martes, 25 de enero de 2022

Pensiones: un gasto virtuoso

 El Gobierno ha actualizado hoy, en el Consejo de Ministros, las pensiones para 2022, que suben un 2,5% conforme al IPC medio comprendido entre los meses de diciembre de 2020 y noviembre de 2021 según se acordó en la reforma de las pensiones aprobada con el voto en contra del Partido Popular. Las pensiones mínimas, no contributivas y el ingreso mínimo vital se incrementan un 3%. Como ajuste adicional, la nómina de los pensionistas se incrementa en un 1,6%, ya que el 0,9% que decretó el Gobierno para 2021 se quedó muy lejos de la media final del IPC. Pese a todo, un 51% de las pensiones se sitúan muy por debajo del Salario Mínimo Interprofesional. 



Gasto (del lat. vastare, devastar) significa: "Acción y efecto de gastar, es decir, emplear el dinero en algo". Se considera gasto público el que, por todos los conceptos, realizan las Administraciones Públicas conforme a las obligaciones contraídas en sus respectivos presupuestos. El capítulo de gasto social es la parte del gasto público destinado directamente a la redistribución de la riqueza en la sociedad: pensiones, sanidad, educación, etc. Es, por tanto, un gasto virtuoso.

En su despiadado ataque al gasto social, y en concreto al sistema público de pensiones, el neoliberalismo ha construido un galimatías discursivo con el objeto de confundir a la opinión pública. De forma que el gasto social es presentado como un dinero que se sustrae a la economía general por la vía impositiva para después convertirlo en humo no productivo. Un análisis torticero, pues gastar dinero del presupuesto público en medidas de protección social no significa tirarlo a la basura, sino invertirlo en el mantenimiento de la sociedad.

Los trabajadores empleados en servicios no comerciales producen verdaderos valores de uso tanto si trabajan en el mantenimiento de la viabilidad de las carreteras como si lo hacen prodigando cuidados a los enfermos. ¿Por qué razón si una clínica privada se considera un negocio productivo no habría de serlo un hospital público?

El gasto que el Estado realiza en materia de sanidad, educación u otros servicios públicos se destina, en primer lugar, a pagar los salarios de los profesionales que los atienden. Y con esta remuneración dichos trabajadores acuden al mercado general de bienes y servicios, cuya oferta se halla en manos de la iniciativa privada, que obtiene su correspondiente cuota de beneficio. Por otra parte, las administraciones públicas realizan gastos: algunos son simples compras a empresas privadas —como la construcción de una carretera— los otros corresponden a bienes no comerciales.

De este modo, las administraciones públicas realizan desembolsos que no son lucrativos como los de la empresa privada, sino que, atendiendo a las necesidades sociales, invierten, contratan y las impulsan. Muchas industrias obtienen pingües beneficios a cuenta del gasto efectuado por la sanidad pública. Ahí tienen a las compañías farmacéuticas, que en el curso de esta desgraciada pandemia se han forrado literalmente con las ventas supermillonarias de vacunas contra el Covid. 

Lo que distingue fundamentalmente un gasto de una pérdida es precisamente la contraprestación, ya que en el caso de las pérdidas no obtenemos nada a cambio de la salida de dinero, pero sí perdemos dinero o dejamos de recibirlo, mientras que con el gasto recibimos algo a cambio. En concreto, con el gasto social, en primer lugar, se aumenta el Bienestar General de la población. En segundo lugar, se dinamiza la economía a través del flujo circular de la renta.

Cuando se habla de pensiones hay que dejar de referirse a ellas como un gasto. Pues los pensionistas no hacen desaparecer su dinero del conjunto de la economía del país arrojándolo por un sumidero entrópico. Eso, en todo caso, es lo que hacen los evasores de impuestos, ya sean particulares o grandes corporaciones. Por el contrario, en el caso de los jubilados, el dinero de sus pagas es devuelto al sistema económico circular en forma de consumo inmediato: comenzando por la alimentación y mantenimiento del hogar y terminando, en los casos que pueden permitírselo, en actividades de ocio. 

Y si no, pregunten a los profesionales de la hostelería, siempre deseosos de recibir la visita de los jubilados a sus establecimientos. Pregunten también al oligopolio de suministradores de gas y electricidad que pasa puntualmente los recibos de la energía a todos los hogares, aunque en las viviendas de jubilados más humildes sufran la pobreza energética.

Tristes voceros del neoliberalismo: dejad de contar cuentos macabros. Las pensiones no son un gasto sino una forma eficaz de redistribución de la riqueza nacional. Una redistribución solidaria, puesto que durante los momentos más crudos de la última crisis originada por la delincuencia financiera, a menudo, la pensión del abuelo era el único ingreso que había en muchos hogares. A la vez que una redistribución imperfecta desde el momento en  que en la caja de reparto sólo entran las aportaciones de los trabajadores, que en el caso del gran precariado juvenil tienen poco que aportar con sus sueldos de miseria. 

Por otro lado, no hay que olvidar que la mayor parte de los pensionistas españoles percibe unas pensiones demasiado bajas. Un 51% de las pensiones tienen una cuantía muy por debajo del Salario Mínimo Interprofesional. 

Fuente: 65 y más

Estos pensionistas gastan su paga íntegramente en comprar alimentos y un modesto consumo energético destinado a cocinarlos y caldear la vivienda durante la época de frío invernal. O sea, retornando su dinero a las cajas de la industria alimentaria y energética. Un tipo de pobreza característico de las sociedades occidentales es la pobreza energética, consistente en la dificultad o la incapacidad de mantener la vivienda en unas condiciones adecuadas de temperatura a un precio justo. 

Incrementar la paga de los pensionistas más humildes, no sólo es un imperativo moral. También es un signo de astucia económica, pues incrementa el consumo de estos pensionistas dinamizando la economía general del país. La cicatería de espíritu lleva a olvidar el principio económico de la utilidad marginal. Ésta crece más rápidamente en el caso del individuo pobre, puesto que, para él, una unidad monetaria adicional significa mucho más de lo que supone para un rico. Hablando coloquialmente esto puede expresarse diciendo que "un euro en el bolsillo de un rico compra menos que un euro en el bolsillo de un pobre". Para un rico, un euro añadido a su renta habitual apenas tiene poder adquisitivo, pues no da para comprar un Vega Sicilia o un Château Lafite Rothschild. Mientras que, para una persona en situación de necesidad, un euro más significa poder comprar una barra adicional de pan. Con cuya adquisición inyectar de nuevo ese euro en el sistema económico.

Con la actualización anunciada hoy por el Gobierno, la pensión mínima de jubilación para una persona con 65 años, sin cónyuge a cargo, será de 721 euros mensuales. Muy lejos del Salario Mínimo Interprofesional, al que, en justicia, deberían equipararse estas prestaciones. Esperemos que no por la vía de bajar el SMI, como ha prometido Pablo Casado, ese desastre político del que desconfía incluso su propio partido, al que ha convertido en un apéndice de la extrema derecha.(1)


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(1) Se lo ha reprochado públicamente el ex presidente José María Aznar en plena campaña electoral de Castilla y León:  “Muchas veces oigo decir: hay que ganar para que no sé quién llegue al palacio de no sé cuántos… Oiga, la pregunta es: ¿y para hacer qué? [...]. Muchos se agarran a los populismos porque no tienen un referente fuerte en el que confiar"






martes, 18 de enero de 2022

Chad: la pobreza ignorada

Poca gente, a primera vista y sin consultar internet, sabría situar Chad sobre el mapa. Desde la perspectiva europea, este país africano, cuya mayor parte de su territorio se extiende por la desértica aridez del Sahara, es irrelevante a nivel internacional. Formalmente constituido como República de Chad es, de hecho, una dictadura militar. Su principal característica es la pobreza generalizada de sus habitantes. Se sitúa en el puesto 187 de los 189 países analizados en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU.  


Geográficamente, pueden distinguirse tres grandes regiones en Chad: la zona desértica del norte, que incluye las montañas del Tibesti; el árido cinturón de Sahel en el centro; y la sabana sudanesa fértil al sur. El lago Chad, del que toma su nombre el país, es el segundo cuerpo de agua más grande de África.

Shaded relief map of Chad, 1991, produced by the U.S. Central Intelligence Agency.

Si ordenamos los países en función de su Índice de desarrollo humano (IDH), Chad se encuentra en el puesto 187 de 189 contemplados en el IDH, que tiene en cuenta tres variables: vida larga y saludable, conocimientos y nivel de vida digno. Por lo tanto, influyen entre otros el hecho de que la esperanza de vida en Chad esté en 54,24 años, su tasa de mortalidad en el 11,91‰ y su renta per cápita sea de 634 € euros anuales.(*)

En contraste con la pobreza generalizada de la mayoría de la población, otra característica de Chad es la de contar con uno de los ejércitos más potentes y experimentados de la región. Experiencia adquirida tanto en las guerras libradas contra Libia y Sudán como en los conflictos internos que periódicamente sacuden al país. Hasta el punto de que el último presidente de la república, Idriss Deby, murió en pleno campo de batalla, en abril de 2021, cuando inspeccionaba sus tropas en el más reciente de los episodios bélicos que son una constante en la historia del Chad. 

Comenzando, en el siglo XIX, por la conquista del territorio a sangre y fuego llevada a cabo por la Misión Voulet-Chanoine enviada por Francia (**) que en 1920 lo incorporó al África Ecuatorial Francesa. En 1960 Chad obtuvo su independencia bajo el liderazgo de François Tombalbaye. En 1965 los levantamientos en contra de sus políticas por parte de las etnias tubu del norte del país culminaron en una larga guerra civil. Así, en 1979 los rebeldes tomaron la capital y pusieron fin a la hegemonía de los cristianos del sur. Sin embargo, los comandantes de los rebeldes permanecieron en una lucha constante entre ellos hasta que Hissène Habré se impuso ante sus rivales, pero en 1990 fue derrocado por su general Idriss Déby.


La economía de Chad depende de la agricultura de subsistencia. Sin embargo, en una de las regiones fértiles del sur, la cuenca de Doba, Logon oriental, hay yacimientos de petróleo. Para obtener la financiación del proyecto extractivo del Banco Mundial, el gobierno se comprometió a emplear el 70 % de los ingresos en la reducción de la pobreza, y de ello el 5% al desarrollo del sur. En 2003 comenzó la producción, el crudo se transporta hasta el puerto de Kribi, en Camerún, por un oleoducto de 1.070 km.

Campo petrolífero de Doba

El petróleo del Chad, cuyo proyecto de extracción había despertado grandes esperanzas para el desarrollo del país acabó convertido en una pesadilla que ha transformado el paraíso en infierno. La explotación del crudo ha destruido el sistema de producción de los habitantes de la zona, privando a los agricultores de sus medios de subsistencia, contaminando las aguas, suelos y aire, dividiendo a la población y sembrando la desesperanza sobre todo en los jóvenes. Las promesas hechas por las compañías y el gobierno no se han cumplido, ni las condiciones de vida de 10 millones de chadianos ni los servicios públicos han mejorado.(***)

Entre las grandes carencias de los servicios públicos se encuentra los de salud. En las zonas expuestas a la radiación solar, las enfermedades oculares suelen tener gran incidencia. Pero para los afectados por ellas no hay otra esperanza de curación que la remota posibilidad de ser atendidos por los oftalmólogos voluntarios que acuden desde Europa.

El oscense Enrique Ripoll es uno de ellos: "Las personas que no pueden ver en Chad, prácticamente no viven", dice este voluntario de la Fundación Ilumináfrica que periódicamente envía equipos a este país para atender a los afectados enfermedades oculares. Algunas de ellas, como la triquiasis o el tracoma, que desaparecieron en Europa hace años, allí marcan la vida de las personas. Algo tan simple como la graduación de la vista y unas gafas, les cambia su perspectiva, ya que, para ellos, "la vista es la vida". 

Ripoll recuerda el relato de una mujer que padecía una patología ocular incurable. Tras comunicárselo, una monja que le acompañaba le hizo entender al oscense que la situación era más grave de lo que creía. "Su marido ahora la devolverá, porque para él no sirve, y sus padres la dejarán en un rincón, porque tampoco les hace falta". 

Al autor de este blog, que hace años realizó un viaje por las regiones saharianas de Chad (descrito aquí) el asunto oftalmológico le interpela personalmente por haber sufrido sendos desprendimientos de retina en ambos ojos. Soy plenamente consciente de que si yo fuera un chadiano del montón hoy estaría ciego. Sin embargo, en España, en los dos severos episodios pude ser intervenido con éxito por el Dr. Ramón García Cruz, un competente oftalmólogo de los servicios públicos de Salud de Madrid. Servicios que hoy se encuentran cada vez más deteriorados por las agresivas políticas contra lo público del Partido Popular. 

Lo primero que hay que reconocer es que, comparado con la existencia cotidiana de la mayoría de la gente africana, vivir en la órbita del Estado del Bienestar europeo es un privilegio a escala global. Reconocimiento que no tiene que ir aparejado con ningún complejo de culpabilidad sino con la firme reivindicación de un derecho, como es el derecho a la salud, que aspiro a que se convierta en universal. Es la primera formulación del imperativo categórico kantiano o 'regla de oro' de la ética: Actúa de tal modo que puedas igualmente querer que tu máxima de acción se vuelva una ley universal.


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(*) El Índice de desarrollo humano (IDH) es un importante indicador del desarrollo humano que elabora cada año Naciones Unidas. A diferencia de los que exclusivamente medían el desarrollo económico de un país, analiza la salud, la educación y los ingresos. 

(**) La Misión África Central-Chad, conocida como Misión Voulet-Chanoine, fue una expedición francesa de conquista colonial de Chad, dirigida desde enero de 1899, por los capitanes Paul Voulet y Julien Chanoine. Marcada por numerosas masacres y por la pérdida total delcontrol de las autoridades francesas sobre los dos oficiales, esta sangrienta expedición constituye un ejemplo paroxístico de la violencia ligada a las conquistas coloniales. Este episodio de una conquista colonial enloquecida inspiró a Joseph Conrad para escribir su obra maestra: El corazón de las tinieblas, ambientada en la cruel explotación de los recursos del Congo por la compañía particular del rey Leopoldo de Bélgica. 

(**) La mayor parte de las aldeas de la región de Doba tenían una buena producción agrícola. Las familias tenían sus bueyes, carros, bicicletas y un techo de chapa en sus casas. Hoy la prosperidad no es más que un recuerdo y las más de 4.000 familias afectadas han quedado abandonadas a su suerte. El Consorcio de explotación de ESSO ha adquirido más del 60 % del espacio cultivable de la zona para sus múltiples instalaciones que han superado con mucho las previsiones. Las infraestructuras petroleras ocupan superficies cultivables y reducen el espacio vital de la población. Se entremezclan los campos de cultivo con las infraestructuras petroleras. En 25 pueblos, hay un total de 1.112 pozos, 27 colectores, 6 unidades de recogida y 34 canteras. Las poblaciones han sido desplazadas; la superficie cultivable muy disminuida; los pueblos se han quedado enclavados en medio de las instalaciones petroleras. Los lugares sagrados han sido desacralizados. Sabana, bosques, ciénagas y terrenos en barbecho de más de un año son captados sin ninguna compensación.

Los campesinos ya no pueden practicar el barbecho, con lo que la tierra se agota y la producción disminuye. Además, sus movimientos quedan muy restringidos dentro de su propia tierra (prohibición de salir por las noches) a causa de la vigilancia de las instalaciones petroleras. Pese a las numerosas líneas de alta tensión que recorren la región, los pueblos y las aldeas no tienen electricidad e incluso las grandes ciudades están con frecuencia a oscuras. Camiones cisterna llenos de agua circulan continuamente, pero los pueblos no tienen agua potable. Informe Umoya 






jueves, 30 de diciembre de 2021

Qué bien, qué bien, hoy contagio con Isabel

 En España, el contagio por coronavirus alcanza cifras explosivas: 166.688 nuevos casos registrados el jueves 30. Las autoridades autonómicas de varias comunidades han decidido no permitir las concentraciones en lugares públicos para celebrar las campanadas de fin de año. Sin embargo, en Madrid, el alcalde Almeida ha autorizado la entrada de 7.000 personas en la Puerta del Sol. Mientras, la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, declaró que no pensaba tomar ninguna medida especial, pese al colapso que sufre la asistencia primaria. La actitud de ambos dirigentes del Partido Popular recuerdan la atribuida al emperador Nerón tocando la lira mientras Roma ardía en el incendio provocado por él mismo.


2021 se acerca a su fin con la sexta ola de coronavirus disparada en todo el mundo. En España, el informe diario del Ministerio de Sanidad recoge este jueves 166.688 nuevos casos, una cifra que destroza el anterior máximo que hace solo 24 horas había quedado fijado en poco más de 100.000 contagios. En total, ya son casi 6,3 millones los diagnósticos notificados desde marzo de 2020 en un día en el que Sanidad también ha comunicado 74 nuevos fallecimientos.

El inaceptable enfrentamiento de los partidos políticos en un asunto de tanta gravedad como la pandemia sigue impidiendo a estas alturas que se adopten medidas de aplicación general en los diversos territorios del país.

Las autoridades autonómicas de varias comunidades han decidido no permitir las concentraciones en lugares públicos para celebrar las campanadas de fin de año. Sin embargo, el alcalde de la ciudad de Madrid, José Luis Martínez Almeida, ha autorizado la entrada de 7.000 personas en el recinto de la Puerta del Sol. Una actitud propia de bombero pirómano, puesto que el propio regidor no ha tenido el menor empacho en reconocer que él "no iría" a tomar las uvas, limitándose a pedir responsabilidad a quienes lo hagan. 



Por su parte, su compañera de partido y presidenta de la Comunidad madrileña, Isabel Díaz Ayuso, declaró que no pensaba tomar ninguna medida especial. Afirma que defenderá su apuesta por no aplicar restricciones para combatir el virus incluso por encima de los intereses y posicionamientos oficiales de su partido. En contra de la realidad que ofrecen los datos, se ha atrevido a pronosticar que el crecimiento explosivo de los contagios que está provocando la variante ómicron "empezará a remitir en cuestión de días" por lo que ahora no es el momento de las restricciones o los cierres porque, a su juicio, "no sirven de nada". 

Ante la petición de un periodista que le ha solicitado especificar los indicadores en que apoya sus previsiones, Ayuso ha aportado una explicación tan convincente y bien articulada sintácticamente como esta: "Estamos analizando cómo se ha comportado esta misma variante en otros países y por eso...eh, estamos... eh, [...] a ver, no se puede uno, no puede uno lanzar ahora mismo una emisión, concreta, exacta de cómo se va a comportar".

Un discurso muy propio de Ayuso, en línea con su reciente respuesta en la Asamblea madrileña a la pregunta de la portavoz adjunta de Unidas Podemos, Alejandra Jacinto, sobre su gestión de la pandemia y en concreto sobre la cifra de muertes en la región con mayor exceso de mortalidad de España:    

"Sobre las cifras de fallecidos… bueno, de verdad, hasta luego, paso"

Ya lo saben, en Madrid la máxima expresión de la tan cacareada libertad de los dirigentes del PP es la libertad de contagio con la variante ómicron del virus. Pues qué bien. Feliz 2022, si vive para contarlo, pues entre otras especialidades regionales se encuentra esa forma típica de morir a la madrileña propiciada por el profundo deterioro causado por los gobiernos del Partido Popular a la sanidad pública de la región. 

Los últimos estudios del Instituto Nacional de Enfermedades Comunicables de Johannesburgo y del Imperial College de Londres parecen indicar que ómicron es intrínsecamente más leve, una vez descontados los efectos de las vacunas, las infecciones anteriores, la edad media de la población y otros. Sin embargo, como señala, Javier Sampedro, divulgador científico con amplia experiencia como investigador en Biología Molecular:

"Nada de esto es un argumento para no vacunarse o no protegerse con las mascarillas y demás medidas profilácticas. En el Reino Unido, por ejemplo, 132 contagiados por ómicron han ingresado en urgencias, de los que 14 han muerto. Que la enfermedad grave y la mortalidad sean mucho menores que con la variante delta es una buena noticia sobre la evolución de la pandemia, pero un triste consuelo para el que muere de todos modos. Además, la circulación libre del virus sigue siendo una idea tan mala como lo era hace dos años, porque conducirá al colapso de los hospitales y la atención primaria. En un ejemplo hipotético, si ómicron solo causa la mitad de casos graves que delta, pero se propaga el doble, el sistema sanitario se seguirá colapsando igual. Y eso significa muertes".

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Madrid confirma 4.888 casos y 34 muertes por covid-19 en las últimas horas

La Comunidad de Madrid confirmó este lunes 10/1/2022 4.888 casos de coronavirus registrados en las últimas horas y otras 34 muertes a causa de la infección. Así lo recoge el nuevo informe del Ejecutivo madrileño, que incorpora 8.509 positivos que colocan el acumulado en 1.260.901. Por lo que respecta a los fallecidos por coronavirus, su cifra total se sitúa en 18.709 y en 25.983 si se incluyen los datos de sanidad mortuoria en centros sociosanitarios, en domicilios y en otros lugares por especificar. En los hospitales de la región hay 2.880 pacientes ingresados con la enfermedad para un global de 134.604. De ellos, 309 se encuentran en la UCI, 12 más que ayer, para una suma de 14.265. según el informe epidemiológico diario de la Comunidad de Madrid






miércoles, 22 de diciembre de 2021

500.000 Admiror te, paries, ...

 

Aunque no hubiera estado mal en caso de haber sido un premio de lotería, la cifra se refiere a algo distinto: es la marcada por el contador de este blog: 500.000. Una cifra redonda que corresponde al número de visitas registradas hasta el pasado domingo.


En efecto, 500.000 es una cifra redonda, insignificante a escala sideral pero que tiene especial relieve para un modesto blog que, desde su apertura, ha procurado mantener fidelidad a su propósito inicial: combatir la desigualdad social desde la crítica de las políticas laborales y de protección social.

Tampoco es que sea una cifra como para tirar cohetes. Habida cuenta de que la primera entrada fue publicada el 7/3/09, la aparente rotundidad de los cinco ceros se relativiza si consideramos el tiempo transcurrido desde esa fecha: 141 meses. Un axioma de la sociología asegura que "toda estadística convenientemente torturada acaba por confesar cualquier cosa", así que tomaremos los números en su expresión pura y dura, "sin cocina". El cociente arroja una media de 3.546 visitas mensuales y 118 diarias.

A lo largo de ese periodo se han publicado 445 entradas, lo que arroja una media de tres artículos mensuales. Frecuencia que en los últimos tiempos se ha reducido bastante debido a que el mantenedor del blog es consciente del caudaloso torrente de palabras, cargadas con más ruido que información, que circulan por la red. Cada publicador debería administrar las suyas con sobriedad, evitando el riesgo de que acaben siendo merecedoras de la cáustica observación que una mano anónima dejó escrita sobre los muros de Pompeya:   

Admiror te, paries, non cecidisse ruina qui tot scriptorium taedia sustineas

(Oh, pared, me maravilla que no te hayas hundido bajo el peso de tantas necedades).

Por supuesto, a la mayoría nos apetece contarle nuestras batallitas al mundo. Lo que no está claro es que todo el mundo esté deseando escucharlas. Y ni siquiera a los habituales lectores que muestran simpatía con el blog conviene servirles grandes raciones, ya que se supone que tienen otras muchas e interesantes cosas que hacer con su tiempo. Una excelente forma de autocontrol se encuentra en la regla que nos dejó el humanista, filósofo y pedagogo del Reino de Valencia Luis Vives (1493-1540)

«Quien escribe tiene antes que leer mucho, meditar, ensayar y corregir, pero publicar muy poco; la proporción entre estos actos debe ser, a nuestro juicio, la siguiente: La lectura, como cinco; la reflexión, como cuatro; el escribir, como tres; las enmiendas reducirán lo anterior a dos partes, y de éstas, una es la que debe salir a la publicidad».

Nacido en el seno de una familia de origen judío, Juan Luis Vives tuvo que abandonar España en 1509 huyendo de los rigores de la Inquisición, que entre otras atenciones envió a su padre a la hoguera. Estudió en la Sorbona parisiense y, durante un breve periodo, enseñó en el Corpus Christi College de Oxford y acabó enseñando humanidades en las Universidades de Brujas y Lovaina.

Vives demostró su sensibilidad social en De Subventione Pauperum (Del socorro de los pobres), un tratado en el que plantea que, en lugar de la caridad privada o eclesial, sean las autoridades públicas quienes se encarguen de erradicar la pobreza. Y por supuesto, procediendo de una forma mucho más digna que la de brindar a la población desfavorecida nada menos que una especie de pienso para pobres, elaborado con alimentos de desecho, de la que, en su día, hablamos en una de las páginas de este cuaderno. 

Por lo demás, quede patente la gratitud del escribidor a todas las personas que, habiendo miríadas de ofertas de lectura en Internet, han tenido la gentileza de visitar este sitio. Y con este enlace les dejo mi felicitación y mis mejores deseos de salud, que no es poco, en estas Fiestas del Año II de la Pandemia vírica.




martes, 14 de diciembre de 2021

Especuladores: ¡sacad vuestras zarpas de nuestras pensiones!

Defender la continuidad del Sistema Público de Pensiones,  allí donde el esfuerzo político y social ha logrado implantarlo, no es un capricho ideológico, sino una muestra del más genuino instinto de conservación. Desde hace alrededor de un siglo, la experiencia y la cruda realidad han aconsejado que la prestación de servicios considerados básicos para la población, como la sanidad, la enseñanza y la protección social estén a cargo del Estado. Ya que es la única forma de garantizar la continuidad y universalidad de las prestaciones. Las pensiones son la columna vertebral del sistema, que en ningún caso deben ser abandonadas a la voracidad de los especuladores y otros delincuentes de guante blanco.


Enfrentada a la tesitura de emprender una larga travesía marítima, una persona en su sano juicio jamás aceptaría embarcarse en un frágil navío. Y mucho menos si el barco, en lugar de por una marinería competente, estuviera tripulado por una cuadrilla de tipos proclives a cagarse por las patas abajo al menor atisbo de galerna. Cuando lo que está en juego es nuestra vida, tanto la razón como el instinto de supervivencia aconsejan elegir compañeros de viaje fiables y no hacer caso a los profetas del Apocalipsis. Tonterías, las justas.

    De idéntica manera, tampoco nadie en su sano juicio debería escuchar esos cantos de sirena ideológicos que invitan a trasladar las pensiones de jubilación desde la nave del Estado a las oscuras bodegas de los bergantines que trafican con fondos bursátiles. Pues la catadura y pericia de su tripulación inspiran poca confianza, como se ha puesto de manifiesto en el curso de la gravísima crisis económica que azota el mundo. Crisis que comenzó con la tormenta financiera provocada por las hipotecas subprime. Esos arrogantes gestores bancarios, que en tiempos de bonanza se pavonean por las cubiertas del barco, cuando la galerna arrecia son los primeros en huir como las ratas en los botes de salvamento, dejando a los pasajeros abandonados a su suerte.

En el otoño de 2008, las aguas se volvieron muy turbulentas en el océano económico. Flamantes transatlánticos de las finanzas, como la vetusta banca Lehman Brothers Holdings Inc, fundada en 1850, se fueron a pique. En esos días de turbulencia, los telegrafistas de los medios informativos no cesaban de transmitir pavorosas noticias: "Jornada negra"; "el crack financiero a la vuelta de la esquina"; "las Bolsas se desploman"; "pánico en los mercados", eran titulares recurrentes. Según dijo Jaime Caruana, a la sazón director del Departamento de Asuntos Monetarios del Fondo Monetario Internacional "en estos momentos hay cierto grado de miedo irracional en esta fase de la crisis financiera".

 Así que esas orgullosas instituciones, que se presentaban ante la clientela con tanto empaque como presunción de eficacia indiscutible, son las que en plena crisis se vieron afectadas por el desplome —pérdida de aplomo—, el pánico —miedo extremado o terror producido por la amenaza de un peligro inminente, y que con frecuencia es colectivo y contagioso— e irracionalidad. Pues bien, en esos buques conducidos por tan dudosas tripulaciones es donde los cantos de las sirenas liberaloides nos invitan a arriesgar nuestro futuro de pensionistas.

 No todos los países cuentan con un sistema público de pensiones de cobertura universal como, con todas sus imperfecciones, es el modelo que tenemos en España. Defender la continuidad del Sistema Público de Pensiones, allí donde el esfuerzo político y social ha logrado implantarlo, no es un capricho ideológico, sino una muestra del más genuino instinto de conservación. Desde hace alrededor de un siglo, la experiencia y la cruda realidad han aconsejado que la prestación de servicios considerados básicos para la población, como la sanidad, la enseñanza y la protección social estén a cargo del Estado. Ya que es la única forma de garantizar la continuidad y universalidad de las prestaciones.

El dogma neoliberal, que sostiene tercamente que el mercado asigna los recursos mejor que un sistema público democrático, tiene un rigor científico similar al  de la Inmaculada Concepción. Dicho sea esto con el debido respeto hacia las concepciones y conceptos de cualquier índole, incluidas las ideológicas. Sólo que aquí estamos hablando de una materia tan delicada como nuestra supervivencia el día de mañana, cuando el natural declive biológico nos impida ganar el sustento por propia mano. Un asunto que no admite bromas.

Y mucho menos las que pretenden gastarnos esos charlatanes, a sueldo de los think tank neoconservadores, que pontifican sobre las virtudes del mercado con una mezcla de arrogancia, frivolidad y falta de rigor. Sobran debates metafísicos sobre la gravidez de la Mano Invisible, pues lo que urge remediar es la extrema gravedad de la situación a la que nos ha conducido la invisibilidad y opacidad de las finanzas, con sus operaciones off shore y resto de agujeros negros por donde se esfuma la riqueza.

    Los propagandistas de la fe en la inversión privada incitan a la gente a contratar los fondos de pensiones con la banca privada. ¿Qué mayores garantías puede ofrecer un sistema privado de pensiones que uno público? "La pensión no depende de la pirámide de población, sino de la sabiduría de la inversión, especialmente si fue invertida por instituciones solventes en activos equilibrados y en monedas de confianza", afirman los predicadores neoliberales.

    ¿Qué instituciones financieras se pueden considerar solventes? Porque las bancarrotas no son exclusivas de la crisis actual. Recordemos los episodios protagonizados por Banca Catalana o Banesto, entidades, respectivamente, llevadas al borde de la quiebra por personajes de apariencia tan respetable como Jordi Pujol y Mario Conde.

Aprendamos del caso del banco Barings, que lucía la divisa by appointement of Her Majesty the Queen al tener depositados en sus cajas una parte de sus ahorros nada menos que la reina Isabel II de Inglaterra. A finales de febrero de 1995, esta centenaria casa de banca se hundió a resultas de una de esas arriesgadas operaciones que suelen realizar los brokers en el volátil mercado "de futuros". El colapso del Barings agravó la extrema debilidad de la peseta, la lira y la libra, puso en evidencia la teoría de la inversión en monedas e instituciones y, lo que es mucho más grave, además de los respetables ahorros de Su Graciosa Majestad, hizo peligrar el patrimonio de varios ayuntamientos británicos, fundaciones benéficas y fondos de pensiones.

Incapaces para detectar el crash financiero que guardaban en el cajón del escritorio, los servicios de estudios de las entidades bancarias se atrevían, sin embargo, a predecir el derrumbe de los sistemas públicos de pensiones ¡nada menos que a treinta años vista! "El futuro resulta un tanto descorazonador: en 2040, el 16% del PIB español se dedicará a las pensiones de vejez", decían en tono apocalíptico.

    Sorprende que a esos expertos no se les hubiera ocurrido plantear otra hipótesis de quiebra cuya probabilidad era mucho más alta. La de que unos bancos estadounidenses decidieran ofrecer a millones de trabajadores que sólo ganan 10.000 euros al año una hipoteca, sin ninguna señal y sin tener que pagar nada durante los dos primeros años, para que se compre una casa de 525.000 euros. Para, acto seguido, empaquetar, de cien en cien, esas hipotecas en bonos para vendérselos a bancos y fondos de pensiones de todo el mundo. Todo ello, con el visto bueno —o complicidad— de respetables agentes hipotecarios y agencias de calificación que, como Moody's o Standard & Poors, otorgaron a ese tipo de operaciones la calificación más alta. 

    En este caso, habrían acertado de pleno, pudiendo predecir la debacle financiera desencadenada en 2007 por las hipotecas subprime, que condujo a la peor crisis económica global sufrida en el mundo desde la Gran Depresión de 1929.

Ahora, lo que de verdad le importa al ciudadano es que su pensión de jubilación, y con ella la seguridad de contar con un ingreso suficiente al llegar a la edad provecta, no se encuentre amenazada. Y esa amenaza surge de la funesta combinación de frivolidad académica liberal y codicia de los gestores financieros que se traduce en ineficacia de comportamiento de los mercados libres de control. Según se desprende del enunciado de Clausius para sistemas termodinámicos, abandonado a sí mismo, un sistema cerrado tiende a alcanzar su máximo estado de desorden. De manera similar, fuera de control, el sistema financiero ha alcanzado niveles de máximo desorden.

Una vívida imagen de ese desorden la ofreció el famoso reloj que registra la deuda de los Estados Unidos en la Bolsa de Nueva York, que se colapsó el 10 de octubre al quedarse sin dígitos para mostrar el pasivo de la mayor economía mundial: más de 10,2 billones de dólares (un trillón de dólares, en terminología anglosajona), alrededor de 7,4 billones de euros.

Abandonados a sí mismos, esto es, a la lógica estructural de la codicia, el resultado del comportamiento de los mercados no regulados era fácilmente previsible por una elemental aplicación de la teoría matemática de juegos. Pese a ello, la desregulación —otro estandarte de guerra neoliberal— ha regido la economía durante las últimas décadas. Un período durante el cual la literatura económica dominante y los grupos de presión se han dedicado a difundir los sagrados mandamientos del llamado Consenso de Washington. Mientras, los enfervorecidos talibanes ultraliberales hacían profesión de fe en el dogma del no intervencionismo profiriendo el grito sagrado: "Que el Estado saque sus sucias zarpas de mis asuntos".

Es patente que ningún hombre o mujer de negocios cree de forma sincera en la doctrina económica del liberalismo. A juzgar por la manera en que renuncian a poner en práctica los principios de la doctrina parece incluso que se avergonzaran de su fe libremercadista. Pese a lo cual, el mundo de los negocios mantiene una nutrida cuadra de propagandistas de la fe con el cometido de  elaborar toda suerte de mantras liberales. Eso sí, los predicadores de esta iglesia —tan provista de doble moral como otras que por higiene no se nombran— propugnan en sus jaculatorias que el libre mercado se aplique a la mano de obra y a la protección social, pero que se proteja con subvenciones al gran capital.

  Hay un rosario de voces críticas alzadas contra el hecho de que el Estado intervenga para solucionar una cuestión social de primerísimo orden: garantizar el derecho a la existencia de las personas que llegan al término de su carrera laboral. Lo que no se entiende bien es por qué esas mismas voces guardan un sospechoso silencio ante las continuas actuaciones del Estado para acudir con fondos públicos en socorro de banqueros y grandes empresarios en apuros.

  Al comenzar la actual crisis, la industria del automóvil registró un acusado descenso en las ventas de vehículos. Sus propietarios no tardaron en solicitar ayudas al Estado, que acudió solícito con planes que subvencionaban parte del coste del coche al comprador. Otrosí dígase de las autopistas radiales de peaje de Madrid, construidas alegremente en los años de la burbuja económica en régimen de concesión a entidades privadas. Claramente sobredimensionadas, una vez puestas en servicio no se cumplieron, ni las previsiones de tráfico ni el coste de las expropiaciones. Entonces, cuando una concesionaria entra en quiebra, el Estado tiene que rescatar la concesión, con la consiguiente repercusión en el déficit público. Claro que, si los niveles de tráfico hubieran superado las expectativas incrementando las ganancias, éstas nunca habrían repercutido en las cuentas estatales.

   Es costumbre generalizada en el mundo empresarial que, cuando llegan las vacas flacas, los mismos que en tiempos de bonanza piden que el Estado saque sus zarpas de sus asuntos”, acudan presurosos a presentarse con el culo en pompa ante los galenos del denostado Leviatán suplicando que les apliquen inyecciones dinerarias. O mejor, un enema nacionalizador de cánula gorda. A la primera de cambio, estos mercachifles de tres al cuarto pasan de la arrogancia a un desmayo propio de ñoñas damiselas victorianas. Mientras que el Estado, por definición, está obligado a ser fuerte

  Para salvar al mundo de la crisis económica de 2008, la peor crisis ocurrida después de 1929, los gobiernos de los principales países, con el estadounidense a la cabeza, tuvieron que intervenir en los mercados inyectando astronómicas cantidades monetarias y nacionalizando, de forma más o menos explícita, buena parte de las principales entidades de banca privada. Con dinero, claro está, procedente de los impuestos que gravan los ingresos de las capas asalariadas de la población. Porque ya se sabe que los ricos no pagan impuestos.

  Entonces, ningún liberal se rasgó las vestiduras ni arrojó ceniza sobre sus cabezas cuando, en 2008, los planes del Gobierno de España para inyectar liquidez y subsidiar con avales al sistema bancario supuso un contingente de 150.000 millones de euros, un 15% del PIB. ¿No era eso una flagrante intromisión de las zarpas estatales en el libre juego del mercado?

 En definitiva ¿Qué deberíamos hacer con las pensiones de jubilación? ¿Prestar oídos a los que nos aconsejan ponerlas en manos privadas o seguir dejando que las garras de Leviatán las defiendan de la codicia financiera?

  Muchos lectores recordarán al inolvidable humorista Miguel Gila protagonizando el anuncio de una bebida en uno de sus famosos diálogos telefónicos. Disertaba Gila sobre los zumos de naranja derivados de zumo concentrado, señalando lo absurdo que parecía todo ese proceso de concentración-desconcentración pudiendo envasar directamente el zumo exprimido de las naranjas. Un absurdo similar al que se produciría dejando las pensiones en manos de los especuladores. Pues, una vez que éstos hicieran naufragar el barco, algo que, como han demostrado, es una de las mejores operaciones que saben hacer, tendría que ser de nuevo el remolcador del Estado el que acudiera al rescate de los damnificados. Se comprenderá que, para ese viaje, es preferible dejar las cosas tal como están.(*)

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(*)  Este texto es un fragmento del libro: 





miércoles, 17 de noviembre de 2021

Gredos: la nefasta privatización de la seguridad en un espacio natural de titularidad pública

Gredos, espinazo de Castilla, en palabras de Miguel de Unamuno

 

Es preocupante que se haya confiado la seguridad de los espacios naturales de titularidad pública a empresas privadas. Máxime cuando sus empleados no tienen la formación necesaria para respetar los derechos más elementales del visitante que se adentra en estos espacios siguiendo la huella y el espíritu de Miguel de Unamuno. 


Sin lugar a dudas, si algún cantor de la sierra de Gredos se hizo acreedor del laurel ese fue don Miguel de Unamuno. Nadie como él supo plasmar ese doble sentimiento que nos conmueve e intimida a la vez al contemplar la belleza severa de los rotundos roquedos graníticos, las solitarias lagunas glaciares, las profundas gargantas y las agrestes cumbres no siempre sencillas de ascender. Paisajes que dejaron una huella indeleble en la obra del gran escritor y filósofo afincado en Salamanca de cuya universidad fue rector.

En Paisajes del alma escribe: "¡Visión eterna la de Gredos! Eterna, sí; y no porque haya de durar por siempre —¿la llevaré conmigo bajo tierra cuando me arrope para el sueño final en ella? —, sino porque está fuera del tiempo, fuera del pasado y del futuro, en el presente  inmóvil, en la eternidad viva. ¡Visión eterna la de Gredos! [...] Y me acuerdo de Gredos. Y siento la morriña de la eternidad, de lo que dura por debajo de la historia, de lo que no vive, sino que vivifica. Porque Gredos es lo eterno..."

La Institución Libre de Enseñanza y su figura más relevante, Francisco Giner de los Ríos, representan en España el precedente de la llamada Generación del 98 en lo que a la importancia otorgada a la experiencia viajera y excursionista se refiere. Giner, en Guadarrama, y Unamuno, en Gredos, compartieron el afán excursionista como modo de hacer geografía viva y de conocer el cuerpo físico del país. Ambos entienden que el contacto con la naturaleza es la mejor escuela para la formación del individuo.

Predicando con el ejemplo, don Miguel no se limitó a contemplar la sierra desde la Salamanca. Se calzó las botas y como él mismo nos cuenta en Andanzas y visiones españolas: "He estado hace pocos días en los altos de la sierra de Gredos, espinazo de Castilla; he acampado dos noches a dos mil quinientos metros de altura, sobre la tierra y bajo el cielo; he trepado al montón de piedras que sustenta al risco de Almanzor; he descansado al pie de un ventisquero contemplando el imponente espectáculo del anfiteatro que ciñe a la laguna grande de Gredos, y viendo el Ameal de Pablo levantarse como el ara gigante de Castilla […] Traigo el alma llena de la visión de las cimas del silencio y de paz y de olvido".  

Experiencias como esta inspiran ese potente poema dedicado a Gredos del que recojo este fragmento:

¡Solo aquí en la montaña,

solo aquí con mi España

—la de mi ensueño—,

cara al rocoso gigantesco Ameal,

aquí mientras doy huelgo a Clavileño,

con mi España inmortal!

Es la mía, la mía, sí, la de granito

que alza al cielo infinito,

ceñido en virgen nieve de los cielos,

su fuerte corazón,

un corazón de roca viva

que arrancaron de tierra los anhelos

de la eterna visión.

El acceso de estos tempranos excursionistas ilustrados hasta ese "corazón de roca viva" se realizó por las gargantas serranas de la vertiente norte, como las que desembocan en Bohoyo y Aliseda de Tormes. Precisamente por una de ellas, la garganta de la Solana, discurre una senda a Cinco Lagunas denominada la Ruta de Unamuno. 

Hace unos días, un par de amigos y yo mismo, imbuidos de ese espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, nos internamos por esas gargantas durante un par de jornadas, al final de la cuales encontramos refugio para pasar las gélidas noches en los rústicos chozos de pastores de la Pascuala y Regajos Largos. A este escribidor no le duelen prendas a la hora de reconocer la positiva labor efectuada por el Parque Regional de cara a rehabilitar estos vetustos abrigos sin perder su estructura tradicional. Ofreciendo así al montañista un refugio tan espartano como seguro en caso de inclemencia meteorológica.

Mucho más criticable es que, al aire de las nefastas corrientes de pensamiento contrarias al predominio de lo público, se haya producido una privatización parcial de los servicios de vigilancia de parques. En detrimento de la demostrada profesionalidad de los miembros de la tradicional guardería de caza y medioambiente, ahora la vigilancia ha sido confiada a Eulen, una empresa de servicios inicialmente de limpieza, que valiendo lo mismo para un roto que para un descosido, hoy presta una discutible "seguridad privada" similar a la existente en bancos, estaciones de autobuses, ferrocarril, metro, etc.

No quiero ni imaginar lo que habría dicho el ínclito don Miguel si, al regreso de una de sus excursiones por el espinazo de Castilla, se hubiera visto tratado como un cazador furtivo. Como nos sucedió a nosotros en el curso de un desagradable incidente con estos empleados de Eulen. El caso es que, desde Aliseda de Tormes, cruzado el puente sobre el río, una pista muy accesible permite subir en coche unos cuatro km por la garganta de la Solana. Por ella habíamos iniciado la excursión, dejando el vehículo aparcado en el evidente rellano que hay antes de llegar al Carbonero.

Pues bien, acabada la excursión, durante el retorno por la pista nos topamos con un vehículo tripulado por un par de vigilantes ataviados con unos uniformes de dudosa estética a medio camino entre el estilo Coronel Tapioca y el de jugadores de paintball. En efecto, los dibujos de camuflaje de sus chaquetas parecían más propios para desenvolverse en los áridos desiertos del Sahel que entre los austeros breñales de oscura tonalidad propia del piornal y el granito meteorizado que caracterizan el paisaje de Gredos. Para que no quedase duda sobre el origen de tamaña tropelía estética, lucían distintivos de la mentada empresa Eulen.

Al llegar a su altura, uno de ellos levanta la mano en señal de alto y le espeta a mi amigo, en ese momento al volante del coche: "Déjeme la documentación". Así, con aire autoritario y sin saludar o comentar siquiera el buen tiempo que hace, socorrida forma de romper el hielo tanto en un ascensor como en una pista forestal.

Ante tal insólito requerimiento al interpelado no le quedó otro remedio que responder con una negativa tan rotunda como educada. Acto seguido, los tres integrantes de la excursión echamos pie a tierra y conminamos a estos individuos a que, si había algo que aclarar, llamasen a la Guardia Civil, única autoridad cuya competencia en el ámbito rural reconocemos a efectos de solicitar la identidad de un ciudadano. Si el Estado quiere saber quién soy, que venga con la fuerza y apariencia de Leviatán (non est potestas super terram quae comparetur, en la caracterización de Thomas Hobbes) y no con payasadas.

No les quedó otro remedio a los andobas que cursar el aviso, no sin retrucar con sorna y a modo de amenaza: "Sí, sí, van a venir y se lo van a explicar". Al parecer, entre los presuntos delitos que pretendían imputarnos, aparte de la sospecha de furtivismo, estaba la de haber entrado con el vehículo por una pista por la que tan sólo pueden circular vehículos autorizados.

La tarde empezó a caer y tuvimos que abrigarnos mientras aguardábamos la llegada de Leviatán, que al fin se materializó en un coche de la Guardia Civil con dos agentes de este cuerpo del Estado. Al contrario, que los chulescos vigilantes, lo primero que hicieron fue saludar y dirigirse a nosotros provistos de las preceptivas mascarillas propias de la situación pandémica. Ante la insinuación de furtivismo por parte de los de Eulen, los agentes efectuaron un registro tanto del coche como de nuestras mochilas, comportándose en todo momento de forma correcta y llegando incluso a pedir disculpas por las molestias. Pues resulta obvia la improbabilidad de que una mochila de montaña pueda ocultar alguna voluminosa pieza procedente de una actividad cinegética. O que un auténtico furtivo sea tan incauto como para bajar por la pista a plena luz del día. 

El incidente terminó con una cordial despedida a los agentes de la Ley, que reconocieron que ni siquiera procedía cursar una denuncia por haber entrado en la pista, ya que al comienzo de la misma no existe ningún cartel que prohíba el paso de manera explícita. De hecho, la única advertencia en este sentido se refiere a la prohibición de recolectar setas sin permiso.

Aunque el colofón más apropiado del sainete hubiera sido obsequiar con un corte de mangas a los de Eulen por su carencia de maneras y falta de perspicacia para diferenciar a un excursionista de un furtivo, nos abstuvimos caritativamente de hacerlo, pues, ya que hablamos de Salamanca, como dice el proverbio Quod natura non dat, Salmantica non præstat.(*)

En cualquier caso, aunque situaciones como esta nos obliguen a perder un tiempo precioso, resulta un deber cívico dejarles claro a esta parva de vigilantes privados, que ha proliferado como hongos en cualquier ámbito, cuáles son los límites de sus atribuciones. Entre ellas, no se encuentra en absoluto la potestad de exigir la identificación a un ciudadano y menos con esos aires chulescos que suelen gastarse tales empleados.

Bonito estaría que mientras una mayoría ciudadana solicitamos la derogación de la llamada Ley Mordaza, que deposita un exceso de atribuciones en los agentes policiales, fuésemos a tragar con el matonismo de quienes, a fuerza de actuaciones como la que acabamos de contar, se han ganado a pulso el despectivo calificativo de seguratas.


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(* Lo que natura no da, Salamanca no lo enseña).


Única señal de prohibición existente en la entrada a la pista de Garganta de la Solana



lunes, 1 de noviembre de 2021

Facturas online, ¿truco o trato?

 Cuando depositamos los residuos sólidos urbanos en los correspondientes contenedores entregamos gratis et amore una valiosa materia prima a los fabricantes de envases reciclados. Y no solo lo hacemos a coste cero, sino que, además, efectuamos la tarea de separarlos. Un negocio redondo para los fabricantes a costa de un trabajo no remunerado. Lo cual merece una reflexión.


Más cómoda, rápida y en un solo clic: ¡Pásate a factura online! Con señuelos de este tenor intentan convencerme las distintas compañías telefonía, gas, electricidad, etc. con las que tengo contratado estos  servicios de suministro para que abandone la tradicional factura en papel que me empeño en mantener. Con la factura online todo es más fácil y ayudas al planeta, continúa el canto de sirena comercial. 

De entrada, digamos que el planeta no necesita para nada de mi ayuda, quien realmente necesitamos que se adopten drásticas medidas somos los seres vivos que habitamos la Tierra. Una de cuyas especies, la humana, está tratando su medio natural como si fuera un váter, según la gráfica expresión del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en la apertura de la Cumbre de Glasgow sobre el Clima.

Admito que a las ventajas operativas, podríamos añadir los teóricos beneficios medioambientales de la factura online: ahorro de papel y energía consumida en el envío. Teóricos, digo, porque no tengo a mano el balance energético de tal ahorro para saber si compensa el consumo de energía de los gigantescos servidores que canalizan el ingente tráfico de datos, a los que hay que añadir e que hace funcionar mi propio ordenador personal. Y en cuanto a ese mensaje subliminal de 'salvemos los bosques', por lo que a mi factura respecta bien salvados están, puesto que, una vez comprobadas y archivadas durante un tiempo, me desprendo de mis facturas en el contenedor del papel usado de la esquina. 

Lo que sí es un hecho cierto es que dejar de enviar por correo postal una factura en papel supone un ahorro de coste para las empresas en cuestión. Pero, curiosamente, a ninguna de ellas se le ha ocurrido añadir a las pregonadas ventajas otro seductor incentivo: descontarme ese ahorro del importe de mi factura; o al menos, compartirlo. Mitá pa tì, mitá pa mí.

Por lo demás, me considero un ciudadano tan ejemplar como pringao ya que, al depositar mis residuos urbanos en los correspondientes contenedores, entrego gratis et amore una materia prima a coste cero a los fabricantes de envases plásticos, de vidrio o de papel reciclado. 

¿Qué maravillosa alquimia ideológica ha obrado en este proceso de eliminación de residuos para que yo haya renunciado a obtener una parte de beneficio, por mínima que fuera?

Tengo edad suficiente para recordar que, siendo niño, una forma de obtener una eventual propinilla consistía en guardar los periódicos atrasados de la casa, atar una pila de ellos con un cordel y llevarlos al chatarrero, que los pesaba y me daba unas monedas por ellos. Y tampoco son tan lejanos los tiempos en que, siendo ya adulto, la compra de bebidas embotelladas –cervezas, refrescos, etc.— tenía un precio distinto si se adquiría tal cual o si se entregaba en la tienda el envase vacío, el 'casco', cuyo importe era descontado del precio de venta.

Pues bien, hoy en día, en el mundo feliz de la economía neoliberal cuya liturgia venera el precio de las cosas, esa compensación por el valor de los residuos se ha esfumado como por arte de magia. En aras de la responsabilidad medioambiental, la mayor parte de la ciudadanía entrega a coste cero unos envases que no sólo poseen un valor como materia prima, sino que, además, nos fueron y nos vuelven a a ser repercutidos en el precio de compra del nuevo producto envasado.

Si afinamos la perspectiva, podremos advertir un detalle nada insignificante: con el reciclaje doméstico, no sólo regalamos materia prima, hecho que hasta tendría un pase bajo el criterio de 'total, lo iba a tirar de todas formas'. Además, y esto es lo relevante, efectuamos el trabajo de separarlos.

A través de esta alquimia ideológica se ha conseguido que nadie repare en esa productividad oculta que aporta cada persona cuando desempeña el papel de prosumidor (productor-consumidor). Es decir, el actor económico que, al adquirir un bien o servicio, desarrolla alguna fase de su proceso de producción.

Es lo que sucede en la separación de los residuos urbanos, que en caso de que fueran arrojados en bruto al cubo de la basura tendrían que ser clasificados por operarios retribuidos con un salario.

El sistema do it yourself (hágalo usted mismo) surgido inicialmente para abaratar costes a través de las pequeñas reparaciones caseras, se ha extendido como mancha de aceite que abarca una infinidad de tareas que delegan la ejecución de una parte del trabajo en el consumidor, ahorrando así costes de mano de obra en autoservicios tales como hipermercados, gasolineras o cajeros bancarios automáticos. En ellos el prosumidor trabaja gratis en beneficio del vendedor. Algo similar ocurre en los procesos de compra online de productos o servicios que realizamos desde nuestros ordenadores o teléfonos móviles personales. Por no hablar del trabajo en calidad de pseudoempleados  bancarios efectuado al realizar transferencias y otras operaciones desde el portal informático que da acceso a las cuentas bancarias personales.

A resultas de todo ello, las grandes empresas optimizan beneficios a costa de reducir sus plantillas de empleados. Entonces, ¿no deberíamos exigirles una mayor aportación a la cobertura de los distintos servicios del Estado del Bienestar? Comenzando por el sistema de pensiones, al que deberían cotizar también las máquinas que sustituyen empleo.  

Naturalmente, esto implica un gran debate social que tenga su reflejo en la acción política. Pero, mientras tanto, a nivel individual, en nuestra relación con las empresas, una vez descubierto el truco parece obligado proponer: ¿hacemos un trato? 

Por ejemplo: si no pagas, no separo.

Variante: si pago no separo.