martes, 22 de enero de 2019

Frente a la intolerancia: ni un paso atrás


A propósito de tolerancia, Karl Popper, filósofo de referencia para gentes biempensantes, insistió en que debemos ser tolerantes con cualquier actitud excepto, precisamente, con la intolerancia: «Aquí la tolerancia tiene su límite. Si admitimos la pretensión nomológica de la intolerancia a ser tolerada, entonces destruimos la tolerancia y el Estado de derecho»(1)


Comparto con la gente progresista del país una gran sensación de incomodidad ante la presencia en la escena pública de esa facción de ultraderecha que le sirve a la 'derecha de siempre' para perder la vergüenza —si es que aún le quedaba un resto— y mostrar lo peor de sus maneras e intenciones. Lo que no comparto es el temor a que todo este movimiento surgido vaya a conseguir sus objetivos involucionistas en materia de libertades y derechos sociales. 

Quienes a fuerza de edad ya hemos andado muchos caminos también hemos visto pulular por los senderos políticos de España a bandadas de lo que Machado definía como Mala gente que camina / y va apestando la tierra… Mala gente que apesta la política nacional con sus mentiras, sus proclamas y sus posturas intolerantes. Pero también sabemos que en este país la gente decente somos mayoría, y si somos capaces de plantarnos con firmeza ante la intolerancia enviaremos a quienes militan en ella al lugar que por propio derecho les pertenece: el basurero de la historia. 

En su evolución como género político, en España la derecha está integrada por tres especies afines que conforman una trinidad no demasiado santísima, pese al rancio olor a sacristia que impregna a buena parte de sus miembros.

En primer lugar, y para general desgracia, tenemos a la derecha "de toda la vida", representada por el Partido Popular. Se define, sobre todo, por su sentido patrimonialista: considera que España es de su entera propiedad y, por tanto, dispone a su antojo de todos aquellos bienes públicos o comunales. Por ejemplo, lo mismo utiliza el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial para celebrar el bodorrio —con invitados de la escoria Gürtel— de la hija de uno de sus dirigentes que vende el patrimonio público de vivienda social a ‘fondos buitre'. Pongamos que hablo de los propietarios de Famaztella, sociedad integrada por Jose Mª Aznar y Ana Botella, padres de la contrayente escurialense.

Es la derecha "de toda la vida" de Mariano Rajoy que, mientras miraba hacia otro lado ante "esa corrupción de la que usted me habla", cometió auténticas canalladas en materia social deteriorando la protección de los parados, de los pensionistas, de las personas dependientes, precarizando con sus reformas legislativas laborales los salarios y condiciones de vida de los jóvenes. Es la derecha de Rodrigo Rato, encarcelado por sus desmanes en Bankia. La derecha de Esperanza Aguirre, afamada consultora de recursos humanos, que reclutó para su equipo de máxima confianza en el gobierno en la Comunidad de Madrid a tipos tan poco recomendables como Ignacio González y Francisco Granados, hoy convictos ante la justicia. La derecha valenciana de Camps, de Carlos Fabra y de su hija Andrea, famosa por el entusiasta ¡que se jodan! proferido a voz en grito ante los recortes de la prestación por desempleo anunciados por Mariano Rajoy durante el pleno del Congreso de los Diputados del 11 de julio de 2012. Grito acogido con sonoros aplausos por la bancada popular.

En segundo lugar, tenemos la derecha vergonzante: esa formación que, bajo la etiqueta Ciudadanos, aspira a brindar un paraguas de modernidad a quienes, albergando una ideología profundamente conservadora, sobre todo en lo que se refiere a preservar el poder de los grandes grupos económicos, no se atreven a hacer pública profesión de su fe. En cualquier caso, por sus hechos más recientes los conoceréis: pacto tripartito en Andalucía, disimulando las vergüenzas o avergonzando a sus homólogos europeos. 

Y por último, siguiendo el orden de aparición en la escena pública española, tenemos a la facción que, incentivada por los vientos de ultraderecha trumpista que corren por el mundo, se ha lanzado a hablar con Vox propia. Aunque de novedad tiene poco esta derecha tardofranquista de dudoso sentido estético —hay que ser bastante hortera para reivindicar el franquismo—. Y por lo demás, sus miembros ya se alimentaban en los pesebres del Partido Popular. No hay más que ver la trayectoria de Abascal, el líder voxemita que ahora viene con el cuento de que hay que acabar con el Estado de las Autonomías siendo uno de los que mejores piensos ha comido a costa de ellas.(2) 

Esta facción ultraderechista sirve como ciertos detergentes para blanquear la acción depredadora de la derecha activa. Con sus hiperbólicas payasadas ideológicas crean polémicas destinadas a atraer la atención mediática. Por ejemplo, la pretensión de expulsar a 52.000 inmigrantes resulta inviable dentro de la propia lógica de la explotación. Para entenderlo mejor, cito este pasaje del libro El viejo Expreso de la Patagonia, de Paul Theroux:


Los mexicanos entran en Estados Unidos porque hay trabajo para ellos. Lo hacen de modo ilegal; es prácticamente imposible que un mexicano pobre entre de forma legal si su intención es buscar trabajo. Cuando los pillan los meten en la cárcel, cumplen una corta condena y son deportados. Al cabo de unos días, parten de nuevo hacia Estados Unidos y las granjas en las que siempre encuentran trabajo como jornaleros mal pagados. La solución es sencilla: si aprobáramos una ley obligando a los granjeros estadounidenses a contratar sólo hombres con visado de entrada y permiso de trabajo, se habría acabado el problema. No existe tal ley. De ello se ha asegurado el lobby de los agricultores, porque si no hubiera mexicanos que explotar ¿cómo recogerían sus cosechas esos negreros fondones?

Apliquen el ejemplo a los campos de cultivo españoles, porque desde los invernaderos almerienses a los frutales del Ebro, son esos inmigrantes ilegales los que recogen las cosechas de nuestros fondones negreros. Expulsando a los ilegales, la 'derecha de siempre' se encontraría ante un déficit de mano de obra barata. En último término, como señala Montero González, "Nos hemos hecho muy fisnos y contratamos inmigrantes para que limpien el culo a nuestros mayores". Y no es creíble esperar que las familias con posibles de la "derecha de toda la vida" vayan a prescindir de estos servicios.

Eso sí, es preciso hacer frente con toda firmeza al discurso de la intolerancia con que la ultraderecha nacional va apestando las tierras de España. Sin dar ni un paso atrás en la defensa de los más elementales valores cívicos y derechos sociales que definen una democracia. Y, sobre todo, sin dejarnos atemorizar por el ruido de los tambores mediáticos que amplifican las voces destempladas del neofascismo. 

Un último apunte personal. Coincido con la posición de Popper mentada al inicio de este artículo. Mas, considerando que no se hizo la miel para la boca del burro, cada vez que me tropiezo con voceros de tal jaez no suelo perder tiempo en finuras como 'la pretensión nomológica'. Prefiero atajar por el camino más corto y, ejerciendo la teologal virtud de la caridad, mandarlos directamente a la mierda, ya que revolcándose en ella supongo se encontrarán en su zona de confort preferida.   


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(1) Conferencia de Karl Popper sobre "Tolerancia y responsabilidad intelectual". Universidad de Tubinga, 1981.

(2) El programa de TV el Intermedio desveló el historial de mamandurrias de Abascal, que con 23 años fue designado concejal en el Ayuntamiento de Llodio; después fue procurador de las Juntas Generales de Ávila; después parlamentario en el País Vasco; después —de la mano de Esperanza Aguirre— Director de la Agencia de Protección de Datos de la Comunidad de Madrid y ya finalmente, en 2013, Director Gerente de la misteriosa Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social.