sábado, 21 de marzo de 2015

Los destructores de la felicidad

...Que todos los hombres son, por naturaleza, igualmente libres e independientes y tienen ciertos derechos innatos, de los que, cuando entran en estado de sociedad, no pueden privar o desposeer a su posterioridad por ningún pacto, a saber: el goce de la vida y de la libertad, con los medios de adquirir y poseer la propiedad y de buscar y obtener la felicidad y la seguridad...


Como hay gente para todo y días para todos los gustos, el 20 de marzo, ha sido declarado por la ONU como Día Internacional de la Felicidad. La cual, decían los antiguos, consiste en la ausencia de dolor. Es un concepto que contiene amplios matices en los que no entraremos hoy, pues es ardua cuestión. También se ha dicho que las cosas buenas de la vida, las que contribuyen a hacernos felices, no cuestan dinero. De manera que es a los individuos a quienes compete buscar su felicidad.

Pero, a la hora de la verdad, hay demasiadas trabas sociales que se oponen a la felicidad. Por lo que ésta se convierte en una utopía, es decir, la situación en la que desearíamos encontrarnos si cesaran las causas que llevan a vivir en su antagónico: la infelicidad del momento presente. Algo que sí puede definirse a partir de la propia experiencia.


La institución política del Estado no puede garantizar la felicidad individual, pero el individuo que vive dentro de su ámbito tiene derecho a ser protegido para que nada, ni nadie, entorpeza su derecho a buscar su propia felicidad. Este es un viejo principio formulado por primera vez en 1776. La guerra de las colonias inglesas en América del Norte contra la metrópoli consagró los principios del derecho natural en los diversos textos de corte constitucional que sirven de prolegómenos a la declaración de independendencia de los Estados Unidos de América. El 12 de junio de 1776 la Declaración de Derechos del Buen Pueblo de Virginia afirma en su artículo I:

Que todos los hombres son, por naturaleza, igualmente libres e independientes y tienen ciertos derechos innatos, de los que, cuando entran en estado de sociedad, no pueden privar o desposeer a su posterioridad por ningún pacto, a saber: el goce de la vida y de la libertad, con los medios de adquirir y poseer la propiedad y de buscar y obtener la felicidad y la seguridad.


De esta manera, el Bill of Rights de Virginia realiza la primera formulación expresa de los derechos, entonces llamados del hombre y que hoy resulta más acertado decir de la persona: vida, libertad y búsqueda de la felicidad y seguridad (life, liberty and pursuing happiness and safety), de los que hace derivar otro derecho fundamental, el de la resistencia política frente a todo gobierno que no los garantice, explicitado en su artículo III:

que cuando un gobierno resulta inadecuado o es contrario a estos principios, una mayoría de la comunidad tiene el derecho indiscutible, inalienable e irrevocable de reformarlo, alterarlo o abolirlo de la manera que se juzque más conveniente al bien público.


 
Sobre este punto es mucho más precisa la Declaración de Maryland (1776), cuando declara en su artículo IV:

La doctrina de la no resistencia al poder arbitrario y a la opresión es absurda, es propia de esclavos y destructiva para el bien común y la felicidad del género humano. 


Después de las primeras operaciones militares de Lexington, Concord y Bunker Hill, iniciadas por los colonos en 1775 contra las tropas reales, el Segundo Congreso Continental, dirigido por el gobierno revolucionario denominado The Association, acordó proclamar su separación de la corona inglesa. En Filadelfia, el 4 de julio de 1776, era aprobada una Declaración de Independencia de los trece Estados Unidos de América redactada por Jefferson, en la que se recogían todos los principios formulados anteriormente por las corrientes enciclopedistas y apuntados en las declaraciones precedentes.

Sostenemos por evidentes, por sí mismas, estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que siempre que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene derecho a reformarla o a abolirla, e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio sea la más adecuada para alcanzar la seguridad y la felicidad.



En España, un gobierno en concreto, el actual gobierno del Partido Popular, ha hecho casi todo cuanto estaba a su alcance para obstaculizar el derecho de la mayoría a buscar la propia felicidad. Pues, aun considerando la tesis ya apuntada de que las mejores cosas de la vida no cuestan dinero, no es menos cierto que la falta de un mínimo sustento material que posibilite cubrir las necesidades básicas de las personas, éstas no podrán transitar los caminos que conducen a la felicidad. 

El PP ha destruido las bases materiales de los millones de desempleados, cuya cifra total ha aumentado bajo el mandato de Rajoy, al recortar sensiblemente el subsidio por desempleo, que ahora apenas lo perciben la mitad de los afectados. Ha destruido las esperanzas de emancipación de los jóvenes, cuya tasa de paro se ha incrementado desde el 48,7% de finales de 2011 hasta el 51,4% del pasado diciembre. Ha sembrado en los jubilados la inquietud por el futuro de las pensiones al reducir el llamado Fondo de Reserva retirando de manera creciente un total de 32.651 millones de euros de los 66.881 millones que había antes de que el PP metiera mano a la hucha. 

Si a todo esto se añaden los salvajes recortes en Sanidad, Educación y ayuda a la Dependencia, no es extraño que los españoles declaren ser la población menos feliz de Europa. Así se pone de manifiesto en un estudio de Eurostat, la oficina estadística de la UE, sobre la satisfacción ciudadana con sus condiciones de vida. En el mismo se constata que la salud y factores como la situación económica y las relaciones sociales están muy relacionados con la percepción del bienestar individual. "Estar en riesgo de pobreza o en situación de falta de recursos es especialmente relevante", señala en su análisis Eurostat. Y añade: "Sin embargo, es la mala salud la que impacta de manera más negativa en la satisfacción con la vida".

En Andalucía, las elecciones autonómicas celebradas el 22-M han puesto de manifiesto que el electorado ha castigado al principal destructor de la felicidad en España. ¿Cundirá el ejemplo en los próximos comicios municipales y autonómicos en Madrid?  




2 comentarios:

  1. Han castigado bastante al PP pero no suficientemente al PSOE. Es posible que el clientelismo derivado de las prestaciones del PER haya ayudado a la gente de Susana Díaz. El miedo a perder tan modestos emolumentos puede haber influido. Estarás de acuerdo conmigo en que una renta básica que no dependa de la voluntad o el capricho del alcalde de turno haría perder ese miedo y votar con mayor libertad. Seguro que los resultados no serían los mismos.
    Otra cosa: apenas se habla de la metida de mano en la hucha del Fondo de Reserva. El tema es tan inquietante como silenciado por los medios. Gracias por mencionarlo.
    Saludos.

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  2. Una observación interesante sobre la RBC: acostumbramos a definirla como derecho equivalente al derecho al voto. Y tú añades una virtud más: al hacer más libre ese voto. De todas formas, aunque es probable que los perceptores del PER hayan votado al partido del Poder, su número total es sensiblemente menor que el del censo electoral andaluz.
    Lo de la hucha de las pensiones es de juzgado de guardia, como suele decirse. Pero no sé dónde está ese juzgado. Saludos

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