"Lo que no puede ser ser no puede ser, y además es imposible", afirma un perogrullesco principio de lógica popular. Ahora que tantos consejos de ahorro se dan a las familias para que ahorren hasta 6.000 euros al año, habría que preguntar por sus métodos de ahorro a las 8.500.000 personas que malviven en España con ingresos anuales inferiores a 6.000 euros: desempleados, precarios y, sobre todo, pensionistas. Ellos ya son ahorradores a la fuerza.
Como de algo hay que hablar en estos tiempos de crisis, abundan en la prensa los consejos sobre cómo administrar mejor las economías domésticas. Revisar las condiciones de la hipoteca, cambiar el seguro del coche de compañía, buscar un banco que no cobre comisiones por la cuenta corriente..., son algunas de las recomendaciones. “A veces sólo se tratará de adquirir nuevos hábitos y otras de aplicar el sentido común. Para que estos tiempos de crisis aprieten pero no ahoguen, las organizaciones de consumidores han lanzado su lista de recomendaciones. De seguirlas, sin duda ayudarán, ya que las familias pueden ahorrar hasta 6.000 euros al año en su economía doméstica”. (ABC, 30-11-08)
Esa cifra de 6.000 euros se desglosa entre los 1.500 euros que se pueden ahorrar eligiendo bien la cesta de la compra, los 560 euros del capítulo telecomunicaciones (móvil e internet), los 460 euros eliminando comisiones bancarias y tarjeta de crédito. Un capítulo importante es el de los seguros (autómovil, hogar, etc) donde el ahorro podría rondar los 2.500 euros. Así como el energético, donde racionalizando el consumo podrían ahorrarse otros 1.068 euros.
Con una lógica tal vez no impecable aunque sí implacable, el famoso torero Rafael El Gallo dejó sentado el memorable y perogrullesco principio: Lo que no puede ser ser no puede ser, y además es imposible. Que no habría tenido empacho en suscribir el mismo Juan de Mairena. Pues más o menos esto es lo que podrían decir esas alrededor de 8.500.000 personas que viven —o mejor dicho, malviven— en España con ingresos anuales inferiores a 6.000 euros.
Son datos oficiales, procedentes de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) que elabora anualmente el el Instituto Nacional de Estadística (INE) el 19,9% de la población residente en España vive con ingresos por debajo del umbral de pobreza relativa. La ECV estima, con datos del 2006, que el ingreso medio anual de los hogares fue de 23.442 euros, y los ingresos medios por persona de 8.403 euros. Por lo que el umbral de pobreza relativa se sitúa en 6.860 euros anuales, o 572 euros mensuales.
El método que utiliza la ECV consiste en fijar el umbral de pobreza relativa en el 60% de la mediana de los ingresos por unidad de consumo de las personas. Los ingresos por unidad de consumo del hogar se calculan para tener en cuenta economías de escala en los hogares. Se obtienen dividiendo los ingresos totales del hogar entre el número de unidades de consumo. Éstas se calculan utilizando la escala de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) modificada, que concede un peso de 1 al primer adulto, un peso de 0,5 a los demás adultos y un peso de 0,3 a los menores de 14 años. Una vez calculado el ingreso por unidad de consumo del hogar se adjudica éste a cada uno de sus miembros. Estos ingresos por unidad de consumo de las personas (o ingreso equivalente de la persona) se utilizan en el cálculo de medidas de pobreza relativa.
¿Cuál es el retrato de una persona con tan bajos ingresos? Sobre todo, personas mayores. Un jubilado de más de 65 años que perciba la pensión contributiva mínima: 528,55 euros mensuales. Y habrá de darse con un canto en los dientes al comparars con aquellos que sólo cobran el Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez (SOVI): 356,20 euros/mes. Todavía más cicatera es la pensión mínima de carácter no contributivo: 328.44 euros/mes. Y en cuanto a los mayores de 52 años que tuvieron la desgracia de verse atrapados a esa crítica edad en el desempleo estructural de larga duración, perciben 413,50 euros x 12 meses, sin derecho a las dos pagas extraordinarias de los pensionistas. Todos ellos, son pobres por decreto, es decir, por el Real Decreto Ley que fija esas miserables pensiones que, más que de solidaridad, parecen de castigo. A todos ellos, hay que sumar la legión de trabajadores precarios inframileuristas.
De manera que serían las personas que componen estos hogares sumidos en la pobreza relativa las que verdaderamente podrían dar lecciones no ya de ahorro, sino de privaciones. Por ejemplo, un tipo de pobreza característico de las sociedades occidentales es la pobreza energética, consistente en la dificultad o la incapacidad de mantener la vivienda en unas condiciones adecuadas de temperatura a un precio justo. Es el resultado de factores como problemas económicos de las familias, altos precios de la energía, baja calidad de la construcción. No obstante, la precariedad energética no suele asumirse como pobreza en el seno de los hogares afectados, que acaban viviendo en pésimas condiciones de confort térmico que ponen en peligro a su salud. La encuesta del INE revela que un 9,6 % de las viviendas españolas no puede permitirse mantener el hogar a una temperatura adecuada.
Esa cifra de 6.000 euros se desglosa entre los 1.500 euros que se pueden ahorrar eligiendo bien la cesta de la compra, los 560 euros del capítulo telecomunicaciones (móvil e internet), los 460 euros eliminando comisiones bancarias y tarjeta de crédito. Un capítulo importante es el de los seguros (autómovil, hogar, etc) donde el ahorro podría rondar los 2.500 euros. Así como el energético, donde racionalizando el consumo podrían ahorrarse otros 1.068 euros.
Con una lógica tal vez no impecable aunque sí implacable, el famoso torero Rafael El Gallo dejó sentado el memorable y perogrullesco principio: Lo que no puede ser ser no puede ser, y además es imposible. Que no habría tenido empacho en suscribir el mismo Juan de Mairena. Pues más o menos esto es lo que podrían decir esas alrededor de 8.500.000 personas que viven —o mejor dicho, malviven— en España con ingresos anuales inferiores a 6.000 euros.
Son datos oficiales, procedentes de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) que elabora anualmente el el Instituto Nacional de Estadística (INE) el 19,9% de la población residente en España vive con ingresos por debajo del umbral de pobreza relativa. La ECV estima, con datos del 2006, que el ingreso medio anual de los hogares fue de 23.442 euros, y los ingresos medios por persona de 8.403 euros. Por lo que el umbral de pobreza relativa se sitúa en 6.860 euros anuales, o 572 euros mensuales.
El método que utiliza la ECV consiste en fijar el umbral de pobreza relativa en el 60% de la mediana de los ingresos por unidad de consumo de las personas. Los ingresos por unidad de consumo del hogar se calculan para tener en cuenta economías de escala en los hogares. Se obtienen dividiendo los ingresos totales del hogar entre el número de unidades de consumo. Éstas se calculan utilizando la escala de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) modificada, que concede un peso de 1 al primer adulto, un peso de 0,5 a los demás adultos y un peso de 0,3 a los menores de 14 años. Una vez calculado el ingreso por unidad de consumo del hogar se adjudica éste a cada uno de sus miembros. Estos ingresos por unidad de consumo de las personas (o ingreso equivalente de la persona) se utilizan en el cálculo de medidas de pobreza relativa.
¿Cuál es el retrato de una persona con tan bajos ingresos? Sobre todo, personas mayores. Un jubilado de más de 65 años que perciba la pensión contributiva mínima: 528,55 euros mensuales. Y habrá de darse con un canto en los dientes al comparars con aquellos que sólo cobran el Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez (SOVI): 356,20 euros/mes. Todavía más cicatera es la pensión mínima de carácter no contributivo: 328.44 euros/mes. Y en cuanto a los mayores de 52 años que tuvieron la desgracia de verse atrapados a esa crítica edad en el desempleo estructural de larga duración, perciben 413,50 euros x 12 meses, sin derecho a las dos pagas extraordinarias de los pensionistas. Todos ellos, son pobres por decreto, es decir, por el Real Decreto Ley que fija esas miserables pensiones que, más que de solidaridad, parecen de castigo. A todos ellos, hay que sumar la legión de trabajadores precarios inframileuristas.
De manera que serían las personas que componen estos hogares sumidos en la pobreza relativa las que verdaderamente podrían dar lecciones no ya de ahorro, sino de privaciones. Por ejemplo, un tipo de pobreza característico de las sociedades occidentales es la pobreza energética, consistente en la dificultad o la incapacidad de mantener la vivienda en unas condiciones adecuadas de temperatura a un precio justo. Es el resultado de factores como problemas económicos de las familias, altos precios de la energía, baja calidad de la construcción. No obstante, la precariedad energética no suele asumirse como pobreza en el seno de los hogares afectados, que acaban viviendo en pésimas condiciones de confort térmico que ponen en peligro a su salud. La encuesta del INE revela que un 9,6 % de las viviendas españolas no puede permitirse mantener el hogar a una temperatura adecuada.
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