Die Skatspieler, Otto Dix, 1920 |
Una ola de sinvergonzonería recorre España. Es la ola donde se entremezclan la mala sangre de los falsos valentones de Vox, la estupidez de Junts y el miserabilismo moral del Partido Popular, esa trinidad de derechas que no ha tenido el menor escrúpulo en derribar un decreto del Gobierno repleto de medidas económicas y sociales, entre ellas algunas de tanto impacto como la revalorización de las pensiones o las ayudas al transporte público.
Las caras de júbilo de los miembros de esa trinidad de sinvergüenzas tras derrotar la propuesta del Gobierno denotan su absoluta falta de escrúpulos, pues, tras la sucia jugada con la que, una vez más, pretenden zancadillear a Pedro Sánchez, se encuentra la realidad de los grupos sociales más vulnerables.
12 millones de pensionistas dejarán de percibir el incremento de sus pagas destinado a compensar la inflación del 2,8%. Tampoco los beneficiarios del ingreso mínimo vital, a quienes se les incrementaba un 9% esta modestísima prestación, percibirán esta mejora. Asimismo, resultan perjudicados los usuarios del transporte público, principalmente jóvenes, que gozaban de los abonos rebajados.
Poca sensibilidad cabía esperar de esos populistas de Vox cuya única forma de estar en política consiste en agitar ese espantajo en que han convertido la bandera nacional con sus bulos. Tampoco era esperable un ápice de coherencia en Junts, la formación que alcanzó el mayor grado en la escala de la estupidez al declarar la independencia de Cataluña… durante cinco minutos. Sin embargo, pese a los reiterados vaivenes que viene dando Núñez Feijóo desde que asumió el liderazgo del Partido Popular, desde la experiencia como partido de Gobierno hubiera sido normal haber antepuesto los intereses de 12 millones de pensionistas a los de la gresca parlamentaria del día a día.
En definitiva, no todos los políticos son iguales, como pretende hacernos creer el cuñadismo-trumpismo galopante que circula por las redes. Pero, a la vista está, que algunos políticos sí son mucho más sinvergüenzas que otros. Y desde nuestra sensatez los pensionistas deberíamos hacérselo pagar.