lunes, 3 de marzo de 2014

Creación de empleo: la gran mentira


"No hay mayor espejismo en la actualidad, mayor fraude incluso, que el uso del mismo término trabajo para designar lo que para algunos es monótono, doloroso y socialmente degradante y para otros placentero, socialmente prestigioso y económicamente provechoso. Los que pasan días agradables y bien retribuidos dicen enfáticamente que han estado 'trabajando duro', borrando así la noción de que forman parte de una clase privilegiada" (J.K. Galbraith).


En la sociedad industrial la dimensión social del trabajo está representada por el empleo, un artificio cultural y económico mediante el cual se estructura la división social del trabajo y la distribución de la riqueza, conforme a las pautas del Orden Establecido. En una sociedad regida por el modelo capitalista, que por definición se basa en la desigualdad, el empleo es el agente principal a través del que se articula la reproducción de un sistema social desigual.

George Grosz
Por definición, la introducción de máquinas crea desempleo. Esta evidencia no suele ser del agrado de políticos, economistas, sociólogos y demás profesionales de la dirección de la sociedad de masas. Estos “expertos” ocupan buena parte de su tiempo devanándose los sesos en buscar alambicadas explicaciones con que justificar ese rayo del desempleo que no cesa de azotar implacablemente a la sociedad. Sin embargo, el hecho inobjetable es que, siempre que se transfiere a una máquina la realización del esfuerzo necesario para ejecutar una determinada tarea, las personas que antes realizaban la misma quedarán ociosas. Esta es la descripción objetiva de un fenómeno real, con independencia del subjetivismo inherente a las distintas ópticas con que pueda enfocarse la cuestión del desempleo.
 
La maquinaria agrícola proporciona un esclarecedor ejemplo de esa tendencia intrínseca al desempleo derivada de la mecanización del trabajo. Hasta los años cincuenta del siglo XX todavía se podían ver en nuestros campos de cultivo a nutridas cuadrillas de campesinos que, provistos de afiladas hoces,  segaban la mies a brazo. Hoy en día, en los países desarrollados apenas se encuentra gente trabajando en la agricultura. Las personas han sido sustituidas por potentes máquinas que cortan la espiga y separan la paja del grano, obteniendo en una sola jornada un volumen de cereal equivalente al que antaño precisaba del esfuerzo conjunto de cien hombres. Pese a la evidencia del asunto, políticos y economistas siguen obstinándose en negar que la tecnología destruye empleo. Su principal argumento es que, cada vez que se aplica una técnica nueva a una determinada tarea, el trabajo humano disponible se desplaza hacia una nueva actividad, aumentando así la variedad y complejidad del producto social.

Una defensa clásica de la tesis del desplazamiento del empleo hacia nuevas actividades se encuentra contenida en la siguiente explicación de Lionel Stoleru: “Una oleada de progresos tecnológicos hace inútiles toda una serie de trabajos y suprime masivamente empleos sin, por otra parte, crear otros tantos [...] va a permitir producir más y mejor con menos esfuerzos humanos: las economías de precio de coste, las economías de tiempo de trabajo van a mejorar el poder adquisitivo y a crear por otro lado en la economía (aunque no sea más que en las actividades dedicadas al ocio) nuevos campos de actividad [...]. La sustitución del trabajo humano por la robótica y la telemática [...] permite extraer un valor superior al trabajo pagado anteriormente [...]. Este valor está disponible para remunerar a quien ha perdido su empleo. El paro es más un desplazamiento de actividad que una supresión de empleo”.
 
Sin embargo, tal desplazamiento no es más que una ilusión transitoria, un espejismo a través del cual la realidad juega una mala pasada a los teóricos. Siguiendo con el ejemplo de la agricultura, los segadores que quedan ociosos al introducir las cosechadoras mecánicas podrán desplazarse hacia la ejecución de otras tareas, como la manufactura y mantenimiento de la propia maquinaria agrícola. Pero esa transición sólo será posible durante una primera etapa, porque, una vez que el parque de cosechadoras se satura, ya no será necesario fabricar más que un reducido número de unidades destinadas a la reposición de las que han agotado su vida útil. Así que los primitivos segadores reconvertidos a mecánicos vuelven a estar ociosos.

Agotadas las posibilidades de la industria, a los planificadores sociales aún les queda el sector de los servicios para enviar a los segadores y a los mecánicos excedentes. Pueden reconvertirlos al gratificante oficio de pasteleros y dedicarlos a elaborar delicias reposteras a partir de la harina suministrada por las máquinas cosechadoras. Claro que esta posibilidad sólo es factible durante una etapa determinada porque, inexorablemente, llega un momento en que el número de confiteros vuelve a saturar la capacidad de absorción del mercado. Esto sin contar con el hecho de que también en materia pastelera las ciencias avanzan que es una barbaridad, y en los obradores de repostería las amasadoras mecánicas rivalizan con los programas informáticos que calculan la dosificación idónea para conseguir el adecuado punto del soufflé.
 
En principio, este continuo desplazamiento de actividades no tendría por qué plantear problema social alguno. Nuestros flamantes expertos siempre podrían diseñar nuevas actividades hacia las que canalizar a los ociosos. Dar sombra al botijo de los conductores de las máquinas, contar las abejas que revolotean entre las flores de los guindos o el número de guindas que adorna los pasteles, son todos ellos honrosos y epicúreos oficios con que ocupar el ocio progresivo generado por el éxito tecnológico. Pero el Orden Establecido no es proclive en absoluto a permitir el incremento de la tasa de felicidad dentro de su organización, ofreciendo así una prueba tangible de que su liberalismo consiste en pura boquilla.

El racionalismo mercantil no sitúa entre sus objetivos la mejora de las condiciones de vida de la sociedad, su único interés es el aumento de la productividad de la colmena humana. Y desde el punto de vista de la mera racionalidad económica se considera que “el tiempo de trabajo economizado gracias a la eficacia creciente de los medios empleados es tiempo de trabajo disponible para una producción adicional de riquezas”, según señaló el sociólogo André Gorz: “Decir que estas innovaciones van a ‘crear empleo’ es una forma paradójica de negar la racionalidad económica que, por otra parte, les sirve de justificación: los fast foods, los robots caseros, los ordenadores domésticos, las peluquerías exprés, etc., no tienen como fin dar trabajo sino economizarlo. Si bien exigen realmente trabajo remunerado, es decir, empleos, la cantidad de este trabajo es muy inferior a la cantidad de trabajo doméstico economizado”. 


¿Cuánto tiempo seguiremos creyendo en esa falacia argumental, convertida en mentira política, que promete crear empleo?  La producción de bienes de alta tecnología requiere muy poca y muy especializada mano de obra. La producción industrial y manufacturera ha sido trasladada a la región asiática. Y el capitalismo prefiere especular en los mercados financieros a gestionar empresas con trabajadores potencialmente conflictivos, salvo que hayan sido desposeídos de derechos y sometidos a una férrea disciplina dictatorial.


Este artículo fue publicado un día antes de que el Ministerio de Empleo informara, echando las campanas al vuelo, de que el número de parados registrados en las oficinas de los servicios públicos de empleo (antiguo Inem) bajó en febrero en 1.949 personas respecto al mes anterior. Su primer descenso en este mes desde 2007, hasta situarse el total en 4.812.486 parados. El dato no varía un ápice lo anteriormente escrito. Para empezar, 1.949 bajas en el paro registrado suponen un descenso inapreciable: el 0,0404% respecto al total. Por otro lado, estas bajas podrían obedecer no a un empleo, sino a jubilaciones de perceptores del subsidio para mayores de 55 años, o a personas que no renuevan su demanda de empleo ante la desesperanza de conseguirlo.

Pero, aun suponiendo que se tratara de nuevos empleos, la pregunta es: ¿Qué tipo de empleos: indefinidos, temporales, por un mes, unos días o unas horas? ¿Con qué salarios: suficientes para llevar una vida digna o irrisorios que perpetúan la pobreza del trabajador? La palabra "empleo" ya no equivale a vida suficiente, sino, en muchos casos, a pobreza otorgada a cambio de trabajo. 

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 Observación no baladí es la de Rosa María Artal en su blog: "Acabo de hacer un cálculo apresurado y –corregidme si me equivoco– me sale que si Rajoy cogió el paro en el 22,85% y lo tiene en el 26%, se precisan 500 meses a razón de 2.000 empleos creados al mes, es decir, 41 años, para volver tan solo a la cifra que había en 2011. Son 205 años para el pleno empleo. Eso sí, trabajando ya sólo por un plato de garbanzos y catre en un barracón igual aceleramos la marcha y en un siglo nada más, ya se trabaja por la comida, pero se trabaja".

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Por su parte, la patronal CEOE confía en que de aquí a 2016 España cree 329.200 puestos de trabajo, apenas una tercera parte de los destruidos entre 2012 y 2013, aunque el regreso de la actividad no se traducirá en mejores sueldos. "La recuperación del mercado laboral comenzará a vislumbrarse en 2014, con una creación de empleo neto de 110.300 personas, y se consolidará en 2015, a medida que la actividad económica se fortalezca", asegura la CEOE. Según estas cifras, el número de desocupados en términos de EPA —trabajadores a jornada completa— pasarán de 5,6 millones a 5.3 millones hasta el final de 2015.

Aun contando con que la creación de empleo fuera el triple de la prevista por la patronal, y aparecieran 600.000 nuevos empleos anuales, serían necesarios diez años para absorber las cifras de paro actuales.



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5 comentarios:

  1. Pues si, hay muchos ejemplos de ese deslizamiento hacia la supresión de los trabajos. Ya no hacen falta operarios que fabriquen muebles: vas a Ikea, compras unos kits importados de no se sabe dónde y te los montas tú. No hace falta que entres en el banco a sacar dinero, a la puerta tienes cajeros automáticos y lo sacas tú mismo. Antes te echaban la gasolina al coche, ahora eres tú el que coge la manguera. Si vas de viaje no hace falta que vayas a una agencia de idem, te sacas tú el billete por internet. En los supermercados, ya no es que uno tenga que coger los productos de las estanterías, es que están sustituyendo a las cajeras por un horrible engendro donde das a leer el código del producto, lo pagas y lo metes en la bolsa. Ya se sabe que formamos una sociedad de consumidores (y de espectadores). Pero no sabemos hasta dónde llegará esta locura que lleva a suprimir puestos de trabajo a costa de lo que sea.
    Por cierto, esta situación hará, efectivamente, imprescindible la Renta básica. Y no es solo es que Attac deba defenderlo, es que cualquier partido o coalición que se presente como de izquierdas (sí, porque esta propuesta lo es) lo debería llevar en su programa, junto a la auditoría de la deuda, la prohibición de los desahucios, la banca pública...

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    1. En efecto, esta propuesta debería ser defendida, como dices, por cualquier partido o coalición que enarbole la bandera de la izquierda. La pregunta que se hace en el título del artículo enfatiza en Attac dado que en esta organización, pese a contar desde sus inicios con un Observatorio de la RBC, que ha trabajado para dar información a los activistas, Attac como organización todavía no ha sido capaz de pronunciar de forma clara su posición al respecto.
      En cuanto a los trabajos que como consumidores realizamos 'de gratis' , traté el asunto en:

      http://carnetdeparo.blogspot.com.es/2009/04/pensiones-que-coticen-los-cajeros_30.htm

      así como en el libro del mismo título.

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  2. Estupendo texto. En esa misma línea Seguramente te gustara este texto de Gorz, que seguramente conoces:
    “Veamos ahora lo que se puede y no se puede pedir a la técnica. Es posible pedirle que aumente la eficacia del trabajo y reduzca la duración, la dificultad del mismo. Pero hay que saber que el poder acrecentado de la técnica tiene un precio: separa el trabajo de la vida, y la cultura profesional de la cultura del o cotidiano; exige una dominación despótica de si mismo a cambio de una dominación acrecentada de la naturaleza; estrecha el campo e la experiencia sensible y de la autonomía existencial; separa al productor del producto hasta el punto de el primero no conoce ya la finalidad de lo que hace.
    Este precio de la tenicificación no llega a ser aceptable mas que en la medida en que economiza tiempo y trabajo. Este es su fin declarado. No tiene otro. Está hecha para que los hombres produzcan mas y mejor con menos esfuerzo y menos tiempo. En una hora de tiempo de trabajo, cada trabajador de nuevo tipo economiza diez horas de trabajo clásico, o treinta horas, o cinco, poco importa. Si la economía de tiempo de trabajo no es su fin, su profesión no tiene sentido. Si se tiene como ambición o ideal que el trabajo llena la vida de cada uno y sea la principal fuente de sentido de ella, está en completa contradicción con lo que él hace, debe creer también que los individuos no se realizan solamente en su profesión. Si le gusta hacer su trabajo, es preciso que esté convencido de que el trabajo no lo es todo, que hay cosas tanto o mas importantes que éste,. Cosas para las cuales, él mismo tiene necesidad de más tiempo. Cosas que el “tecnicismo mecánico” le dará tiempo para hacer, debe darle tiempo para hacerlas, restituyéndole entonces al céntuplo lo que “el empobrecimiento del penar y la experiencia sensible” le han hecho perder.
    Lo repito una y otra vez: un trabajo que tiene como efecto y como fin economizar trabajo no puede, al mismo tiempo, glorificar el trabajo como fuente esencial de la identidad y el pleno desarrollo personal. El sentido de la actual revolución técnica no puede rehabilitar la ética del trabajo, la identificación con el trabajo. Esta revolución solamente tiene sentido si se ensancha el campo de las actividades no profesionales en las cuales, cada uno y cada una, comprendidos los trabajadores de nuevo tipo, puedan desarrollar plenamente la parte de humanidad que, en el trabajo tecnificado, no encuentra empleo.”

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  3. Gorz era un tipo honesto, capaz de rectificar sus posiciones. Inicialmente opuesto a la RB de Ciudadanía, sus propias reflexiones sobre la realidad del trabajo/empleo en la sociedad postindustrial le llevaron a reconocer que el Ingreso Garantizado es una buena idea.

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  4. Me asombra que nuestros ancestros, incluidos los de ramas evolutivas que desaparecieron, siendo 4 gatos tuviesen claro lo que el "1er mundo actual", mas menos 1/4 del toal. no solo no pilla sino que se peremite despreciar:
    El futuro pertenece a los jóvenes, los viejos (entre los que meincluyo) como mucho asesoran, de mandar imbuidos por delirios de grandeza: NADA

    La mejora recolectora, prouctiva o simple suerte significan; Tiempo para el desarrollo cultural, el crecimiento personal, un avance humanista

    Molaría ver tanto a gerifaltes como ciudadanos occidentales concienciados buscando agua, explotando un par de hectáreas de terreno... de conseguirlo ¿cuanto tiempo dedicado al desarrollo personal? ... el hombre, el pensamiento, filosofía .... etc fueron logros del tiempo ocioso, por desgracia en vez de máquinas emplearon esclavos justificados de forma platónico-cavernaria-hegelliana (si se me pertite la expresión) gracias a cultos varios cuyos decrépitos gurus nunca han aceptado la beleza y lo interesan te de la vida cuando eres capaz de atisbarla por la razón: ACABA SIEMPRE y ahí radica su interés... el finaly el suceder desde el nacimiento no son una contínua luca contra lo que toque, sino un integración en el flujo del ser, por supuesto mejor acompañada de evolución científica y comodidades que de miedos absurdos, sufrimiento y comportamientos "buenos" sustentados por el miedo, la envidia y una hipotética venganza...

    Salud

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