La reciente matanza indiscriminada de civiles palestinos a manos del ejército israelí en la valla de separación de la Franja de Gaza constituye un nuevo episodio de la Historia General de la Infamia. Que se produce ante la indiferencia general de la opinión pública europea que no exige a sus dirigentes una condena rotunda de esta sangrienta realidad.
La Franja de Gaza fue escenario el pasado lunes de una jornada mucho más sangrienta aún, si cabe, en su triste historia. La marcha de protesta de decenas de miles de palestinos en el límite de la Franja con Israel contra el traslado de la Embajada de EE UU a Jerusalén se saldó con una auténtica matanza de civiles. Al menos 60 manifestantes perdieron la vida bajo las balas del ejército israelí, cuyos disparos causaron asimismo más de un millar de heridos.
Médicos Sin Fronteras (MSF) calificó de "inaceptable e inhumana" la muerte a tiros de 60 manifestantes palestinos: "Es insoportable ser testigo de tanta gente asesinada en tan poco tiempo", señaló en un comunicado la representante de MSF en Gaza, Marie-Elisabeth Ingres. "Nuestros equipos están trabajando sin descanso, operando a hombres, mujeres y niños. En uno de nuestros hospitales, la caótica situación es comparable a lo que observamos tras los bombardeos de la guerra de 2014, con un flujo masivo en muy pocas horas", agregó Ingres.
No se puede ocultar que algunos de los manifestantes expresaron su ira y su frustración con actitudes violentas. Pero la realidad es que es la diferencia de fuerzas es abrumadora: los gazatíes tienen piedras, neumáticos incendiados y precarios cócteles molotov mientras que los israelíes se enfrentan a ellos con un poderoso ejercito.
La Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos denunció el martes que Israel mata de una forma que "parece indiscriminada" y recordó que querer saltar o dañar una valla fronteriza (la de Gaza) no justifica el uso de munición letal.
Matanza es el término que mejor define la acción de Israel en este sangriento episodio. Una matanza ante la que las palabras de condena suenan huecas a fuerza de haber sido mil y una veces repetidas en tantos otros sangrientos episodios de la Historia Universal de la Infamia.
"Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda", advirtió el también asesinado Martin Luther King, líder estadounidense de los derechos civiles. Martin señaló la enorme complicidad del silencio en todos los conflictos. "Llega la hora en que el silencio es traición", "al final, recordaremos no las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos". "No nos parecerá lo más grave las fechorías de los malvados, sino el estremecedor silencio de las buenas personas".
Indiferencia, o tibieza en la calificación de estos hechos sangrientos, patente en la actitud de los dirigentes europeos, —gente que debería ser buena al menos en lo que toca al ejercicio de sus cargos de mandatarios de naciones civilizadas—. Y lo peor no es tanto que estos dirigentes —con la notable excepción de Emmanuel Macrón— no condenen con rotundidad la matanza de Gaza, sino que tampoco haya una opinión pública mayoritaria —una buena ciudadanía—que les exija hacerlo.
En su autobiografía El mundo de ayer, un panegírico a la cultura europea que consideraba para siempre perdida, el escritor Stefan Zweig(*) denunciaba cómo había disminuido la 'conciencia moral del mundo' durante el periodo de entreguerras.
Y es que la conciencia moral del mundo todavía no estaba tan agotada ni desalentada como lo está hoy, aún reaccionaba con vehemencia, con la fuerza de una convicción secular, ante cualquier mentira manifiesta, ante toda violación del derecho internacional y de los derechos humanos. Una violación de la ley, tal como la invasión de la neutral Bélgica por Alemania –algo que hoy apenas sería objeto de críticas serias, desde que Hitler ha convertido la mentira en una cosa natural y ha elevado a la categoría de ley todo acto antihumano– en aquellos días todavía era capaz de sublevar al mundo de un extremo a otro. El fusilamiento de la enfermera Cavell y el torpedeamiento del Lusitania fueron más nefastos para Alemania –debido a un estallido de indignación ética universal– que una batalla perdida.
La manifestación del lunes fue la última de una serie de protestas organizadas desde el 30 de marzo de 2018 para conmemorar los 70 años de la expulsión de más de 750.000 personas palestinas de sus hogares en 1948. Estas manifestaciones han sido violentamente reprimidas por las fuerzas israelíes. Hasta la fecha, más de 100 personas palestinas han sido asesinadas y otras 12.271 han resultado heridas, incluidos 100 menores de edad. Además, el personal médico y las instalaciones también han sido blanco de fuego, lo que ha provocado lesiones a 211 miembros del personal médico y daños a 25 ambulancias, según la OMS.
Escribo estas líneas para no contribuir a la iniquidad con mi silencio. Aunque me gustaría saber dónde reside hoy esa conciencia moral capaz de producir un estallido de indignación ética ante los crímenes de toda índole que se producen en el mundo.
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(*) Desesperados ante el futuro de Europa y su cultura, pues creían que el nacionalsocialismo se extendería a todo el planeta, Zweig y su esposa se suicidaron el 22 de febrero de 1942 en Petrópolis (Brasil). En su despedida, Zweig había escrito: «Creo que es mejor finalizar en un buen momento y de pie una vida en la cual la labor intelectual significó el gozo más puro y la libertad personal el bien más preciado sobre la Tierra».
Médicos Sin Fronteras (MSF) calificó de "inaceptable e inhumana" la muerte a tiros de 60 manifestantes palestinos: "Es insoportable ser testigo de tanta gente asesinada en tan poco tiempo", señaló en un comunicado la representante de MSF en Gaza, Marie-Elisabeth Ingres. "Nuestros equipos están trabajando sin descanso, operando a hombres, mujeres y niños. En uno de nuestros hospitales, la caótica situación es comparable a lo que observamos tras los bombardeos de la guerra de 2014, con un flujo masivo en muy pocas horas", agregó Ingres.
No se puede ocultar que algunos de los manifestantes expresaron su ira y su frustración con actitudes violentas. Pero la realidad es que es la diferencia de fuerzas es abrumadora: los gazatíes tienen piedras, neumáticos incendiados y precarios cócteles molotov mientras que los israelíes se enfrentan a ellos con un poderoso ejercito.
La Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos denunció el martes que Israel mata de una forma que "parece indiscriminada" y recordó que querer saltar o dañar una valla fronteriza (la de Gaza) no justifica el uso de munición letal.
Matanza es el término que mejor define la acción de Israel en este sangriento episodio. Una matanza ante la que las palabras de condena suenan huecas a fuerza de haber sido mil y una veces repetidas en tantos otros sangrientos episodios de la Historia Universal de la Infamia.
"Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda", advirtió el también asesinado Martin Luther King, líder estadounidense de los derechos civiles. Martin señaló la enorme complicidad del silencio en todos los conflictos. "Llega la hora en que el silencio es traición", "al final, recordaremos no las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos". "No nos parecerá lo más grave las fechorías de los malvados, sino el estremecedor silencio de las buenas personas".
Indiferencia, o tibieza en la calificación de estos hechos sangrientos, patente en la actitud de los dirigentes europeos, —gente que debería ser buena al menos en lo que toca al ejercicio de sus cargos de mandatarios de naciones civilizadas—. Y lo peor no es tanto que estos dirigentes —con la notable excepción de Emmanuel Macrón— no condenen con rotundidad la matanza de Gaza, sino que tampoco haya una opinión pública mayoritaria —una buena ciudadanía—que les exija hacerlo.
En su autobiografía El mundo de ayer, un panegírico a la cultura europea que consideraba para siempre perdida, el escritor Stefan Zweig(*) denunciaba cómo había disminuido la 'conciencia moral del mundo' durante el periodo de entreguerras.
Y es que la conciencia moral del mundo todavía no estaba tan agotada ni desalentada como lo está hoy, aún reaccionaba con vehemencia, con la fuerza de una convicción secular, ante cualquier mentira manifiesta, ante toda violación del derecho internacional y de los derechos humanos. Una violación de la ley, tal como la invasión de la neutral Bélgica por Alemania –algo que hoy apenas sería objeto de críticas serias, desde que Hitler ha convertido la mentira en una cosa natural y ha elevado a la categoría de ley todo acto antihumano– en aquellos días todavía era capaz de sublevar al mundo de un extremo a otro. El fusilamiento de la enfermera Cavell y el torpedeamiento del Lusitania fueron más nefastos para Alemania –debido a un estallido de indignación ética universal– que una batalla perdida.
La manifestación del lunes fue la última de una serie de protestas organizadas desde el 30 de marzo de 2018 para conmemorar los 70 años de la expulsión de más de 750.000 personas palestinas de sus hogares en 1948. Estas manifestaciones han sido violentamente reprimidas por las fuerzas israelíes. Hasta la fecha, más de 100 personas palestinas han sido asesinadas y otras 12.271 han resultado heridas, incluidos 100 menores de edad. Además, el personal médico y las instalaciones también han sido blanco de fuego, lo que ha provocado lesiones a 211 miembros del personal médico y daños a 25 ambulancias, según la OMS.
Escribo estas líneas para no contribuir a la iniquidad con mi silencio. Aunque me gustaría saber dónde reside hoy esa conciencia moral capaz de producir un estallido de indignación ética ante los crímenes de toda índole que se producen en el mundo.
(*) Desesperados ante el futuro de Europa y su cultura, pues creían que el nacionalsocialismo se extendería a todo el planeta, Zweig y su esposa se suicidaron el 22 de febrero de 1942 en Petrópolis (Brasil). En su despedida, Zweig había escrito: «Creo que es mejor finalizar en un buen momento y de pie una vida en la cual la labor intelectual significó el gozo más puro y la libertad personal el bien más preciado sobre la Tierra».
Comparto la indignación. Se puede decir más alto pero no más claro.
ResponderEliminarLamentablemente, es uno de los artículos menos leídos de este blog.
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