Sin embargo, lo que sí hace en este caso el Ministerio de Trabajo es “estorbar”, “interferir” o incluso “coaccionar” ese derecho al libre movimiento al negar la tarjeta sanitaria europea a quienes estén cobrando el subsidio por desempleo para mayores de 52 años, por un período superior a 15 días.
En cualquier caso, a partir de la publicación de este artículo también en Soitu, ha rebotado en la red originando cierto debate en Menéame. Algunos de los participantes en ese debate han defendido el principio correcto: un ciudadano no debe sufrir discriminación en sus derechos. Sin embargo, han sido muchos los que se han dejado llevar por viejos prejuicios o incluso el desconocimiento de la realidad. Por ejemplo, dice uno: “Si no existiera ese control habría muchos que estarían cobrando sus 900 euros del gobierno español mientras trabajan en Ecuador”. Esa opinión está viciada ya que parte de una premisa errónea: que el subsidio es de 900 euros, cosa que no es cierta, siendo 428 euros la cantidad correcta.
“Vamos, que está cobrando el paro y en vez de buscar trabajo, se dedica a irse de vacaciones”, dicen otros. Esta opinión abunda en el tópico “el trabajo del desempleado es buscar empleo”. Lo cual no deja de ser un retruécano. Pues trabajo era precisamente lo que tenía anteriormente el desempleado, que no lo sería de no haber sido despedido del mismo contra su voluntad.
Aun aceptando ese principio, si “el trabajo del desempleado es buscar empleo" de su propio enunciado se desprende que tendrá derecho, por realizar ese trabajo de búsqueda, a vacaciones, como cualquier otro trabajador. Con demasiada ligereza se olvida aquí que el brutal aumento del paro en 2009 no obedece a que un ‘virus de la holgazanería’ haya atacado a millones de personas, sino que éstas han sido llevadas a tal situación a causa de la crisis económica provocada por la delincuencia financiera internacional. ¿Por qué hay moralistas dispuestos a aplicar sobre los parados un castigo adicional?
El caso citado es el de un parado de larga duración y mayor de 61 años. ¿Acaso alguien en su sano juicio piensa que en pleno mes de agosto le van a llamar para un trabajo que no le ofrecieron durante los últimos cinco años?
Para empezar, no todos los parados que figuran en el registro de los servicios públicos de empleo tienen las mismas posibilidades de incorporarse al trabajo. Los propios altos cargos del Ministerio de Trabajo reconocen que los mayores de cincuenta y dos años no van a encontrar empleo. Por lo que el Ministerio de Trabajo ha elaborado el llamado índice de ocupabilidad (la probabilidad de convertirse en ocupado) con el fin de depurar las cifras. El resultado es que la mitad de quienes figuran en el registro tienen una baja o muy baja probabilidad de encontrar un empleo (El País, 4-11-06: “Desempleados reales o aparentes”).
Y por lo que respecta al próximo verano de 2009, la empresa de gestión de recursos humanos Adecco y el Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE) han publicado su ya tradicional Indicador Laboral de Comunidades Autónomas, en el que recoge sus previsiones del mercado de trabajo para este verano y son demoledoras. Estas son sus principales conclusiones:
- Destrucción de 1,5 millones de puestos de trabajo en el tercer trimestre del año.
- La contratación temporal caerá un 50% respecto al mismo periodo del año pasado, que ya fue un 17% inferior a la de 2007.
- Las empresas han adecuado plantillas durante el ejercicio y no les va a hacer falta contratar personal durante el verano. Por ejemplo, apenas habrá sustituciones por vacaciones ni en la industria ni en la hostelería y la restauración.
- Los jóvenes y estudiantes tendrán que competir con los más de cuatro millones de parados para buscar empleos de temporada.
- La profundidad de la crisis provocará que las amas de casa y los parados mayores de 40 años busquen también los puestos de trabajo eventuales propios de la temporada veraniega. Son colectivos que en ocasiones anteriores no demandan este tipo de empleos.
- Las empresas demandarán en esta época menos puestos y más cualificados.
¡Seguimos rutinas insólitas! No se sabe si es cómico o siniestro que, ante la falta constante, indesarraigable y creciente de puestos de trabajo, se obligue a los millones de desempleados, cada día laborable de la semana, el mes o el año, a salir a la búsqueda “efectiva y permanente” de ese trabajo que ya no existe. Cada día, semana, mes, año, se los condena a postularse en vano, frustrados de antemano por las estadísticas. Porque hacerse rechazar cada día laborable de cada semana, mes e incluso año, ¿no sería un empleo, un oficio, un aprendizaje? ¿Es un destino verosímil? ¿Una ocupación racional? ¿Una forma recomendable de emplear el tiempo?
(El horror económico, Viviane Forrester)