miércoles, 12 de febrero de 2014

¿Debería Attac defender la Renta Básica de Ciudadanía?


Es hora de decirle a la sociedad algunas verdades. Una de ellas es que el empleo, tal como lo hemos conocido, no volverá. Otra, que el empleo no garantiza la igualdad, sino todo lo contrario: perpetúa la dominación de una clase social sobre otra. Y si ese dominio fue atenuado algo por legislaciones progresistas, hoy, el triunfo de la derecha, unido al abandonismo de la mayoría social, supone un regreso al siglo XIX. 

La garantía de un ingreso mínimo, pagado por el Estado de forma incondicional a todas las personas, es uno de los ejes del nuevo Contrato Social que, más pronto que tarde, habrá que establecer para equilibrar la devastación causada por las políticas de la globalización neoliberal. Esta evidencia ha ido abriendo paso en el debate social a la propuesta de implantar una Renta Básica de Ciudadanía (RBC). Una alternativa con que cuenta la sociedad gracias a la capacidad de resistencia con que sus defensores, aguantando el chaparrón de críticas más o menos serias y trasnochadas monsergas ideológicas, hemos conseguido mantener encendida la antorcha de una propuesta para ampliar la libertad de las personas.

Frente a los fuegos de artificio del discurso liberal que, a la postre, sólo persigue libertades como la libertad de despido, surge la idea liberadora de garantizar un ingreso a todas las personas. Propuesta que aspira a reducir, siquiera en parte, el dominio de una minoría detentadora de los medios de producción, distribución y financieros, sobre una mayoría obligada a trabajar al servicio de esa minoría. Una élite que, saltándose las más elementales reglas de la democracia, apoya un Sistema, corrupto hasta límites indescriptibles, que se sostiene ideológicamente sobre la promesa del pleno empleo. 

Es hora de decirle a la sociedad algunas verdades. Y una de ellas es que el empleo, tal como lo hemos conocido, no volverá. En la sociedad industrial el empleo se constituyó como un artificio cultural y económico mediante el cual se estructura la división social del trabajo y la distribución de la riqueza, conforme a las pautas del Orden Establecido en una sociedad regida por el modelo productivo capitalista. Modelo que, por definición, se basa en la desigualdad. Lo que determina que el empleo sea el agente principal a través del que se articula la reproducción de una sociedad desigual. De hecho, la primera desigualdad se produce en el acto contractual por el que una persona vende a otra su tiempo, fuerza y capacidad de trabajo, a cambio de un pago monetario: el salario.

En una sociedad idílica, tal vez ese contrato pudiera celebrarse en condiciones de igualdad. Pero en la sociedad real en que vivimos, el contrato laboral se realiza bajo un ordenamiento legal en el que una de las partes, la empleadora, obtiene grandes ventajas (disposición del tiempo, disciplinarias, etc.)  sobre la otra parte, la empleada. Es decir, que el empleo no sólo no garantiza la igualdad, sino que contribuye a perpetuar la dominación de una clase social sobre otra. Y si ese dominio fue atenuado algo por legislaciones progresistas, hoy, el triunfo de la derecha, unido al abandonismo político por parte de la mayoría social, está llevando la situación de dominio a condiciones que recuerdan las imperantes en el siglo XIX. Las sucesivas reformas laborales de los últimos años han convertido al empleado en un guiñapo inerme y abandonado al capricho de la patronal.

"Los filántropos llaman bienhechores de la Humanidad a los que, para enriquecerse sin trabajar, dan trabajo a los pobres", escribía Paul Lafargue hace más de un siglo, señalando que: “Una extraña pasión invade a las clases obreras de los países donde reina la civilización capitalista [...]. Esa pasión es el amor al trabajo, el furibundo frenesí del trabajo, llevado hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de su progenitura. En vez de reaccionar contra esa aberración mental, los curas, los economistas y los moralistas, han sacrosantificado el trabajo”.

Incluyendo a los economistas y moralistas de izquierda que siguen confiando en los cantos de sirena de la recuperación del empleo. Con unas cifras de pobreza, desempleo y precariedad rozando los límites de la dignidad humana. Con seis millones de parados, seiscientos mil exiliados laborales y millones de empleados en inasumibles condiciones de precariedad, algunos todavía siguen pidiendo que se genere trabajo asalariado. Por cierto, Paul Lafargue era yerno nada menos que de Karl Marx. Éste, en su Crítica del programa de Gotha, advirtió a los congresistas del Partido Social Demócrata alemán que no se dejaran deslumbrar por los cánticos de alabanza hacia las mitificadas virtudes del trabajo:

El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso [...] ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza de trabajo del hombre [...]. Los burgueses tienen razones muy fundadas para atribuir al trabajo una fuerza creadora sobrenatural; pues precisamente del hecho de que el trabajo está condicionado por la naturaleza se deduce que el hombre que no dispone de más propiedad que su fuerza de trabajo, tiene que ser, necesariamente, en todo estado social y de civilización, esclavo de otros hombres, de aquellos que se han adueñado de las condiciones materiales de trabajo. Y no podrá trabajar, ni, por consiguiente, vivir, más que con su permiso.

No podrá trabajar, ni, por consiguiente, vivir más que con permiso de otro. Eso es lo que la Renta Básica de Ciudadanía pretende evitar, y no crear vagos, como rutinariamente afirman los detractores de la propuesta. Que harían bien tomándose la molestia de constatar que lo que más abunda hoy en el panorama laboral no es precisamente una horda de felices holgazanes. 


Cesen, por tanto, de sermonear los predicadores y dejen que se escuche la voz de esos trabajadores, cualificados o no, con salarios y condiciones laborales precarias; que hablen esos jóvenes excluidos del acceso a un empleo estable; que se oiga a esos padres que trabajan a doble turno para sostener a su familia; y, sobre todo, que se escuche la voz de esa legión de personas excluidas durante periodos de larga, larguísima duración, y en muchos casos para siempre, del acceso a un empleo digno y suficiente para vivir.

Los avances tecnológicos y el traslado de la producción de bienes materiales a países con mano de obra barata permiten al capitalismo actual obtener pingües beneficios empleando sólo al 20% de la población activa. De hecho, ya hay estudios que vaticinan el pronto establecimiento de la sociedad 20-80. 


Pero para que los miembros de la clase privilegiada puedan seguir ocupándose de la desorganizacion del mundo, no sólo precisan de la clase productiva que suministra los bienes y servicios básicos. Necesitan, además, que haya una subclase que se encargue de realizar las tareas más desagradables de la vida cotidiana, como pueda ser la limpieza. Desde las viviendas de los mejor acomodados hasta los salones del Parlamento, la Bolsa, la Banca y resto de compañías industriales o mercantiles, todo debe estar tan limpio como una patena. Igual que los confortables, elegantes y climatizados despachos donde los encorbatados dirigentes que recortan salarios de trabajadores dicen de ellos mismos que trabajan duro

Eso sí, los limpiadores de la basura no están exentos de contaminarse con ella a través de los contratos basura. Y para que ningún precario se crea con derecho a negarse a limpiar la basura ajena existe una ideología hecha a la medida del interés de los que están arriba: la ideología del trabajo como virtud, bajo la que se esconde la realidad del trabajo asalariado que se realiza por cuenta, beneficio y permiso de otro.

Y es aquí donde radica la genuina esencia del Ingreso Garantizado: al proporcionar seguridad personal a las personas evitaría que muchos tengan que ir por la vida pidiendo permiso para vivir. Hoy está en boga hablar de empoderamiento para muchos sectores de la sociedad. ¿Por qué no empoderarnos de golpe todas y todos?

Este es el verdadero quíd de la cuestión, y no la pretendida inviabilidad de la RBC que, siendo una objeción en apariencia consistente, se derrumba a la vista de las ingentes sumas de dinero público inyectadas al sistema financiero, que suponen en torno al 28% del PIB. Y fueron concedidas sin que nadie expresara objeciones técnicas. Mientras que la asignación presupuestaria para implantar la RBC, que suele presentarse como inviable, sólo supondría alrededor del 5% del PIB.*

Situados frente al dilema sobre defender o no la reivindicación de la Renta Básica de Ciudadanía ¿dónde debe situarse Attac: en el lado del tópico o en el lado de los perdedores del actual sistema?



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(*) En efecto, los que acostumbran a echar las cuentas del Gran Capitán, calculan el coste de la RBC multiplicando la población total por el importe de un Ingreso Garantizado situado por encima del umbral de pobreza: 570 € mensuales. Lo que arroja un monto total del orden del 12% del PIB. Pero ese cálculo es bastante rudimentario: hay que descontar de la población perceptora a nueve millones de pensionistas que ya cobran una renta incondicional y vitalicia, aunque en muchos casos sea muy baja. Asimismo hay que descontar al 40% de los desempleados que perciben algún tipo de subsidio. Como es lógico, un ingreso garantizado sería incompatible con una pensión o subsidio. Pero, de entrada, saldrían ganando ese 60% de parados que no tienen cobertura alguna.









Fundamentos del Ingreso Garantizado de Ciudadanía


El Ingreso Garantizado de Ciudadanía es una propuesta apoyada en una profunda solera filosófica y política. De la cual se ofrece aquí una visión sinóptica.



La propuesta de lo que, para entendernos, se denomina Renta Básica de Ciudadanía, y cuyos ejes principales he descrito en anteriores artículos publicados en este blog, ha ido cristalizando a través de las aportaciones de pensadores de distintas nacionalidades y épocas. Dejaré ahora el antecedente histórico que suponen las respectivas figuras de Thomas Paine (1737-1809) y de Charles Fourier, para centrarme en lo que han dicho destacados autores más cercanos al mundo contemporáneo. Sin pretender ser exhaustiva, la que sigue es una relación de las propuestas más notorias clasificadas por orden cronológico de aparición en escena.


 1889: En una conferencia pronunciada en Ginebra, el fundador de la escuela solidaria, León Bourgeois, (1851-1925), premio Nobel de la Paz en 1920, justifica la creación de un
salario mínimo existencial en la necesidad de corregir la injusticia de un sistema social que a unos les facilita ventajas —que se encuentran sin haberlas pedido— y a otros el peso de unos perjuicios de los que tampoco son responsables.

 1890: Durante esta década surgen en los Estados Unidos de América del Norte movimientos populistas y progresistas. Dentro de esta corriente, los escritores Henry George y Edward Bellamy publicaron sendos libros que se convirtieron en
bestsellers de la época, alcanzando ventas millonarias. Ambos reivindicaron que se garantizase a cada persona una seguridad económica mínima.

 1918: El filósofo, matemático y escritor Bertrand Russell (1872-1970), en
Los caminos de la libertad, un libro que acabó de escribir en abril de 1918, pocos días antes de ser encarcelado por su activismo pacifista, defendió un ingreso garantizado. Reflexionando sobre las respectivas ventajas e inconvenientes que ofrecían el socialismo y el anarquismo frente al capitalismo, al plantearse el problema práctico de los sistemas productivos afirma: "El plan que nosotros predicamos consiste esencialmente en esto: que un cierto pequeño ingreso, suficiente para las necesidades, sea asegurado a todo el mundo, trabaje o no, y que un ingreso mayor, tan elevado como la cantidad total de artículos de consumo permitiera repartir, fuera dado a aquellos que se ocupasen en algún trabajo que estuviese reconocido por la comunidad".

 1920: Clifford Hugh (
Mayor) Douglas (1879-1952) un brillante ingeniero escocés, propuso el Social Credit, o Dividendo Nacional. Douglas fue nombrado superintendente de la factoría de la Royal Air Force en Farnborough, durante la I Guerra Mundial. A partir de la experiencia adquirida en materia de producción desde este cargo, el Mayor Douglas concibió el Social Credit como una solución al desempleo. Variantes de esta idea fueron consideradas en los debates económicos y de política social del período de entreguerras, siendo defendidas por destacados economistas relacionados con John Maynard Keynes. El concepto inspiró el Canadian Social Credit Movement y la New Zealand's Social Credit Political League.

 1930: Otra modalidad de
dividendo social fue promovida por el economista y político polaco Oskar Ryszard Lange (1904-1965). Embajador en Washington y delegado de Polonia ante las Naciones Unidas, enfocó su labor teórica a la aplicación de los conceptos e instrumentos de la economía convencional a la economía marxista con un interés especial en la resolución de los problemas que planteaba la planificación socialista. Desarrolló un modelo teórico de “socialismo de mercado” basado en una planificación descentralizada. Lange promovió la idea del dividendo social como una distribución directa entre los ciudadanos de los beneficios obtenidos por las empresas estatales gestionadas por el socialismo. En su propuesta original, el dividendo debería ser proporcional a los ingresos de la persona. También el profesor James Meade defendió una forma de dividendo social o nacional.

 1932: En plena depresión económica, con unos dramáticos niveles de desempleo, Jacques Duboin (1878-1976), un antiguo banquero francés, publica
El gran relevo de los hombres por la máquina. Un libro en el que expone las bases de un ambicioso programa económico, defendiendo la creación de un ingreso igual para todos, la reducción masiva del tiempo de trabajo y la instauración de una “moneda de consumo” que hiciera imposible su acumulación. Para Duboin, “el derecho a los productos y a los servicios depende únicamente del hecho de pertenecer a la raza humana”.

 1942: Entra en vigor en el Reino Unido el Plan Beveridge, que sienta las bases del sistema británico de protección social y sus estrategias de intervención. Este plan partía de la premisa de que el sistema productivo sería capaz de suministrar pleno empleo al conjunto de la población. De forma paralela, la economista independiente Lady Juliet Rhys-Williams propugnó un “dividendo social alternativo al plan Beveridge”. Este dividendo social sería pagado a cada hombre, mujer y niño del país, evitando la discriminatoria naturaleza del plan Beveridge. Rhys-Williams argumentó que esa sería la única vía para prevenir la pobreza sin menoscabo del esfuerzo personal o la dignidad de las mujeres. Esta propuesta habría dotado a las mujeres con un ingreso independiente, con lo que las amas de casa hubieran tenido un ingreso adicional al de su esposo.

 1944: Friedrich A. Hayek (1899-1992), Nobel de Economía en 1974, publica
The Road to Serfdom (Camino de servidumbre), obra de obligada referencia para los entusiastas del neoliberalismo, en la que realiza una durísima crítica contra todo tipo de planificación económica, que en su opinión significa el fin de la libertad individual. Sin embargo, Hayek, que no sucumbe a la ingenuidad de identificar libertad económica con libertad efectiva, piensa que una sociedad que ha alcanzado un elevado nivel de riqueza, puede perfectamente ofrecer la garantía de un sustento mínimo para todos. Sin que ello ponga en peligro la libertad general. En sus propias palabras:

"Igual que la espuria “libertad económica”, y con más justicia, la seguridad económica se presenta a menudo como una indispensable condición de la libertad efectiva. Eso es, en un sentido, tan cierto como importante. [...] Será bueno contraponer desde un principio las dos clases de seguridad: la limitada, que pueden alcanzar todos y que, por consiguiente, no es un privilegio sino un legítimo objeto de deseo, y la seguridad absoluta, que en una sociedad libre no pueden lograr todos, y que no debe concederse como un privilegio —excepto en unos cuantos casos especiales, como el de la judicatura, donde una independencia completa es de extraordinaria importancia—. Estas dos clases de seguridad son: la primera, la seguridad contra una privación material grave, la certidumbre de un determinado sustento mínimo para todos, y la segunda, la seguridad de un determinado nivel de vida o de la posición que una persona o grupo disfruta en comparación con otros. O, dicho brevemente, la seguridad de un ingreso mínimo y la seguridad de aquel ingreso concreto que se supone merecido por una persona. [...] No hay motivo para que una sociedad que ha alcanzado un nivel general de riqueza como el de la nuestra, no pueda garantizar a todos esa primera clase de seguridad sin poner en peligro la libertad general".

 1948: Norbert Wiener (1894-1964), matemático estadounidense considerado ‘padre’ de la Cibernética, publica
Cybernetics or Control and Communication in the Animal and the Machine, obra en la que expone los fundamentos de las nuevas ciencias del control. Consciente de las consecuencias sociales que plantearía el desarrollo de las aplicaciones tecnológicas derivadas de la automatización, Wiener intentó advertir a gobernantes y sindicalistas sobre el conflicto entre tecnología y empleo que se avecinaba, sugiriendo la idea de compensar a los ciudadanos con algún tipo de ingreso garantizado.

 1955: El psicólogo social Erich Fromm sostuvo que muchos males de las sociedades comunistas y capitalistas desaparecerían con la introducción de un ingreso anual garantizado. “La esencia de esta idea —dice Fromm— es que todas las personas, trabajen o no, deben tener el derecho incondicional de no morir de hambre ni carecer de techo. Recibirán sólo lo que necesitan básicamente para mantenerse, pero no recibirán menos. Este derecho expresa un nuevo concepto en la actualidad, aunque es una norma muy antigua, proclamada por el cristianismo y practicada por muchas tribus ‘primitivas’:
los seres humanos tienen el derecho incondicional de vivir, sin importar si cumplen su ‘deber para con la sociedad’. Otorgamos este derecho a nuestros animales favoritos, pero no a nuestros semejantes”.

 1960: En esta década, Milton Friedman, James Tobin, Paul Samuelson, John Kenneth Galbraith y otros notables economistas, publicaron informes técnicos en torno al denominado “impuesto negativo sobre la renta”. Un mecanismo a través del cual la tarifa del impuesto sobre la renta se reduce hasta llegar a anularse cuando se aplica a las categorías de ingresos más reducidos. A partir del momento en que la tarifa es cero, se convierte en una renta conforme los ingresos van disminuyendo. En otras palabras, se define la renta mínima que necesita un individuo para satisfacer sus necesidades esenciales. Quienes obtienen ingresos por encima de ese mínimo vital pagan impuestos, y quienes no alcanzan ese mínimo reciben del Erario público una renta por el diferencial hasta igualar el mínimo vital. A instancias de algunos asesores, el presidente Richard Nixon presentó un plan de impuesto negativo que resultó aprobado en la Cámara de Representantes por dos tercios de los votos, aunque fue descalificado por la Comisión de Finanzas del Senado.

 1963: Un grupo de distinguidos científicos, economistas y académicos encabezados por J. Robert Oppenheimer, director del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton, publicó en
The New York Times una carta abierta al presidente de la nación en la que advertían de los riesgos sociales derivados de la automatización. El grupo, que adoptó el nombre de Ad Hoc Committee on the Triple Revolution (cibernética, armamentística y derechos humanos), defendió con firmeza la idea de garantizar que cada ciudadano pudiera disponer de “unos adecuados ingresos como derecho inalienable”.

 1966: Influido por las preocupaciones de Wiener y del Ad Hoc Committee, el economista estadounidense Robert Theobald formuló una propuesta concreta de ingreso garantizado. Theobald argumentaba que, ante el desempleo producido por la tecnología, los seres humanos necesitarían un ingreso para poder subsistir, al tiempo que el funcionamiento de la propia economía precisaría distribuir una renta que permitiera la adquisición de los bienes producidos. Theobald propone la institución de una renta garantizada que debería percibir mensualmente cada ciudadano por el mero hecho de nacer. La cuantía de esa renta vendría fijada en función de la renta per cápita del país. La prestación se extendería a todo el mundo, sin perjuicio de que trabajase o no, siendo libre cada ciudadano para decidir si desea obtener otros ingresos ejerciendo un trabajo adicional. La contrapartida a esta pensión vitalicia se encontraría en la institución de un servicio social en el que cada uno de los perceptores estaría obligado a prestar un cierto número de horas de trabajo a la comunidad. Según Theobald:

El ingreso garantizado representa la posibilidad de poner en práctica la creencia filosófica fundamental que se ha repetido constantemente en la historia del hombre, según la cual cada individuo tiene un derecho sobre una participación mínima en la producción de la sociedad. La falta perenne de casi todas las necesidades en la vida impedían la aplicación de sus creencias hasta años recientes: la llegada de una abundancia relativa en los países ricos da al hombre el poder para llegar a las metas que permitan garantizar un nivel mínimo de vida para todos.

 1967: El interés suscitado por la idea del ingreso garantizado movió al presidente Lyndon B. Johnson a crear la National Commision on Guaranted Incomes, integrada por líderes de empresa, representantes sindicales y expertos de otros ámbitos. Al cabo de dos años de conversaciones y estudios, la comisión emitió un informe apoyando la idea del ingreso anual garantizado. Entre otras conclusiones, el informe establecía que “el desempleo o subempleo entre los pobres se debe, a menudo, a fuerzas que no pueden ser controladas por ellos mismos. Para muchos de los pobres, el deseo de trabajar puede ser intenso pero las oportunidades de realizarlo no lo son. Incluso si se mejorasen los actuales programas de asistencia pública y de bienestar, éstos serían incapaces de garantizar que todos los americanos recibiesen un ingreso adecuado. Por ello hemos recomendado la adopción de un nuevo programa de ingresos para poder suplir las necesidades de todos los americanos”.

 1972: Durante la campaña hacia la presidencia de los Estados Unidos, el senador George McGovern, aconsejado por James Tobin, incorporó a su programa electoral el
Demogrant, una variante del impuesto negativo sin demostración de recursos (means test) próximo a la idea del ingreso garantizado.

 1972: La idea del Ingreso Universal Garantizado llamó la atención del Gobierno conservador de Edward Heath en Gran Bretaña. Se manejó el esquema del crédito fiscal (
tax credit). Los subsidios personales serían reemplazadas por créditos fiscales que podrían ser hechos efectivos en metálico en ciertas circunstancias cuando excedieran las obligaciones fiscales del perceptor. Esto equivaldría a una Renta Básica para un considerable porcentaje de población. La idea quedó desechada ya que Heath no fue reelegido para continuar en el gobierno.




sábado, 1 de febrero de 2014

Una Voz en el Aconcagua: el valor de la amistad

Un ejemplar de La Voz de Chamartín llegó a la cumbre del Aconcagua, la montaña más alta del continente americano, el 17 de agosto de 1990, gracias a la generosa colaboración de dos alpinistas españoles. Rogelio Recio y José Luis Castilla, gratis et amore, llevaron en sus mochilas un ejemplar del periódico hasta la cumbre del Ackon Cahuac, el Centinela de Piedra.
 
A las trece horas del sábado 17 de agosto de 1990, día festivo en Argentina en memoria de su héroe nacional, el general San Martín, El Libertador, dos alpinistas españoles, Rogelio Recio Vicente y José Luis Castilla Orna, remontaban los últimos metros de la canaleta, el paso clave que conduce  a la cumbre más elevada de América: el Ackon Cahuac o "Centinela de Piedra" en lengua quechua. Más conocido como Aconcagua.

Este pétreo centinela se eleva a casi 7.000 (6.963) metros sobre el nivel del mar, en la franja de la cordillera de los Andes que sirve de fontera natural entre Chile y Argentina. Durante el invierno austral, cuya mayor crudeza se registra en esas latitudes en los meses de julio y agosto, esa montaña se ve raramente frecuentada. Tras once días de lucha contra las rudas condiciones climáticas de aquel invierno austral, que les obligaron a realizar dos intentos antes de pisar la cima, el 17 de agosto de 1990, Rogelio Recio Vicente y José Luis Castilla Orna consiguieron culminar la ascensión en condiciones netamente invernales. 

Rogelio Recio sostiene La Voz de Chamartín en la cima del Aconcagua.   Foto: José Luis Castilla.


Por 'exigencias del guión', el escribidor de este blog, orientado a cuestiones de índole social, no suele hablar aquí de una de sus grandes pasiones: caminar por la montaña, una forma de ejercer la libertad personal. Visitar ese territorio que Lyonel Terray, uno de los grandes alpinistas de los años cincuenta del pasado siglo, describió con estas significativas palabras: "La alta montaña no es sino un vasto desierto de roca y de hielo, sin otro valor que el que nosotros queramos otorgarle, pero sobre esta materia, siempre virgen, por la fuerza creadora del espíritu cada uno puede, a su gusto, moldear la imagen del ideal que persigue".

A uno, que lleva andados muchos caminos, por el monte y por la vida, no le van a venir ahora unos gobernantes falsarios a enseñarme en qué consiste ser emprendedor. Apoyado por un grupo de amigos, fundé una pequeña empresa editora de prensa con la que pretendía cubrir ese ámbito de la información local con un criterio riguroso y profesional. Conforme al cual pusimos en la calle dos cabeceras: La Voz de Chamartín y La Voz de Tetuán. La suerte no nos acompañó en el intento y, tras pagar religiosamente a colaboradores e imprentas, tuvimos que cerrar, perdiendo los esfuerzos y dineros invertidos.

Ningún tipo de Administración Pública acudió en nuestro rescate con dinero del contribuyente. Todo conforme a la ortodoxia capitalista, cuyas reglas rigen sólo para los pequeños emprendimientos, no para los grandes tinglados financieros y monopolios de suministro de energía. Ni tampoco para esos delincuentes, maestros en el arte del engaño y el impago de salarios, a los que la gran patronal no duda en colocar en la cúspide de sus organizaciones.

De esta aventura aprendí muchas cosas. Algunas de ellas podría contarlas en esas escuelas de negocios donde no enseñan a los alumnos ese principio enunciado por Antonio Machado: es de necios confundir valor y precio. Pero para hablar del valor de la amistad no necesito ir a ningún aula para contarlas. Dejaré aquí testimonio del valor personal que se precisa para subir una montaña de la magnitud del Aconcagua, y del valor de la amistad de dos alpinistas/andinistas que, de forma totalmente desinteresada, se ofrecieron a realizar esa promoción de nuestro periódico.

Traigo a colación este recuerdo, avisado de que, justo en estos días, otros dos alpinistas, patrocinados por un potente medio de prensa digital, intentan también pisar la cumbre del Centinela de Piedra. Les deseo que tengan mucha suerte, que cesen los vientos huracanados y se abra en el tiempo meteorológico una ventana que les permita llegar hasta la cruz del Aconcagua. Viendo recompensado su esfuerzo con una visión tan espléndida y nítida como la que tuvieron Rogelio y José Luis hace más de dos décadas.


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                          La Voz, en una mochila      

Con Rogelio Recio, Geli, he compartido muchas cosas. Entre ellas, los 60 metros de cuerda estática que compramos juntos para equipar el pozo principal de la sima del Bizcaíno, en la Sierra de Aralar, y que, por cierto, estrenamos en compañía de José Luis Castilla en otra vertical de Soria.

Además de las horas desgranadas en la oscuridad del mundo subterráneo, la linterna moral de Geli me ayudó también en la negrura de alguna noche de incertidumbre, cuando todo parecía confabularse para que la aventura de LA VOZ se fuera al traste.

Llevar, voluntaria y desinteresadamente, un ejemplar de este periódico hasta la cumbre del Aconcagua, sin que en ello mediase ningún tipo de patrocinio crematístico, es una excelente prueba de amistad a la vez que un acto de esa liturgia agnóstica practicada por quienes, necesitando creer en algo, creen en sí mismos y con esa convicción afrontan el riesgo personal. 

Hay aventuras que tienen como escenario la soledad de los desiertos de roca y de hielo, y aventuras que discurren sobre algo tan sutil como el papel. Debería haber sido su director el encargado de cargar el leve peso de La Voz de Chamartín hasta la cumbre del coloso andino. Sin embargo, para que el proyecto siguiera adelante, era preciso permanecer durante el tórrido verano en el 'campamento base' de Madrid. Así que muchas gracias, amigos, por no haberme marginado de vuestra aventura, aunque aliviándome el esfuerzo.

De todas formas, confío en tener alguna vez la oportunidad de ascender la canaleta del Centinela para escuchar el eco de La Voz que quedó en la cumbre, antes de que mi edificio corporal se encuentre tan fatigado que ya no le quede aliento para otra cosa que no sea rogar, como Antonio Machado a los amigos: llevad mi cuerpo a los azules montes del Guadarrama


Columna escrita en La Voz de Chamartín, octubre, 1990.


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