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Fotomontaje de Grete Stern, 1949
Por su desobediencia, los dioses condenaron a Sísifo a empujar sin tregua una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. “Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza. Sísifo es el héroe absurdo” señala Albert Camus a propósito de este mito. “Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser dedica a no acabar nada [...]. El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo”.
Como absurda es la tarea en las oficinas. El cuarenta por ciento de la fuerza laboral son trabajadores de cuello blanco. En su mayoría, desempeñan algunos de los empleos más tediosos jamás concebidos: mover papeles inútiles de un lado a otro.
Los modernos dioses del capitalismo han perfeccionado el absurdo al crear la necesidad de que cada persona se dedique a empujar rocas sin sentido. El nuevo mito de nuestros días se llama Pleno Empleo, una contradicción en sus términos: desde las primitivas hachas de sílex a la utilización del silicio en los chips electrónicos, los avances tecnológicos significan ahorro de esfuerzo humano. Pero, como denunció el economista polaco Michał Kalecki (1899-1970) "los fundamentos de la ética capitalista exigen que usted gane su pan con el sudor de su frente... a menos que usted posea medios privados".
"Bajo un régimen de pleno empleo, el ‘despido’ dejaría de desempeñar su papel disciplinario. Se minaría la posición social del jefe o patrón y crecería la confianza en sí misma y la conciencia clasista de la clase trabajadora. [...] Es cierto que bajo un régimen de ocupación plena las ganancias serían mayores que el promedio de las mismas bajo el laissez faire. Pero los líderes del mundo de los negocios aprecian más la ‘disciplina de las fábricas’ y la ‘estabilidad política’ que las ganancias mismas. Su instinto de clase les advierte de que el desempleo es parte integrante del sistema capitalista normal", concluye Kalecki.
Así, las nuevas tecnologías no han sido utilizadas para distribuir mejor el tiempo de trabajo, sino para favorecer una gigantesca concentración de capital privado. El neoliberalismo ha creado el imaginario de una sociedad supeditada funcionalmente a las necesidades del mercado. Esa irracionalidad exige que todo el mundo acepte que el progreso económico exige mercados de trabajo "desregulados", aceptando asimismo que existirán grupos sociales vencedores y grupos sociales perdedores. Se utiliza el despido como medio disciplinario, mas no se debería olvidar que, en buena lógica, los perdedores en el campo laboral podrían revolverse y utilizar la fuerza para recuperar posiciones por otras vías. Al fin y al cabo, "la guerra es la continuación de la política por otros medios" (von Clausewitz).
