miércoles, 3 de junio de 2020

Declaración del Observatorio de Renta Básica de Ciudadanía de Attac ante la aprobación del Ingreso Mínimo Vital


La sociedad de este país no podrá considerarse sana y moralmente digna mientras las élites dirigentes sigan cerrando los ojos ante la tremenda realidad de la pobreza estructural con la que convivimos. El Gobierno de coalición se ha atrevido, por fin, a mirar de frente los casos más sangrantes, pero el Ingreso Mínimo Vital es un instrumento que nace castrado para abordar la desigualdad social en su auténtica dimensión.  


Declaración del Observatorio de Renta Básica de Ciudadanía de Attac ante el Ingreso Mínimo Vital

La aprobación por el Gobierno del Real Decreto-ley 20/2020 de 29 de mayo que crea el Ingreso Mínimo Vital (IMV) destinado a atender a los casos extremos de pobreza estructural, debe contemplarse como una medida positiva. En efecto, y aun con grandes limitaciones, esta prestación intenta dar respuesta a la sensibilidad extendida entre la gran mayoría de la ciudadanía que entiende que la sociedad de este país no podrá considerarse sana y moralmente digna mientras las élites dirigentes sigan cerrando los ojos ante una tremenda realidad: la pobreza estructural con la que convivimos desde antes, y sobre todo a partir de la crisis de 2008, cuando los gobiernos del momento se apresuraron a salvar a la banca olvidando a las personas.


Centenares de personas hacen cola para recoger alimentos en un local de Asociación de Vecinos de Aluche 
Cuando una parte del panorama social del Reino de España está integrado por las grandes colas de gente que aguarda alimentos ante las entidades voluntarias que los reparten, sería una auténtica frivolidad negarse a reconocer el impacto positivo que el IMV puede representar en la vida cotidiana de las personas directamente afectadas por la necesidad. Hay una sustancial diferencia entre poder comprar alimentos o tener que implorarlos por caridad. 

Esta ayuda a los pobres llega al menos con cinco años de retraso desde que el PSOE la incluyera en su programa de Gobierno. Lo que sitúa a España al final de otra cola, es vez de indignidad: ser uno de los últimos países europeos en adoptar una medida similar.

Desde diversos medios se han echado las campanas al vuelo para celebrar como un gran acontecimiento el hecho de que una persona en situación de necesidad pueda, al fin, recibir un mínimo socorro de 460 €, cuantía que se sitúa por debajo del umbral oficial de pobreza. Lo cual arroja una idea decepcionante del estado en que se encuentra nuestro sistema de protección social. Suele argumentarse que las prestaciones de este tipo deben ser bajas para no desincentivar la búsqueda de empleo. Un argumento endeble al fijar su cuantía en la misma cifra que la de la pensión mínima no contributiva (*), a la que hay que suponer liberada de toda sospecha de holgazanería. 

Lo que tales opiniones complacientes celebran es que el IMV llegará, según cálculos del Gobierno, a 850.000 hogares en los que viven 2,3 millones de personas, y supondrá la práctica erradicación de la pobreza extrema, que actualmente afecta a 600.000 hogares y 1,6 millones de personas. Cálculo que conviene contrastar con otro dato oficial: la Encuesta de Condiciones de Vida 2019, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística. Que estima que un 26,1% de la población española. Es decir, 11.797.000 personas, se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión social.

Sin embargo, ni Gobierno, ni oposición ni opiniones publicadas se plantean alternativas con suficiente ambición transformadora. Porque el IMV no deja de ser una mejora del actual sistema asistencial con algunas novedades, como su ámbito estatal y su compatibilidad con ingresos procedentes del trabajo. Pero es un instrumento castrado desde su nacimiento para abordar en toda su dimensión la desigualdad social existente en España. 

En definitiva, desde el Observatorio de Renta de Ciudadanía de Attac, sin dejar de reconocer el pequeño avance que significa el IMV, seguimos considerando que la única forma viable, hoy por hoy, para alcanzar ese objetivo de eliminación generalizada de la pobreza es la implantación de una auténtica Renta Básica Universal en los términos de incondicionalidad que la definen.

La universalidad de un ingreso ciudadano perfeccionaría el avance del IMV desde una doble perspectiva política y económica al no estigmatizar a los perceptores, proporcionar libertad real para todas las personas y reducir sensiblemente los costes de gestión administrativa. 

La Renta Básica Universal es el objetivo por el que seguiremos trabajando.

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(*) El Gobierno vincula la subida del ingreso mínimo a las pensiones no contributivas. Desvinculándola del IPREM.  La pensión no contributiva asciende a 395,6 euros mensuales en 14 pagas, ya que los pensionistas tienen las extras de verano y navidad. El ingreso mínimo vital tendrá 12 pagas, por lo que, prorrateado, da como resultado los 461,53 euros al mes que será la renta garantizada mínima de esta ayuda.




1 comentario:

  1. "...al fijar su cuantía en la misma cifra que la de la pensión mínima no contributiva (*), a la que hay que suponer liberada de toda sospecha de holgazanería."

    Muy bueno. +1

    La de gente holgazana que trabaja remuneradamente y gana un dineral y la de que no lo es y cobra una miseria...

    Que desgracia que la muuucha gente se vuelva holgazana por decreto-ley a los 65 o 67 años...

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