jueves, 2 de agosto de 2012

Llegaron los liberales recortando libertades


En su discurso ante el Parlamento en el que anunció brutales recortes de la protección social, Mariano Rajoy llegó a decir que España no tiene libertad para hacer otra cosa. Su ministro Ruiz-Gallardón recorta la libertad de la mujer para decidir sobre su propio cuerpo y resucita la memoria de un militar golpista y sanguinario. Así son los liberales del PP.


"Los españoles no podemos elegir si hacer o no sacrificios. No tenemos esa libertad", dijo textualmente Rajoy en el hemiciclo. Resulta asombroso que esto lo diga un político que llegó a la presidencia del Gobierno envuelto en la bandera del liberalismo. Doctrina política que, sin negar totalmente la autoridad del Estado, sostiene que ésta no es absoluta, y que las instituciones estatales se establecen precisamente para garantizar la autonomía del ciudadano.

Alguien debería explicar a los españoles, especialmente a los 10.830.693 votantes que se dejaron engatusar por el programa electoral del Partido Popular, cómo se garantiza la autonomía personal recortando los presupuestos destinados a la educación pública, la asistencia sanitaria y la atención a los mayores dependientes.

En su corta trayectoria gubernamental, el equipo de Rajoy ha tomado dos medidas liberalizantes: la libertad de apertura de comercios y la libertad de despido. 

De las virtudes de la primera, ardientemente defendida por la condesa de la mamandurria, otra liberal de guardarropía, que hablen los pequeños comerciantes que nutren uno de los viveros de votos del PP. Partido que les ha devuelto el favor colocándoles al pie de los caballos de las grandes superficies de distribución. Si no les gusta la medida, que reclamen al muñidor, pues a los consumidores corrientes ni nos va ni nos viene el asunto. Si necesitamos una barra de pan o un par de calcetines los compraremos con mayor comodidad, pero no compraremos más baguettes ni más calcetines que antes de la ley. Lo más previsible es que compraremos menos al reducirse nuestro poder adquisitivo por la subida del IVA, los medicamentos y otros recortes en nuestros ingresos. 



La segunda gran medida liberalizante adoptada por el Gabinete de Rajoy consiste en ampliar notablemente la libertad de despido. O el despido libre, materializado en la letra infame de cada uno de los párrafos de la Reforma Laboral dictada  por el Partido Popular. Dictada, sí, pues no ha sido negociada con sindicatos ni parlamentarios. Una reforma que otorga amplias libertades al empresario para someter al trabajador bajo un régimen de dominación neofeudal. 

De la aplicación de esa reforma ya se ha visto el resultado: un notable incremento del número de desempleados. Hace tiempo que tengo escrito en este cuaderno, el desempleo y el despido libre cumplen una doble función: económica y disciplinaria.

Ítem más, nos dicen estos liberales de boquilla y cichinabo que los recortes sociales vienen obligados por la grave situación de la economía y de las cuentas públicas. Pero hay aspectos que no tienen que ver con la economía y ahí vemos al liberal ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, pergeñando una ley del aborto que hace retroceder los derechos de la mujer a la situación en que se encontraban décadas atrás.
 
También se ocupa el liberal Gallardón de la renovación del Marquesado de Queipo de Llano al nieto del general franquista del mismo nombre, uno de los militares golpistas más sanguinarios durante la Guerra Civil. Y se adorna en la faena publicando el asunto en el BOE con fecha 17 de julio, aniversario del alzamiento militar que originó la Guerra Civil en 1936.


El 24 de julio de 1936, Queipo de LLano anunció en un bando militar: "Serán pasadas por las armas, sin formación de causa, las directivas de las organizaciones marxistas o comunistas que en el pueblo existan y en el caso de no darse con tales directivas, serán ejecutados un número igual de afiliados, arbitrariamente elegidos". También son suyas las siguientes declaraciones en Radio Sevilla: "¿Qué haré? Pues imponer un durísimo castigo para callar a esos idiotas congéneres de Azaña. Por ello faculto a todos los ciudadanos a que, cuando se tropiecen a uno de esos sujetos, lo callen de un tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré". "Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los rojos lo que es ser hombre. De paso, también a las mujeres de los rojos que ahora, por fin, han conocido hombre de verdad y no castrados milicianos. Dar patadas y berrear no las salvará"

El ambiente en este país se vuelve cada vez más irrespirable. Así que espero me disculpen si en unas semanas no aparezco por aquí. Necesito orear el cuerpo y el espíritu y, de paso, tomar distancias con esta tropa. Tanto, que me están entrando ganas de largarme a Uganda.