El referéndum recientemente celebrado en Suiza, en el que se sometió a consulta popular la propuesta de instaurar una Renta Básica Universal ha puesto de actualidad una idea que los partidos políticos españoles, incluido el que en algún momento llegó a coquetear con ella, no se atreven a plantear.
En la consulta helvética, la propuesta de que el Estado garantice de por vida a cada persona un ingreso neto de 2.500 francos suizos para los adultos y de 625 francos suizos por niño fue rechazada por una amplia mayoría. Lo cual no es de extrañar: en Suiza, país de expertos chocolateros, con una tasa de de paro del 4% y un salario medio en torno a 4.000 €, un ingreso garantizado para todo el mundo habría sido una delikatessen añadida al elevado nivel de vida de sus habitantes. No una imperiosa necesidad como en el caso de España.
Puede que otro gallo hubiera cantado si una consulta de ese tipo se hubiera celebrado en nuestro país, con las estremecedoras cifras de pobreza, precariedad y desempleo que constituyen la prueba del éxito del modelo neoliberal al que nuestros gobernantes se han entregado de hoz y coz. La pobreza relativa y la exclusión social afecta a tres de cada diez habitantes, según el INE; la tasa de paro está por encima del 20 % de la población activa mientras que la tasa de cobertura por desempleo se sitúa en el 53 %. Hay 2,1 millones de hogares sin ningún tipo de ingresos –salvo los que consigan a través de la economía sumergida– o con ingresos insuficientes, y grandes sectores de la población, en especial los jóvenes, no tienen acceso más que a contratos de empleo precarios, tanto en lo salarial como en lo tocante a las condiciones de explotación descarada permitida por las sucesivas reformas de las leyes laborales.
La RBU, al menos en su matriz conceptual y filosófica, no es una idea de izquierda, como algunos medios, generalmente mal informados, han afirmado. Es más, cuando hace un par de décadas la idea comenzó a introducirse en España, fue rechazada con gran dureza dialéctica por destacados voceros de la izquierda ortodoxa. Ahorraremos citas textuales para no avergonzar a sus autores.
De lo que la izquierda comienza a darse cuenta con bastante retraso es del hundimiento de ese mito del trabajo con el que hasta anteayer mismo venía construyendo el núcleo de su discurso: el trabajo contemplado como vía de dignificación del ser humano, y el empleo como solución política a la pobreza [...].
El resto del razonamiento lo he escrito en La renta básica universal y la avería del artefacto del empleo publicado en el blog La Lamentable
No hay comentarios:
Publicar un comentario