintero arma los estantes de mi biblioteca, el agente de policía dirige el tránsito, el ingeniero construye, el intendente administra la comuna. Todos, si se ocupan de labores que saben realizar, se sienten felices en el momento de actuar".
Regla tercera: "hay que creer en el poder de la voluntad", con sus limitaciones, es decir, sabiendo que "la libertad vive en la frontera entre lo posible y la voluntad".
Cuarta regla: ser fiel a las promesas, a los contratos, a sí mismo, porque la fidelidad termina por crear "aquello que la justifica". Esta misma regla la enuncia de esta otra manera: "hay que pertenecer a esa clase de hombres que nunca decepcionan". Maurois advierte que no es una virtud fácil, ya que "mil tentaciones se atraviesan en el camino del compromiso que se adquirió".
No le falta razón al Surfista de secano. El bipartidismo reinante tiene recursos suficientes para ganar el referéndum. Recordemos el de la Constitución europea. Nos mandaron como información un farragoso texto que no creo que nadie tuviera la paciencia de leer. Y encima nos decían que el sí significaba también ¡aprobar un apéndice oculto! ¿Se podía aprobar tal engendro? Pues sí, se aprobó. ¿Y qué pasará si se aprueba el próximo? ¿Tendría más legitimidad lo aprobado?
ResponderEliminarDe todas maneras, sin olvidar que no hay que confundir los medios (referéndum) con los fines(oposición a unas medidas antisociales), habrá que arrancarles ese referéndum e intentar ganarlo para, de acuerdo con Cive, darles en los morros a quienes han urdido tan odiosa reforma.
Otra cosa, la carta de José Luis Sampedro es apócrifa. Alguien con pocos escrúpulos ha utilizado su nombre indebidamente. Los fines no justifican los medios.
Cive, me alegro de leerte de nuevo.
ResponderEliminarMe temo que estamos a punto de caramelo para un rescate...ojalá y me equivocara.
Un saludo desde lejos de Spanya (estoy en teclado no del país)
Gracias, Unodetantos, por tus observaciones y, sobre todo, por la advertencia sobre la carta apócrifa, a la que concedí veracidad por estar publicada en Unidad por la República. Lo peor de un error es no reconocerlo, acabo de retirar el enlace.
ResponderEliminarA Virginia, salutacions i que els vents et siguin propicis en el teu viatge
Hola, Cive.
ResponderEliminar"Cada uno -insiste con inteligente realismo- en su esfera de acción: yo escribo libros, el carpintero arma los estantes de mi biblioteca, el agente de policía dirige el tránsito, el ingeniero construye, el intendente administra la comuna. Todos, si se ocupan de labores que saben realizar, se sienten felices en el momento de actuar", citas de A. Maurois
A mí, la verdad es que me rechina un poco eso de la satisfacción en el trabajo bien hecho, cuando veo los trabajos que acabamos estando condenados a hacer muchos de nosostros (el agente de policía también pega palos con gran profesionalidad, porque así se lo ordenan sus mandos, por ejemplo, y encima ¿se siente bien?) No sé, echo en falta algo más de sentido crítico. Empezando por el trabajo de uno mismo.
Y luego, además, qué.
Nos creemos eso de que trabajamos por el bien común, por este "estado de derecho", etc.
Llevo casi treinta años trabajando, haciendo decentemente un trabajo que creo que no causa demasiado perjuicio a nadie,..., y ahora resulta que eso que nos decían que contribuíamos a construir no se sostiene, que no contemos con la educación, con la sanidad, con un retiro digno (mucho menos una renta básica, claro). Vaya estafa. ¿Trabajar para eso?
No, de verdad, prefiero decir no a ser un "honesto" trabajador.O como Bartleby, el escribiente: "preferiría no hacerlo".
Un saludo.
Antonio