jueves, 12 de mayo de 2022

No romper de inmediato el contrato con Iberdrola: eso sí que sería del género tonto

No contento con estar en la cúspide de una de las empresas del oligopolio eléctrico que fija tarifas abusivas sobre los precios de la energía que llega hasta nuestros hogares, el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, se permitió llamar tontos a los clientes que optan por la tarifa regulada por el Gobierno. Lo cual merece una contundente respuesta a través de la ruptura inmediata de los contratos suscritos con esta compañía.

Según la más novedosa teoría política acuñada por los ideólogos de la derecha patria, el summun de la libertad consiste en tomar cañas en las terrazas de los bares. Estos alegres goces propios de la España cañí ocultan el nulo margen de libertad que tiene la mayor parte de la ciudadanía para disfrutar de las ventajas de la energía eléctrica a unos precios ajustados al verdadero coste de producción. Cada contador de suministro instalado en nuestros hogares equivale a un yugo que nos encadena al arbitrario capricho de los gestores del oligopolio de empresas eléctricas que suministran un bien público de importancia vital. Gestores que fijan altísimos salarios para sí mismos al mismo tiempo que establecen tarifas abusivas sobre los precios de la corriente que llega hasta las bombillas y electrodomésticos de nuestros hogares.

La indignación que embarga a la mayoría de usuarios al comprobar el importe de la factura mensual de la luz es cosa generalizada. Paradójicamente, cuando llega la hora de votar a los representantes de la soberanía del pueblo, esa gran mayoría indignada parece ignorar los pesados eslabones de las cadenas que nos atan al oligopolio eléctrico. Pues las opciones políticas que favorecen la existencia de ese oligopolio suelen obtener un considerable número de votos en las urnas. Por ejemplo, el Partido Popular que, día sí y al otro también, predica que hay que bajar los impuestos. Aunque en la práctica los suba cuando gobierna, llegando incluso a la desfachatez de establecer nada menos que un impuesto al Sol. Es decir, a los hogares que instalaran por su cuenta placas fotovoltaicas para obtener electricidad aprovechando la energía luminosa que, gratis et amore, envía la estrella alrededor de la cual gira nuestro sistema planetario.

Mientras ese pueblo, soberano en teoría y despistado en la práctica, no sea consciente de la necesidad de votar opciones de gobierno capaces de hacer frente al oligopolio eléctrico, seguiremos viendo restringida nuestra libertad de acceso a un recurso imprescindible para nuestra vida cotidiana como es la electricidad.

La impunidad de la que gozan los gestores de las compañías eléctricas para perpetrar sus abusos contra los consumidores es de tal magnitud, que uno de ellos se permitió recientemente despreciar de manera pública a los sufridos usuarios. En concreto, Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, que dijo textualmente: "Solamente los tontos que siguen con la tarifa regulada marcada por el Gobierno pagan ese precio" [alto, de la electricidad]. Afirmación realizada en medio de sonoras carcajadas tanto de Sánchez Galán como de los corifeos que le acompañaban en un coloquio en medios empresariales.

Sánchez Galán llamó directamente tontos a los 10 millones de clientes de la tarifa regulada. Con el agravante de que la gente de menores ingresos, los beneficiarios del bono social eléctrico (1,2 millones de familias) están obligados a contratar esa tarifa regulada.


El trasfondo de este episodio lo explica muy bien Xavier Vidal Folch: El, digamos, lapsus de Galán, era parte de la campaña de las grandes eléctricas por propiciar su tarifa libre. Que sigue a su cruzada de lobby en Bruselas contra la “excepción ibérica” auspiciada por el Gobierno en favor de… los consumidores. Olvidarían que ostentan enorme responsabilidad social como gestoras —privadas— de un servicio público. La intensidad de su presión ha desbordado todo precedente ponderado. Ya antes debelaron la mengua de sus “beneficios caídos delcielo”, y la CNMC inadmitió el 12 de abril su recurso por “carente de fundamento”. El día 4, Galán afeó a España como “el país con más riesgo regulatorio de Europa”. El 19, con grandes bancos, tacharon la excepción de“ventaja competitiva desleal”. Y el 21 denunciaron ante la Comisión que no era, yuju, “compatible con el marco legal europeo”. Sin éxito.

Como ya se ha dicho, mientras no tengamos un Gobierno con la suficiente voluntad política y fortaleza parlamentaria para meter en cintura a estos extorsionadores del suministro eléctrico, seguiremos padeciendo el abuso en la factura. Pero, al menos, sí hay una cosa que podemos hacer mañana mismo ejerciendo la facultad que asiste a todo cliente de una compañía eléctrica: rescindir el contrato de suministro con Iberdrola.

Por supuesto, no somos tan cándidos como para creer que el resto de compañías sean menos extorsionadoras que Iberdrola, puesto que todas ellas forman parte del oligopolio eléctrico que se pone de acuerdo para fijar los precios. Pero, al menos, los otros gestores todavía no han tenido la desfachatez con que Sánchez Galán y sus secuaces se han reído abiertamente en nuestra cara. Así que lo menos que exige la dignidad del conjunto de personas que tienen contratado el suministro eléctrico con Iberdrola, en la modalidad de tarifa regulada, es proceder a romperlo de inmediato. Y para animarles, aquí les dejo esta arenga cívica escrita por W. Shakespeare en Coriolano


Los patricios son tenidos por buenos ciudadanos; nosotros somos los pobres ciudadanos. Con lo que sobra a los poderosos bastaría para socorrernos. Si tan sólo nos dieran lo que les es superfluo mientras estuviese en buen estado, podríamos creer que nos auxilian por humanidad; pero piensan que somos demasiado caros de sostener. La delgadez que nos devora, el espectáculo de nuestra miseria, son como el inventario encargado de mantener detallada la cuenta de su abundancia. Nuestro sufrimiento constituye provecho para los tales. Venguémonos con nuestras picas antes de vernos reducidos a esqueletos; porque saben los dioses que cuando hablo así es porque tengo hambre de pan y no sed de venganza

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