La Organización Internacional del Trabajo (OIT) advierte de que la actual crisis económica global agravará el problema del trabajo infantil en el mundo, ya que muchas familias se quedarán sin empleo y deberán acudir a sus hijos como fuente de ingresos.
En 1840, el médico francés Louis-René Villermé, en su Tableaux de l'état physique et moral des salariés en France, denunció las terribles condiciones del trabajo de los niños en las hilaturas de algodón.
Permanecen dieciseis a diecisiete horas cada día, de las cuales trece al menos en una pieza cerrada, sin cambiar de lugar ni postura. No es un trabajo, una tarea, sino una tortura, y se la inflige a los niños de seis a ocho años, mal alimentados, mal vestidos, obligados a recorrer desde las cinco de la mañana la larga distancia que los separa de los talleres, a la que se añade de noche la vuelta de los talleres. ¿Cómo estos infortunados, que apenas pueden disfrutar de algunos instantes de sueño, podrían resistir tanta miseria y fatiga?
Poco después, la Asamblea Francesa comenzó a debatir una ley para reducir la jornada de trabajo de los menores de 8 años, el conocido físico Louis Joseph Gay-Lussac intervino en la polémica afirmando: "Debemos ver en el fabricante un útil y venerable ciudadano que provee las necesidades de la sociedad asegurando trabajo a la clase obrera, comportándose en esto como un verdadero padre de familia […] No existe nada más vejatorio para un honrado fabricante, ocupado en su penosa tarea, que el ver que a cada instante está bajo el yugo de una inspección […] esto es una violación de domicilio, una practica inquisitorial […]. Hacer al fabricante responsable de la salud del niño, e imponerle, con ese pretexto sacrificios de todo género, es ir demasiado lejos".
Venciendo la resistencia liberal a todo tipo de inspección o regulación del trabajo, se han ido estableciendo sucesivos convenios prohibiendo el trabajo infantil. Pese a lo cual, en la actualidad trabajan en el mundo 218 millones de niños, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) De ellos, 126 millones —uno de de cada doce— lo hacen expuestos a las peores formas de trabajo infantil.
El pasado 10 de junio se celebró el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Con ese motivo, la oficina de la OIT en España organizó una rueda de prensa en la que Juan Felipe Hunt, director de la oficina, afirmó que los efectos de la actual crisis global seguramente se sigan sufriendo aún durante seis a ocho años "incluso a partir de que las cifras económicas empiecen a recuperarse". Una situación así, agregó Hunt, "repercute en el trabajo formal, ya que multitud de personas se están quedando sin empleo", pero también en el trabajo informal, "porque no hay actividad económica".
Permanecen dieciseis a diecisiete horas cada día, de las cuales trece al menos en una pieza cerrada, sin cambiar de lugar ni postura. No es un trabajo, una tarea, sino una tortura, y se la inflige a los niños de seis a ocho años, mal alimentados, mal vestidos, obligados a recorrer desde las cinco de la mañana la larga distancia que los separa de los talleres, a la que se añade de noche la vuelta de los talleres. ¿Cómo estos infortunados, que apenas pueden disfrutar de algunos instantes de sueño, podrían resistir tanta miseria y fatiga?
Poco después, la Asamblea Francesa comenzó a debatir una ley para reducir la jornada de trabajo de los menores de 8 años, el conocido físico Louis Joseph Gay-Lussac intervino en la polémica afirmando: "Debemos ver en el fabricante un útil y venerable ciudadano que provee las necesidades de la sociedad asegurando trabajo a la clase obrera, comportándose en esto como un verdadero padre de familia […] No existe nada más vejatorio para un honrado fabricante, ocupado en su penosa tarea, que el ver que a cada instante está bajo el yugo de una inspección […] esto es una violación de domicilio, una practica inquisitorial […]. Hacer al fabricante responsable de la salud del niño, e imponerle, con ese pretexto sacrificios de todo género, es ir demasiado lejos".
Venciendo la resistencia liberal a todo tipo de inspección o regulación del trabajo, se han ido estableciendo sucesivos convenios prohibiendo el trabajo infantil. Pese a lo cual, en la actualidad trabajan en el mundo 218 millones de niños, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) De ellos, 126 millones —uno de de cada doce— lo hacen expuestos a las peores formas de trabajo infantil.
El pasado 10 de junio se celebró el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Con ese motivo, la oficina de la OIT en España organizó una rueda de prensa en la que Juan Felipe Hunt, director de la oficina, afirmó que los efectos de la actual crisis global seguramente se sigan sufriendo aún durante seis a ocho años "incluso a partir de que las cifras económicas empiecen a recuperarse". Una situación así, agregó Hunt, "repercute en el trabajo formal, ya que multitud de personas se están quedando sin empleo", pero también en el trabajo informal, "porque no hay actividad económica".
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