lunes, 21 de febrero de 2011

Matar al capitalista que llevamos dentro

El imparable avance de las políticas dictadas por el neoliberalismo se traduce en un sistemático derribo de las instituciones de protección social. Pero la sociedad no podrá emprender una rebelión en toda regla contra estas agresiones mientras la mayoría de los individuos que la componen no arranquen de sí mismos ese afán por la competitividad y el lucro que los ideólogos neoliberales han sabido inocular en el alma de las personas. Se trata, en definitiva, de matar al capitalista que llevamos dentro.


No veáis en estas palabras un discurso moralista. Me tengo más bien por materialista, en la línea de Demócrito y Epicuro, y por tanto y en lo esencial, también con la de Karl de las luengas barbas. Si enriquecerse fuera algo factible, y estuviese al alcance de todo el mundo, aunque epicúreamente yo lo tuviera por una solemne pérdida de tiempo vital, no criticaría el auri sacra fames (es mi blog y me pongo pedante cuando me peta). Pero hace años que aprendí que el capitalismo es un juego de suma cero. Esto es, lo que gana uno lo pierde otro. De manera que sólo por la fuerza es posible mantener abierto el casino. Sin embargo, como la fiebre del ladrillo español ha demostrado, de ilusión también se vive... aunque sólo el tiempo en que tarda en caerse el castillo de naipes. Un tiempo inferior a la vida media de cualquier persona.

Los ideológos neoliberales han sabido inocular en el alma de las personas ciertas pasiones que no responden a fundamentos materiales, de los cuales os pondré un ejemplo. En los más de sesenta años que llevo respirando sobre este planeta siempre he habitado en viviendas ubicadas en edificios sin ascensor. Lo cual tiene sus ventajas: ayuda a mantener la forma física y la salubridad cardíaca; y sus desventajas: en caso de incapacidad física congénita o sobrevenida, las escaleras suponen una barrera arquitectónica. Hace un año, la comunidad de vecinos del edificio en el que actualmente vivo, decidió instalar un ascensor en la finca.

Tras instalarse nuestro flamante elevador de cuerpos, que no de espíritus, coincidí en el mismo con una vecina que me hizo partícipe de su entusiasmo ante la novedad tecnológica: "es que ahora nuestras viviendas se han revalorizado mucho y nos darían más dinero por ellas si las quisiéramos vender". Yo no tengo gran interés en poner la mía en venta, ya que de hacerlo me encontraría con el problema de tener que comprar otra. Y más vale lo malo conocido. Pero me quedé altamente sorprendido por el análisis ascensional de esta señora, que apreciaba más la teórica revalorización de la finca con el nuevo artefacto mecánico que la mayor calidad de vida que éste aporta directamente aliviando el esfuerzo de subir equipajes pesados o la bolsa de la compra diaria. Sobre todo, cuando el inexorable paso de los años haga flaquear el vigor de nuestras piernas.

Esta distorsión de la realidad la expresó certeramente el poeta Antonio Machado en su celebérrimo dictum: "es de necios confundir valor y precio". Algunos, a título individual, tal vez podamos escapar de la opresión del Establecimiento, como el partisano de Leonard Cohen (I was cautioned to surrender / this I could not do/ I took my gun and vanished). Pero la sociedad no podrá emprender una rebelión en toda regla contra estas agresiones mientras la mayoría de los individuos que la componen no arranquen de sí mismos ese afán por la competitividad y el lucro que los ideológos neoliberales han sabido inocular en el alma de las personas. Se trata, en definitiva, de matar al capitalista que cada uno de nosotros lleva dentro.

No digo que nazcamos con esa impronta congénita, pero sí somos educados en los valores del capital. Aceptamos forzosamente las leyes del capitalismo, ya que son las aplicadas por el Establecimiento formado por la conjunción de los intereses de las élites que monopolizan los recursos del Estado y del Mercado. Pero ¿por qué si tenemos cuatro duros nos metemos a inversionistas? Sin reparar en que, tarde o temprano acabaremos perdiendo en este juego de suma cero.

Un juego al que se prestaron los particulares que compraron casas para venderlas sin escriturar cuando su precio había subido un 20%. Fue una histeria colectiva alimentada por el sector financiero que concedía creditos baratos sobre viviendas sobrevaloradas. Pero cuando la burbuja pinchó, la banca siempre gana, y expropia a los hipotecados que no pueden pagar, subasta los pisos por un precio más bajo y los deudores quedan en la impresentable situación de quedarse sin casa y seguir debiendo al banco la diferencia entre el precio de subasta y el de la hipoteca.

Por cierto, los grupos parlamentarios de PSOE y PP han confirmado hoy mismo en el Pleno del Congreso de los Diputados su rechazo a tramitar una proposición de ley de IU e ICV que reclamaba cambiar la legislación hipotecaria para obligar a las entidades a aceptar que con la entrega de la vivienda sea suficiente para cancelar el préstamo.

Otro ejemplo nítido lo proporciona el papel de los sindicatos en los fondos de pensiones. Se podría entender que hubiera un Fondo Nacional de Pensiones en cuya gestión participaran los sindicatos entre otras instituciones. Pero Comisiones Obreras y la Unión General de Trabajadores llevan años pactando, en empresas y en el sector público, fondos privados de pensiones gestionados por los bancos. Entre ellos, el BBVA, que es el que subvenciona a Barea y resto de inoculadores de ideología neoliberal sus apocalípticas previsiones sobre el colapso del sistema público de pensiones.

Invertir en fondos de pensiones no sólo está demostrando no ser un buen negocio en términos de rentabilidad y seguridad de la inversión. Tampoco desde un punto de vista social parece aportar grandes ventajas.

Cuando las empresas necesitan capital para ampliar sus horizontes productivos acuden a los bancos y al mercado de valores para obtener ese capital. Pero la extendida idea de que la inversión privada se traduce finalmente en la creación de empleo no siempre resulta ser cierta. Las principales inversiones que realizan las empresas se destinan a la adquisición de bienes de equipo que, por su propia naturaleza, resultan antagónicos al empleo humano. Resulta irónico que los trabajadores, con su esfuerzo ahorrador invertido en Bolsa, sean sin saberlo quienes financia las inversiones en capital que, poco tiempo después, permitirán que las empresas para las que trabajan lleven a cabo una reducción de plantilla.

El vergonzoso Pacto para la Precarización de las Pensiones Públicas (PPPP) firmado entre sindicatos y Gobierno es el último (last but not the least) episodio del proceso de instauración en España del Estado del Malestar. Se ha querido explicar como una imposición de los mercados que financian nuestra deuda pública y privada. Pues bien, una considerable porción de esos mercados corresponde a los fondos de inversión de pensiones privadas. Con lo que se produce la perversa paradoja de que fondos de pensiones alimentados con dinero de trabajadores de otros países presionan para que se precaricen las pensiones públicas españolas.

lunes, 14 de febrero de 2011

Presentación libro sobre pensiones: el debate sigue vivo

El Acuerdo para el empeoramiento de las pensiones firmado entre el Gobierno, Comisiones Obreras y Unión General de Trabajadores no ha sido bien recibido por la ciudadanía española. Como no podía ser menos, pues ninguna persona en su sano juicio acepta que un partido presuntamente 'de progreso' y unos sindicatos que presumen de progresistas se hayan encargado de hacer el trabajo sucio que, en todo caso, correspondería ejecutar a la derecha política y económica.


Parafraseando a Coriolano: Con lo que sobra a los poderosos bastaría para socorrernos. Si tan sólo nos dieran lo que les es superfluo mientras estuviese en buen estado, podríamos creer que nos auxilian por humanidad; pero piensan que somos demasiado caros de sostener". Gobierno y sindicatos han ido demasiado lejos recortando la protección social, y muy probablemente sea el PSOE el que electoralmente va a pagar muy caro esta medida tan injusta como injustificada.

Crece el descontento social frente al Estado del Malestar que preconiza la doctrina neoliberal y aplica el PSOE. Descontento que aflora en los cada vez más frecuentes debates donde la ciudadanía analiza el desafuero cometido contra los jubilados a corto plazo. Es el caso de sendos actos convocados respectivamente, en Cuenca, por Ciudadanos por la República y, en Madrid, por la Asociación de Vecinos del Prosperidad. En ambos casos, los organizadores han tenido la gentileza de adoptar como eje del debate el libro ¿Pensiones en peligro? Que la banca pague lo que debe, cuya autoría corresponde al ciudadano que se encarga de mantener esta bitácora.









_______________________________________________________________






Presentación del libro:

¿Pensiones en peligro?
Que la banca pague lo que debe

En el acto intervendrán:

María Gainzarain, Presidenta de la ASO Valle Inclán
Antonio Cruz, socio y presentador del Acto
Ciudadano Pérez, autor del libro.

Día: Jueves, 17 Febrero de 2011, a las 19h 30m.
Asociación de Vecinos Valle Inclán-Prosperidad
c/. Luis Cabrera 51, semisótano. Madrid.
metro Prosperidad, autobuses línea 1 y 9.



_____________________________________________________________

Cultura para los pobres


Entre los hijos ilustres de Cuenca hay uno que bien se merece la estatua que tiene dedicada en el Parque de San Julián, se llamaba Lucas Aguirre Juárez. Aguirre nació el 18 de octubre de 1800 en el seno de una familia de 5 hijos que vivía en el número 45 de la calle de Alfonso VIII. Consiguieron hacer fortuna con la ferretería familiar, la diligencia de correos a Madrid y el negocio de fabricación y comercialización de tejidos. Pero la vida familiar no le fue tan bien. Fallecieron sus padres y hermanos y no casó.

Convencido de que la ignorancia de las masas era la causa principal de todos los males que padecen los pueblos dejó testamentalmente, en 1871, su fortuna para la creación de tres escuelas donde pudieran estudiar los pobres. Una está en Siones, lugar de nacimiento de su padre, otra en Madrid, donde falleció el 20 de marzo de 1873, y la tercera es el edificio que nos ocupa.

Empezó su construcción en 1884 por diseño del arquitecto Emilio Rodríguez Ayuso y su función educativa se inició en 1892. La edificación de dos plantas tiene formas simétricas sobre un eje central que le aporta una regularidad de líneas sencillas. La fachada tiene un balcón enrejado sobre la puerta de entrada y el rótulo en piedra -Centro Cultural Aguirre-. A ambos lados puertas inhabilitadas bajo dos ventanales. A sus lados, simétricamente, dos cubos de una planta con tres ventanales cada uno.

Desde 1992 se viene usando como centro cultural donde se celebran exposiciones, conferencias y congresos. Son interesantes las tres colecciones donadas de Fernando Zóbel, Federico Muelas y la del fondo Zavala.

martes, 8 de febrero de 2011

El Pacto de Precarización de las Pensiones Públicas (PPPP)



Resulta harto difícil digerir racionalmente la expresión ‘Acuerdo Social' aplicada a ese infumable engendro firmado entre Gobierno y los sindicatos CC OO y UGT cuya única finalidad consiste en precarizar el sistema público de pensiones español. La conjunción del alargamiento de la edad de jubilación y la extensión del período de cálculo de la cuantía reducirán considerablemente las pensiones a corto y medio plazo. Esto es lo que han pactado Gobierno y sindicatos: precarizar sin contrapartidas. Ni siquiera fijando pensiones mínimas. ¿Eso es un pacto social o un pacto contra la propia naturaleza del pacto social?



Lejos ya de la oscura época franquista en la que un social era un policía represor, los actuales usos y costumbres políticos han conferido una connotación positiva al adjetivo ‘social' aplicable a medidas que benefician a la sociedad: acción social, protección social, etc. Desde la Ley Dato de 1919, que inició tímidos pasos en materia de pensiones públicas, hasta ayer mismo, todos los acuerdos tomados entre sindicatos, patronal y gobernantes en materia de pensiones han ido dirigidos a mejorar las prestaciones de la Seguridad Social. Y cuando la relación de fuerzas no ha permitido mejorar nada, nada se ha acordado.

Sin embargo, y por primera vez en la historia, unos sindicatos que apenas si representan al 10% de la clase trabajadora de este país, y desde luego no representan en absoluto a la población desempleada, o empleada en precario, ha firmado con el Gobierno unos acuerdos cuya única finalidad consiste en deteriorar el sistema público de pensiones español.

La esencia del pacto social es conseguir la convivencia pacífica de los diversos sectores que tienen intereses contrapuestos. Para ello, las distintas partes ceden en alguna de sus pretensiones, logrando a cambio algún beneficio. En esta ocasión, a cambio de introducir serios perjuicios no se ha obtenido ningún beneficio.

Argumentan los sindicatos que, ante la escasa movilización de la sociedad, no tenían fuerza suficiente para oponerse a la voluntad del presidente del Gobierno y Secretario General del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) para introducir severísimos recortes en la protección social. El argumento es cierto: a diferencia de lo que sucede en otros países europeos, nuestros sindicatos no despiertan gran entusiasmo en el conjunto de la población trabajadora española. Y mucho me temo que, a partir de ahora, todavía van a contar con menor aprobación.

Y sabiendo que ni representan ni entusiasman a la población ¿por qué se han sentado a firmar con el Gobierno a sabiendas de que no podían conseguir un beneficio social? Es más, —permitiéndome usar de una interjección admitida en situaciones límite— muchos nos preguntamos ¿por qué coño el PSOE ha aceptado la reconversión al credo neoliberal de su líder permitiéndole promover y firmar el
Pacto de Precarización de las Pensiones Públicas (PPPP)? Y si Rodríguez Zapatero se ha visto atrapado en las garras del mercado, ¿por qué coño los sindicatos, en lugar de ayudar al presidente a liberarse de la presión ejercida por la delincuencia financiera internacional, firmaron el PPPP? ¿Por qué coño rubricaron, para más inri, ese Pacto contra natura en una impresentable cena en Moncloa? Que ya sabemos que en todos los trabajos se fuma, pero hacer ostentación de cenas palaciegas cuando te estás cargando un elemento tan sensible de la protección social como las pensiones de los mayores resulta obsceno.

Desde luego, es harto difícil que los sindicatos obtengan fuerza negociadora si no tienen detrás una amplia base social que los sustente. Los trabajadores precarios no se afilian ante el temor de que, si ejercen la acción sindical en sus empresas, serán represaliados. Constitucionalmente no se le puede a nadie negar el derecho a la sindicación, pero tampoco el empresario está obligado a renovar el contrato temporal a un empleado reivindicativo.

¿Acaso han hecho algo los sindicatos para revertir esta situación con acciones valientes e imaginativas? En sus inicios, el movimiento obrero tampoco tenía reconocido el derecho a sindicarse, pero valerosos sindicalistas reforzaron el movimiento con su acción. Llegando a ser ahorcados por ello, como los mártires de Chicago. Henry Ford organizó en sus empresas una policía interior destinada a reprimir cualquier intento de sindicación.

Defender el carácter público de las pensiones de jubilación no significa ignorar la necesidad de introducir algunas reformas en el sistema. La mayoría de nosotros emprende reformas en su vivienda, por lo general harto engorrosas, con el propósito de reparar deterioros o introducir mejoras que hagan más confortable su habitabilidad.

Al igual que una vivienda, también nuestro sistema público de pensiones necesita cierta reestructuración. Por ejemplo, establecer unas reglas más equitativas entre los períodos exigibles de cotización y la cuantía de la pensión. Hay millares de personas que, tras cotizar 30 años, por ejemplo, pierden su empleo al cumplir los 50, corriendo el riesgo de quedarse sin pensión si no cotiza durante ese período o, en el mejor de los casos, que le calculen la pensión sobre la base mínima de los 15 últimos años que ha permanecido en el paro.

En el otro extremo tenemos esas prejubilaciones doradas a los 52 años, recibiendo el importe íntegro de la pensión, llevadas a cabo en empresas mantenidas con dinero público, caso de Radio Televisión Española. Lo que crea un agravio comparativo muchos trabajadores del sector privado afectados por las expulsiones del trabajo forzosas a través de los Expedientes de Regulación de Empleo. Expulsiones que conllevan pérdida de años de cotización, con la consiguiente merma de la cuantía final de la pensión.

¿Se han preocupado los firmantes del pacto de compensar estas situaciones? En absoluto. No sólo no solucionan la precariedad del presente sino que admiten la precariedad futura, al estipular en el acuerdo que el aumento de 15 a 25 años del período de cálculo de la cuantía de la pensión en base a cotizaciones es para compensar a aquellos trabajadores que hayan perdido su trabajo en los últimos años de su vida laboral.

Nos vienen con el cuento de que hay que introducir una reforma en el sistema debido al envejecimiento de la pirámide poblacional. Pero en la práctica lo que admiten ¡es que habrá precariedad laboral de aquí a 2027!

El acuerdo es muy preciso al detallar las tablas de aumento progresivo de la edad de jubilación y período de cálculo de la pensión entre 2013 y 2027. Sin embargo, tanta precisión en las tablas reductoras no tiene su contrapartida en las pensiones mínimas. Este aspecto se despacha de un plumazo en el acuerdo con la siguiente mención:

Pensiones de unidades económicas unipersonales: Aunque los incrementos de las pensiones mínimas han situado buena parte de éstas por encima del umbral de pobreza relativa, todavía las situaciones de privación se concentran, especialmente, entre pensionistas que viven solos con una edad avanzada. Se considera necesario reforzar el esfuerzo del sistema, desde la vertiente no contributiva, en estas situaciones, sin hacer distinciones por razón de la contingencia protegida.

¿Por qué, en lugar de bonitas ambigüedades no han incluido una tabla especificando una secuencia detallada de aumentos para que todas, no 'buena parte' de las pensiones mínimas dejen de estar por debajo del umbral de la pobreza?

Entre otras ideas fuerza del Argumentario que la dirección de UGT ha distribuido entre sus delegados para que intenten vender la moto a los trabajadores, se afirma: "La reforma del sistema de pensiones que se ha acordado es la más importante y la de mayor calado de la democracia española".

En efecto, tan profundo es el calado de la reforma que ha logrado abrir una vía de agua en la nave de la protección social de este país. Nave que podría naufragar del todo si la sociedad en su conjunto no se moviliza para detener lo que han acordado las cúpulas de unos sindicatos que, cada día que pasa, representan a menos trabajadores.


La imagen procede de la revista de UGT Unión, nº 218, junio 2008

PPPP: Por supuesto, nada que ver con el Polska Partia Przyjacióf Piwo (PPPP) Partido de los Amantes de la Cerveza de Polonia, fundado en 1990. Uno de sus líderes era el humorista Janusz Rewin'ski. El objetivo del partido consistía en promover el consumo de cerveza en detrimento del vodka, como medida para prevenir el alcoholismo.