El timón de una nave se le confía únicamente a quien tiene experiencia en la materia, aunque sólo corran peligro cuatro pasajeros y unas pocas mercancías; pero el Estado, donde tantos miles de personas están en juego, se lo confiamos a un cualquiera. Para hacerse cochero, se aprende el oficio, se practica, se entrena uno; pero para ser príncipe, creemos que basta con haber nacido. (Erasmo de Rotterdam)
Al explicar, en su fecundo libro de los Adagios, el proverbio Para rey o para necio se nace, el gran humanista Erasmo de Rotterdam nos recuerda que: "En primer lugar, se requiere tener una recta opinión de las cosas, pues las opiniones son como las fuentes de donde surgen en la vida las acciones, y si están contaminadas, dan al traste con todo".
Este adagio viene al pelo en un momento en que los gobernantes nos invitan a trabajar con ahínco para que no se hunda el tinglado económico internacional, sumido en grave crisis por los manejos de la banca y otros delincuentes financieros. En España, el Rey Juan Carlos I, con su habitual estilo simplón, alentó a los españoles "a tirar todos del carro en la misma dirección" en uno de sus discursos de Nochebuena.
Amistades poco edificantes para un Jefe de Estado: Corinna zu Sayn-Wittgenstein, Patrick Mavros, Juan Carlos I de Borbón
El monarca bien podría haber dicho: “Ciudadanos, como premio a vuestros sacrificios y esfuerzo laboral, os garantizo que al superar la crisis se repartirán con equidad los beneficios de la producción”. Nada de eso, lo único que los gobernantes nos ofrecen a cambio de nuestro sacrificio es restablecer el equilibrio del sistema para dejarlo en el mismo punto en el que estaba antes de producirse la crisis: en similar estado de riesgo de que la quiebra se repita.
Obligado por el descontento nacional a que ha dado lugar el vergonzoso episodio de Botswana, el más alto funcionario vitalicio del Estado español se ha visto ahora obligado a pronunciar una disculpa pública. Asegurando al mismo tiempo, que está deseando volver a trabajar"
Los mandatarios de las naciones nunca han estado tan faltos de legitimidad para pedir un esfuerzo a los ciudadanos como en el momento actual. Pues se puede pedirle al pueblo sangre, sudor y lágrimas ante el ataque de un ejército enemigo. O ante los desastres producidos por un terremoto o un violento huracán. Pero no cuando los manejos especulativos de los mercachifles han gozado de la total permisividad de las autoridades. Antes de prestar obediencia ciega a sus mandatos, tengamos una recta opinión acerca de la capacidad y catadura moral de quienes mandan.
Pues mientras hay sectores que no cesan de sembrar sospechas sobre la presunta holgazanería de los perceptores del subsidio por desempleo, la más alta magistratura de este país se dedica a la peor holganza de todas: la que despliega lujo a todo trapo a cargo del dinero público. El clásico dicho, "disparar con pólvora del Rey" ha perdido vigencia. Ahora es el Rey el que dispara con la pólvora de todos.
Este adagio viene al pelo en un momento en que los gobernantes nos invitan a trabajar con ahínco para que no se hunda el tinglado económico internacional, sumido en grave crisis por los manejos de la banca y otros delincuentes financieros. En España, el Rey Juan Carlos I, con su habitual estilo simplón, alentó a los españoles "a tirar todos del carro en la misma dirección" en uno de sus discursos de Nochebuena.
Amistades poco edificantes para un Jefe de Estado: Corinna zu Sayn-Wittgenstein, Patrick Mavros, Juan Carlos I de Borbón
El monarca bien podría haber dicho: “Ciudadanos, como premio a vuestros sacrificios y esfuerzo laboral, os garantizo que al superar la crisis se repartirán con equidad los beneficios de la producción”. Nada de eso, lo único que los gobernantes nos ofrecen a cambio de nuestro sacrificio es restablecer el equilibrio del sistema para dejarlo en el mismo punto en el que estaba antes de producirse la crisis: en similar estado de riesgo de que la quiebra se repita.
Obligado por el descontento nacional a que ha dado lugar el vergonzoso episodio de Botswana, el más alto funcionario vitalicio del Estado español se ha visto ahora obligado a pronunciar una disculpa pública. Asegurando al mismo tiempo, que está deseando volver a trabajar"
Los mandatarios de las naciones nunca han estado tan faltos de legitimidad para pedir un esfuerzo a los ciudadanos como en el momento actual. Pues se puede pedirle al pueblo sangre, sudor y lágrimas ante el ataque de un ejército enemigo. O ante los desastres producidos por un terremoto o un violento huracán. Pero no cuando los manejos especulativos de los mercachifles han gozado de la total permisividad de las autoridades. Antes de prestar obediencia ciega a sus mandatos, tengamos una recta opinión acerca de la capacidad y catadura moral de quienes mandan.
Pues mientras hay sectores que no cesan de sembrar sospechas sobre la presunta holgazanería de los perceptores del subsidio por desempleo, la más alta magistratura de este país se dedica a la peor holganza de todas: la que despliega lujo a todo trapo a cargo del dinero público. El clásico dicho, "disparar con pólvora del Rey" ha perdido vigencia. Ahora es el Rey el que dispara con la pólvora de todos.
Ska-P: Simpático holgazán
Queridos inocentes, una historia os voy a contar:
El lujo es evidente en el castillo medieval,
explotando al pueblo sin saber qué es trabajar,
recaudando impuestos pa poder parasitar.
Su majestad, el Pueblo pa servir al rey.
Su majestad, el Pueblo pa cumplir tu ley.
Un joven aldeano que le gusta pensar
pregunta interesado ¿por qué hay desigualdad?
Me rompí mis manos de tanto trabajar
y el rey no da ni palo. Vive de los demás.
Su majestad...
EL REY, el rey, saltando por encima de la ley.
EL REY, el rey, simpático holgazán. (bis)
Siguen pasando siglos, sigue la tradición
y el rey sigue en su trono agarrado a su sillón.
Sus genes de realeza pueden privilegiar
que su descendencia sea nacida pa reinar.
Su majestad...
El Rey, saltando por encima de la ley.
El Rey, simpático holgazán. (bis)
Su majestad...
El Rey...
EL REY, el rey,... (bis)
Queridos inocentes, una historia os voy a contar:
El lujo es evidente en el castillo medieval,
explotando al pueblo sin saber qué es trabajar,
recaudando impuestos pa poder parasitar.
Su majestad, el Pueblo pa servir al rey.
Su majestad, el Pueblo pa cumplir tu ley.
Un joven aldeano que le gusta pensar
pregunta interesado ¿por qué hay desigualdad?
Me rompí mis manos de tanto trabajar
y el rey no da ni palo. Vive de los demás.
Su majestad...
EL REY, el rey, saltando por encima de la ley.
EL REY, el rey, simpático holgazán. (bis)
Siguen pasando siglos, sigue la tradición
y el rey sigue en su trono agarrado a su sillón.
Sus genes de realeza pueden privilegiar
que su descendencia sea nacida pa reinar.
Su majestad...
El Rey, saltando por encima de la ley.
El Rey, simpático holgazán. (bis)
Su majestad...
El Rey...
EL REY, el rey,... (bis)
No hay comentarios:
Publicar un comentario