El 26,5 % de la población española, unos 12,7 millones de personas, está en riesgo de pobreza y/o exclusión social.Según la investigación, el riesgo de pobreza o exclusión social -tasa AROPE- ha pasado del 26% en 2022 al 26,5% en 2023, 400.000 personas más, debido sobre todo al encarecimiento de la vida, como muestra el componente de privación material y social severa.Los otros dos indicadores de la tasa -riesgo de pobreza y baja intensidad en el empleo-, se han mantenido prácticamente estables. Aun así, preocupa que 9,7 millones de personas vivan en riesgo de pobreza, con menos de 916 euros al mes por unidad de consumo.La situación es, un año más, peor para las mujeres. Los datos evidencian que la feminización de la pobreza es un problema estructural: hay 5,1 millones de mujeres pobres en España, 300.000 más que de hombres.Algunos indicadores alertan también sobre la realidad que atraviesan millones de familias, como es el caso del 37,1% de los hogares que no tienen capacidad para afrontar gastos imprevistos. Casi la mitad de la población (48,7%), además, presenta dificultades para llegar a fin de mes.Las familias monoparentales, en la cuerda flojaSegún el informe, la peor parte se la llevan las familias con menores, a quienes ha afectado muy duramente el incremento del coste de la vida, lo que se ha traducido en un aumento de la pobreza infantil respecto al año anterior, del 27,8% hasta el 28,9%.Concretamente, unos 2,3 millones de niños y adolescentes están en riesgo de pobreza. En este sentido, EAPN-ES ha señalado que no hay menores pobres sin hogares pobres y ha insistido en que nacer en una familia vulnerable aumenta las posibilidades de ser pobre en edad adulta.Para la red, preocupa especialmente la situación de los hogares monoparentales: más de la mitad (52,7%) está en riesgo de pobreza y/o exclusión social, frente al 49,2% de 2022. Además, la gran mayoría de ellos (el 80,7%), están encabezados por una mujer.El encarecimiento de la vida derivado de las últimas crisis ha afectado especialmente a esas familias, pues el 26,5% no puede mantener su vivienda a una temperatura adecuada y más de la mitad (55,4%) no puede permitirse una comida de carne, pollo o pescado cada dos días. La pobreza energética, de hecho, ha alcanzado máximos históricos: un 43,1% de las personas pobres tiene dificultades para mantener su vivienda lo suficientemente fresca en verano y un 38,5% cálida en invierno.
En 2018, gobernando el PP, el importe del SMI se situaba en 735 euros mensuales. A partir de entonces, los sucesivos Gobiernos de coalición progresista encabezados por Pedro Sánchez, en negociación con los agentes sociales, han incrementado, año a año, el SMI hasta alcanzar los 1.134 euros (15.876 euros brutos anuales) en los que se situó en 2024, con la oposición de la patronal CEOE.
¿Cuál es la explicación de que, con una revalorización acumulada del 54 % no se hayan cumplido las catastróficas profecías de la derecha, incluida la del gobernador del Banco de España? La explicación es tan sencilla que nadie ganará el Nobel de Economía por ello. En la segunda década del siglo XX, el empresario Henry Ford I, que no era precisamente un visionario de izquierdas, adoptó unilateralmente la decisión de pagar a los obreros de sus fábricas de automóviles una retribución mínima de cinco dólares diarios. Pues, como él mismo se preguntó con lógica inapelable: "¿De otra forma ¿quién compraría mis coches?"
Poner dinero en manos de los sectores de población más desfavorecidos no sólo es una medida de interés social. También lo es desde el punto de vista económico, pues esos sectores verán aumentado su poder adquisitivo y, como sostiene un empírico adagio de la economía: "un euro en el bolsillo del pobre compra más que en el bolsillo del rico".
Por lo tanto, es obligación de este Gobierno seguir incrementando las prestaciones sobre las que puede actuar de forma directa. Y no sólo el SMI, sino también las pensiones mínimas contributivas que perciben unos tres millones de jubilados, cuya cuantía se encuentra a gran distancia del SMI, al que, por un evidente sentido de justicia, deberían equipararse. En 2025, la pensión mínima contributiva queda fijada en 830 € mensuales.