martes, 26 de marzo de 2013

Enseñanzas equinocciales: desahuciar al miedo de nuestras mentes


A través del equinoccio, la Naturaleza nos ofrece una lección: todo fluye, y entre las probabilidades del flujo, también el estado de igualdad es posible. El final de los tiempos del despido libre, de bajada de salarios y pensiones, llegará cuando el miedo cambie de bando. El primer paso consiste en desahuciar al miedo de nuestras mentes.

El pasado 21 de marzo, el Observatorio de Renta Básica de Ciudadanía (RBC) de Attac-Madrid ofreció un recital poético bajo el lema Poesía en tiempos del despido libre. Que contó con la generosa participación de Mª Ángeles Maeso (Escritora y poeta), Ana Otero (Actriz), Juan Carlos Talavera (Actor), acompañados de las canciones interpretadas por Marta Espinosa, Belén G. Nieto y Daniel Díaz. El acto tuvo lugar en el Círculo de Bellas Artes, coincidiendo con el Día Mundial de la Poesía, propuesto por la Unesco como un tributo a la palabra poética, que se celebra cada año al llegar el equinoccio de primavera. 

El equinoccio (aequinoctium: «noche igual») es el momento del año en que el Sol está situado en el plano del ecuador terrestre, donde alcanza el cénit. El paralelo de declinación del Sol y el ecuador celeste entonces coinciden. Los dos polos de la Tierra se encuentran a igual distancia del Sol, cayendo la luz solar por igual en ambos hemisferios.


Los equinoccios ocurren dos veces al año, del 20 al 21 de marzo y del 22 al 23 de septiembre. Son los dos momentos en los que la Tierra y el Sol están más próximos y cuando los rayos solares son más perpendiculares al eje terrestre. Por ello, los días tienen una duración igual a la de las noches en todos los lugares de la Tierra.



Por vía equinoccial, la Naturaleza nos enseña que, si bien las fluctuaciones constituyen la esencia del mundo físico, uno de los estados posibles es el de igualdad. Reducir la desigualdad entre los seres humanos que habitamos la Tierra es el noble impulso surgido del pensamiento humanista que acabaría expresado en la Declaración de los Derechos Humanos aprobada por la ONU en 1948.

Celebrado en el primer equinoccio de 2013, el recital organizado por el Observatorio de RBC, invocó no sólo a Talía, Calíope, Melpómene y Euterpe, musas de la poesía, del teatro y de la música. También a Clío, musa de la historia, pues la primavera llega este año en un momento crucial en que, en los países del sur de Europa, se está produciendo un atentado sin precedentes contra los derechos humanos. Se recortan prestaciones sociales como subsidios por desempleo y pensiones, así como servicios públicos de Educación y Sanidad. Estos recortes en servicios esenciales ponen en peligro incluso la propia vida de las personas.
 
Las prestaciones y servicios esenciales que constituyen los pilares del Estado del Bienestar no cayeron del cielo. La historia conserva la memoria de las intensas luchas sociales que llegaron a intimidar a las élites que ostentan el poder político y económico, obligándolas a realizar concesiones en el reparto de la riqueza obtenida a partir del trabajo.

Sin embargo, por efecto del olvido de la historia y del abandonismo político por parte de la mayoría social, hace ya años que las élites nos han perdido el miedo. De ahí el descaro y el cinismo con que desmantelan las garantías de la protección social. Estos desmanes continuarán mientras la única respuesta de la mayoría social consista en convocar manifestaciones. Masivas a veces, pero celebradas en domingo, con batucada incluida. Flojo poder de intimidación de los poderosos que piensan lo mismo que cierto cacique rural: "Si icen, que izan, mientras que no azan".

De la mano de Heráclito, aprendimos el principio del flujo universal de los seres: «Panta rei» (πάντα ρεῖ), todo fluye. El devenir esta animado por el conflicto: «La guerra (pólemos) es el padre de todas las cosas», una contienda que es al mismo tiempo armonía, no en el sentido de una mera relación numérica, como en los pitagóricos, sino en el de un ajuste de fuerzas contrapuestas, como las que mantienen tensa la cuerda de un arco.

La constante histórica que define la era del capitalismo es la guerra de clases. Una noción que la mayoría social, pese a estar compuesta de asalariados, ha olvidado. Al contrario que la clase propietaria, que tiene muy clara su posición en el conflicto. Una de las personas más ricas del mundo, el norteamericano Warren Buffet, hizo una declaración a The New York Times tan certera como cínica: "Desde luego que hay una guerra de clases, pero es mi clase, la clase rica, la que está haciendo la guerra y la estamos ganando" (There's class warfare, all right, but it's my class, the rich class, that's making war, and we're winning).
 

En esa guerra, la patronal sí está activa y permanentemente movilizada, como demuestra la política del partido que representa sus intereses, el Partido Popular. Millones de trabajadores que confiaron incautamente su voto a este partido ahora ven con desolación el resultado: bajada de salarios, descenso brutal de las pensiones y leyes que otorgan barra libre al empresario para despedir sin indemnización. 

'Alfon' Fernández, el joven madrileño que estuvo encarcelado casi dos meses tras su detención durante la jornada de huelga del 14-N, declaró muy convencido que: "El miedo va a cambiar de bando". Pero para que eso suceda, para que el miedo cambie de bando, el primer paso consiste en echarlo de nuestra casa. Desahuciar al miedo de nuestra mente. Será entonces, cuando el miedo, miedoso por definición genética, buscará el modo de conseguir alojamiento en otro lado. Y nosotros, liberados de su opresiva presencia, podremos imaginar nuevas vías de atacar a la clase propietaria.


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PS: Aunque el artículo versa sobre el equinoccio, inicialmente apareció titulado Enseñanzas solsticiales. ¡Cómo están las cabezas! Con el cambio de hora he despertado.

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Flashmob en Madrid organizado por el programa de radio CARNE CRUDA 2.0 Gracias a los músicos, al coro de la Solfónica y a los cámaras y sonidistas que lo hicieron posible.

lunes, 18 de marzo de 2013

Poesía en tiempos de despido libre



    
El Observatorio de la Renta Básica de Ciudadanía de
 Attac-Madrid se complace en invitarle al acto
que tendrá lugar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid

POESÍA EN TIEMPOS DE DESPIDO LIBRE

Recital a cargo de:

Mª Ángeles Maeso (Escritora y poeta), Ana Otero (Actriz), Juan Carlos Talavera (Actor)
acompañados de las canciones interpretadas por
Belén y Dany, Marta Espinosa

Presenta Observatorio RBC de Attac-Madrid

 Jueves, 21 de marzo de 2013, a las 19 horas
   C/Alcalá, 42, Madrid (Sala Valle-Inclán)


Entrada libre hasta completar el aforo presentando esta invitación en el control de entrada



lunes, 11 de marzo de 2013

Thomas Paine: el fundamento filosófico del Ingreso de Ciudadanía


El hombre no creó la tierra y, aunque tenía un derecho natural a ocuparla, no tenía ningún derecho a colocar bajo su propiedad a perpetuidad ninguna parte de ella, ni el Creador de la tierra abrió un registro de terrenos de donde saliesen los primeros títulos de propiedad. Eso pensaba Thomas Paine, que propuso entregar a todo individuo una suma compensatoria por haber sido  desposeído de su herencia natural, creando una pobreza y miseria que antes no existía. Nace así el fundamento filosófico del Ingreso Garantizado o Renta Básica de Ciudadanía.


“Thomas Paine, aunque fue cabeza destacada en dos revoluciones y estuvo a punto de ser ahorcado por tratar de promover una tercera, está un poco olvidado en nuestros días. Para nuestros tatarabuelos era una especie de Satán terrenal, un infiel subversivo, rebelde contra su Dios y contra su rey. Se ganó la hostilidad de tres hombres a quienes no se suele relacionar: Pitt, Robespierre y Washington. De éstos, los dos primeros trataron de darle muerte, mientras que el tercero se abstuvo cuidadosamente de tomar medidas para salvar su vida. Pitt y Washington lo odiaban porque era demócrata, Robespierre porque se opuso a la ejecución del rey y al reinado del Terror. Su destino fue siempre ser honrado por la oposición y odiado por los gobiernos”.

Con estas palabras se refiere Bertrand Russell a Thomas Paine, un estadounidense de origen británico (1737-1809) que destacó como pensador político, escritor y activista revolucionario. De humilde origen, hijo de un cuáquero y de una anglicana, recibió una parca educación que se limitaba a saber leer, escribir y las cuatro reglas aritméticas. Pero con mucho esfuerzo autodidacta consiguió adquirir una sólida formación y llegó a ser el más importante revolucionario norteamericano, con ideas muy avanzadas para la época, que batallaban contra el sexismo, la esclavitud, el racismo y la monarquía. 


   

La importancia histórica de Paine, según Russell, consiste en el hecho de que democratizó la prédica democrática. En el siglo XVIII había demócratas entre los franceses e ingleses, entre los filósofos y los ministros inconformistas. Pero todos ellos exponían sus especulaciones políticas de una forma destinada a atraer sólo a los educados. “Paine, aunque su doctrina no era nueva en absoluto, era un innovador en su manera de escribir, sencilla, directa, natural, que podría apreciar cualquier trabajador inteligente. Esto lo hizo peligroso; y cuando añadió la heterodoxia religiosa a sus otros crímenes, los defensores del privilegio aprovecharon la oportunidad para difamarlo”.

    Su vida fue siempre azarosa, también en lo que se refiere a los apuros económicos. Trabajó como maestro de escuela y oficial de impuestos persiguiendo a contrabandistas de licores y tabaco. Mientras tanto, ávido lector, iba rellenando las lagunas de su rudimentaria cultura. Su suerte cambió al conocer a Benjamín Franklin, a quien le cayó en gracia y le animó a buscar fortuna en América. Franklin le facilitó cartas de presentación en las que lo describía como un “joven de mérito e ingenio”. Con ellas en el bolsillo, Thomas llegó a Filadelfia en 1774, allí demostró pronto ese ingenio como escritor y consiguió ser director del Pennsylvania Magazine. Publicó después una serie de opúsculos separatistas y polémicos, entre ellos el inflamado Esclavitud africana en América, contra la trata de esclavos.

    Al alzarse las Colonias contra la Corona británica, Paine pasaba los días combatiendo y las noches escribiendo manifiestos a favor de la independencia, que se publicaban bajo el título de Sentido común, un folleto impreso que alcanzó la tirada de medio millón de ejemplares.

     En diciembre de 1776, en un momento en que el curso de la guerra les era adverso y cundía la desunión entre las tropas independentistas publicó La crisis americana. Este panfleto fue leído por orden de George Washington a todos sus soldados y levantó los ánimos insurgentes, allanando el camino hacia la Declaración de la Independencia, ratificada el 4 de julio de 1776.

    Ningún otro escritor era tan leído en América y podía haber ganado bastante dinero con sus escritos. Pero una vez ganada la guerra, aunque ocupó brevemente un cargo en la legislatura, decidió regresar a Inglaterra. Su espíritu inquieto le llevó también hacia la ingeniería, y quería demostrar que era posible construir puentes de hierro de mayor longitud que los existentes hasta entonces. No dejó la política, y para evitar que William Pitt declarara la guerra a Francia volvió a escribir para divulgar entre los británicos la idea de que las guerras sólo acarreaban más impuestos. Luego, en su obra maestra Los derechos del hombre refutó la crítica de Edmund Burke respecto a los derechos naturales. Todo esto le hizo ganarse la animadversión de Pitt, que estuvo a punto de mandarle a la horca, de la que se salvó gracias a que, aconsejado por el poeta William Blake, huyó a Francia horas antes de que fueran a detenerlo.

     Una vez en Francia se puso al servicio de esta nueva Revolución, en la que tuvo un papel distinguido. Cuando cayó la Bastilla, Lafayette quiso regalar la llave de la prisión a Washington, e intentó enviarla a través de Paine. Sin embargo, éste seguía interesado en sus puentes de hierro y prefirió quedarse en Francia. Eran tiempos turbulentos y Paine, alineado con los girondinos como su amigo Condorcet, se opuso a la ejecución de Luis XVI, que había apoyado con créditos y naves a la causa estadounidense. Disconforme con toda crueldad gratuita, se declaró abiertamente contra el régimen del Terror. Por lo que fue encarcelado por Robespierre como traidor y extranjero. Se libró por poco de entregar el pescuezo a la guillotina.

Estando en prisión escribió la primera parte de La edad de la Razón (1794 y 1796), obra clásica del librepensamiento anticlerical donde, aunque admite la existencia de Dios, niega el carácter revelado de la Biblia, cuyas contradicciones, brutalidad y crueldad denuncia. Con buena lógica opina que todas las iglesias no son más que invenciones humanas, máquinas de poder que sirven al despotismo y a la avaricia de sus sacerdotes. “Mi iglesia es mi propia mente”, sostuvo Paine. Todo ello le supuso un nuevo contratiempo: ser acusado de ateísmo.

    Thomas Paine merece ser considerado como uno de los padres fundadores de la doctrina de los derechos humanos, elaborando una alternativa frente a las deficiencias que observó en la Europa de su tiempo. En Los derechos del hombre fue más allá de la mera retórica de los derechos, al analizar las causas del descontento en la sociedad europea, hostigada por un gobierno arbitrario, una pobreza generalizada y guerras frecuentes y violentas. Paine proporcionó argumentos en favor del republicanismo democrático, combinados con medidas en favor del bienestar, la disminución de la pobreza, pensiones para los ancianos y una educación general para todos. Y sostuvo que esto se debería conseguir mediante el impuesto progresivo. Por tanto, estaba defendiendo derechos que iban mucho más allá de lo que se contemplaba en aquellos años, y que sólo se alcanzarían 150 años más tarde gracias a la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

    También propuso Paine una solución compensatoria de los quebrantos que el avance de la civilización produce a nivel individual. El punto de partida de su razonamiento es que “Siempre es posible ir desde el estado natural al civilizado, pero nunca es posible ir desde el civilizado al natural. La razón es que el hombre en un estado natural, cazando para subsistir, requiere, para procurarse el sustento, abarcar diez veces más cantidad de terreno que el que lo sostiene en un estado civilizado, donde se cultiva la tierra”. Por tanto, cuando un país llega a ser populoso por las ayudas adicionales del cultivo, el arte y la ciencia, “existe una necesidad de preservar las cosas en ese estado; porque sin ello no puede haber sustento para más que, quizá, una décima parte de sus habitantes”.

 En consecuencia, para ser coherente con la defensa del progreso sin perjudicar los derechos naturales de las personas, “lo que se debe hacer ahora es remediar los males y preservar los beneficios que han emergido al pasar la sociedad desde el estado natural al llamado civilizado”. Por ello, en Agrarian Justice defiende un principio civilizatorio tan nítido y evidente como el de que ningún individuo nacido en un estado civilizado debe encontrarse en una situación peor que aquella en la que estaría en caso de haber nacido antes de establecerse la civilización:

Con estos fundamentos, el primer principio de la civilización debía haber sido, y aún debe ser, que la condición de toda persona nacida en el mundo, después de que comienza un estado de civilización, debe no ser peor que si hubiera nacido antes de ese período.

     Es una posición sin controversia —dice Paine— que la tierra, en su estado de cultivo natural era, y siempre tendría que seguir siendo, la propiedad común de la especie humana. En ese estado todo hombre habría nacido para la propiedad. Habría sido un propietario colectivo vitalicio, con apoyo en la propiedad del suelo y en todos sus productos naturales, vegetales y animales. Originalmente no podía existir una cosa como como la propiedad de la tierra. “El hombre no creó la tierra y, aunque tenía un derecho natural a ocuparla, no tenía ningún derecho a colocar bajo su propiedad a perpetuidad ninguna parte de ella, ni el Creador de la tierra abrió un registro de terrenos, de donde saliesen los primeros títulos de propiedad”.

  Reconoce Paine que el cultivo es uno de los mayores avances naturales jamás hechos por la invención humana. Pero el monopolio territorial que se inició con él ha producido el mayor mal. La propiedad privada de la tierra ha desposeído a más de la mitad de los habitantes de todas las naciones de su herencia natural, sin proporcionarles una indemnización por la apropiación de los bienes libres comunales —caza, pesca, aire, agua, pastos—  creando así una clase de pobreza y miseria que antes no existía. De lo que se sigue que cada propietario de terrenos cultivados adeuda a la comunidad una renta del suelo por el terreno que ocupa, renta con la cual propone Paine:

   Crear un fondo nacional, del cual se pagará a cada persona, cuando alcance la edad de veintiún años, la suma de quince libras esterlinas, como compensación parcial por la pérdida de su herencia natural causada por la introducción del sistema de propiedad territorial. Y además, la suma de diez libras al año, de por vida, a cada persona actualmente viva de cincuenta años de edad, y a todos los demás cuando alcancen esa edad.

    Con la salud muy deteriorada a causa de las privaciones sufridas en la mazmorra, en 1802 Thomas regresó a Estados Unidos, donde de nuevo los apuros económicos le acompañaron en los últimos años de su vida. En 1809, murió en Nueva York en la más absoluta pobreza.  Circunstancia que parece un anticipo de lo que sería el desarrollo futuro de la sociedad en los Estados Unidos de América del Norte, una potente y rica nación que hizo bandera de la libertad, despreciando los otros dos principios que componían la trinidad revolucionaria: igualdad y fraternidad. 



lunes, 4 de marzo de 2013

Exilio laboral: 'No nos vamos, nos echan'


Más de 4.000 jóvenes que se han ido a trabajar fuera de España ante la falta de expectativas laborales se apuntan a la campaña 'No nos vamos, nos echan' para denunciar cómo se ven obligados a elegir entre el paro, la precariedad o el exilio forzado. Otro de los grandes éxitos sociales del neoliberalismo.

El número de español@s residentes en el extranjero ha crecido un 5,5% desde el inicio de la crisis hacia 2008. Según el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (P.E.R.E), perteneciente al INE, en 2012, son 302.623 los jóvenes (entre 15 y 29 años) con nacionalidad española que residen en otros países, mientras que en 2009 eran 242.154. Sin embargo, estas cifras no reflejan a los emigrados que no se apuntan en los consulados, que son la mayoría en el caso de los jóvenes. Se estima que cada semana emigran varios miles de jóvenes.

El 91% del empleo destruido en los últimos 4 años es de menores de 35 años, tal y como publica la Encuesta de Población Activa (EPA). El paro juvenil se ha situado en un 55% en la última EPA, siendo el dato de paro juvenil más alto de la Unión Europea. Actualmente, 374.600 jóvenes (de hasta 29 años) con formación superior se encuentran en paro. En 2008, l@s jóvenes en esta misma situación eran 178.200. Pero este perfil no es el único que se repite en el extranjero, también se van jóvenes con otras cualificaciones medias y profesionales.

¿Es el extranjero un seguro de empleo estable para l@s jóvenes? Ante esta situación, l@s jóvenes han comenzado emigrar a otros países en busca de una oportunidad laboral, para poder asegurarse un futuro que en el Estado español se hace incierto. Si bien es cierto que la media europea de paro juvenil (un 22,5%) es muy inferior a la española, encontrar trabajo no está garantizado. Y más allá de Europa, l@s jóvenes españoles están empezando a optar por otros destinos como Latinoamérica y Asia. Generalmente, los trabajos que realizan l@s jóvenes en el extranjero también se encuentran caracterizados por la precariedad, con jornadas laborales muy largas y sueldos muy bajos que no aseguran una vida digna, y menos un futuro.

¿Y volver, es posible? Frente a quienes hablan de un exilio temporal, de la emigración como fase transitoria que permite a l@s jóvenes adquirir conocimientos y experiencia para volver, la realidad es bien distinta. La única alternativa al paro es la precariedad: el Gobierno opta por la flexibilidad y la temporalidad de los contratos. Pero la temporalidad ya no es algo temporal y l@s jóvenes encadenan este tipo de contratos como norma. No se trata sólo de una nula estabilidad laboral, sino de una falta de independencia que elimina del horizonte cualquier proyecto de vida estable y convierte a l@s jóvenes español@s en personas dependientes de sus familias.
 #NoNosVamosNosEchan

Tanto el texto anterior como las imágenes proceden de la web no nos vamos, nos echan, iniciativa del movimiento Juventud sin Futuro, que denuncia la situación de exilio forzoso de la generación del precariado. Personalmente, no estoy en el mejor momento para añadir algo de cosecha propia que vaya más allá de contar la íntima desolación que me invade desde anoche. Cuando acompañé al aeropuerto a mi hija, que partió hacia Latinoamérica al igual que tantos otros miles de compañeros de generación: con una mano delante, otra detrás y un título de ingeniería en la maleta. Se marchan no por espíritu aventurero, como con gran frivolidad declaró algún miembro del Gobierno, sino a la ventura. Con la esperanza de poder encontrar, allende los mares, alguna oportunidad de labrarse un futuro, y sobre todo un presente, que España, es decir, el sistema socioeconómico vigente, les niega.

Mi desolación personal no mitiga la rabia ante el desastre social que estamos viviendo en este país. Los hechos son lo suficicientemente graves como para que cada ciudadana, cada ciudadano se interrogue a sí mismo ¿Qué puedo hacer yo? Lo primero, dejar de aguardar soluciones provenientes de un modelo político agotado y de un modelo económico manejado por delincuentes. Una vez que sabemos que el barco navega a la deriva, hemos de subir al puente de mando y empuñar el timón. La alternativa, el naufragio. Política, con mayúsculas, es lo que hace la ciudadanía cuando se ocupa de los asuntos que le conciernen.