lunes, 1 de junio de 2009

Una auténtica renta básica de ciudadanía no sólo es posible: en tiempos de crisis, es imprescindible

Uno de cada cinco españoles vive con ingresos situados por debajo del umbral de pobreza relativa. Ocho millones y medio de pobres en una nación tan próspera como la nuestra es una realidad política y moralmente inadmisible. En gran medida, estos ciudadanos son pobres por decreto, ya que es por Real Decreto Ley la vía por la que se establecen pensiones de miseria. Una renta mínima de ciudadanía, garantizada por el Estado, acabaría con esta situación, y su coste sería sensiblemente inferior al que ha significado salir al rescate de los banqueros causantes de la crisis.


La pobreza estructural en la que vive un 20% de la población española no es producto de la crisis actual desencadenada por la delincuencia financiera internacional. Sino que viene de lejos. El informe sobre Condiciones de vida de la población pobre en España, publicado en 1998 por la Fundación Foessa, vinculada a Cáritas Española, puso de relieve esa sangrante realidad sobre la que los políticos y los agentes sociales pasan de puntillas procurando mirar hacia otro lado. En octubre de 2008, apareció el VI Informe sobre exclusión y desarrollo social en España de la citada fundación. La principal conclusión del documento es que el incremento de la actividad económica, reflejado en el espectacular crecimiento del Producto Interior Bruto durante los últimos diez años, no ha tenido apenas efecto sobre la redistribución de la riqueza ni en la mitigación de la pobreza.

Las cifras son coincidentes con las que anualmente publica la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) elaborada por el INE. Lo que demuestra que en nuestro país la pobreza convive también con esas épocas doradas de plétora económica y derroche consumista. Al fin y al cabo, alguien tenía que pagar esos Porsches Cayennes a bordo de los cuales se pasean los especuladores. Como apuntó Adam Smith, el profeta del liberalismo: “Cuando hay grandes propiedades hay grandes desigualdades. Por cada hombre muy rico debe haber al menos quinientos pobres” (Una Investigación sobre la Riqueza de las Naciones).

Thomas Paine, un temprano defensor de los derechos humanos, también rechazó con contundencia que la pobreza sea una cualidad inherente a la condición natural del ser humano. Escritor y activista revolucionario que jugó un destacado papel en el proceso de independencia de los Estados Unidos de América del Norte, en 1776, Paine afirmó que: “Si ese estado que se llama orgullosamente, quizá de modo erróneo, civilización ha promovido más la felicidad general del hombre o la ha dañado más es una cuestión que puede ser fuertemente contestada. […]. Lo más opulento y lo más miserable de la especie humana se encontrarán en los países que se llaman civilizados”.

Pobres por decreto

Como demuestra el panorama de la civilizada España actual, la pobreza no depende tanto del tamaño de la riqueza de una nación como del carácter de las opciones políticas que adopten sus gobiernos. Con el mismo presupuesto se puede elegir entre comprar cañones o mantequilla. Gran parte de los ocho millones y medio de pobres españoles lo son por decreto. Y esta afirmación no es mera retórica: se trata de personas que dependen de ingresos cuya cuantía ha sido deliberadamente establecida por debajo del umbral de pobreza por los políticos rectores del sistema de protección social. La acción de gobierno se sustancia a través de decretos. De manera que es por decreto como se establece la pobreza de millones de jubilados que reciben pensiones mínimas, de los perceptores de pensiones asistenciales y de quienes reciben prestaciones del subsidio por desempleo. Todos ellos son pobres en virtud de Reales Decretos-Leyes sancionados por el Jefe del Estado.

Algo parecido sucede con esas rentas de indigencia que los servicios sociales de las administraciones autonómicas facilitan a las personas que acreditan hallarse en situación de evidente pobreza. Prestaciones de cuantía asimismo por debajo del umbral de pobreza. Para tener derecho a ellas, los interesados, al igual que los antiguos pobres de solemnidad, deben acreditar su pobreza sometiéndose a las severas y a menudo humillantes inspecciones que efectúan dichos servicios. Si superan lo que en el argot administrativo asistencial se conoce como prueba de recursos (means test) obtendrán entonces alguna de esas ayudas. Concedidas, eso sí, bajo ese principio de la hipocresía política que persigue la “inserción social” de los afectados.

Hacia un Ingreso de Ciudadanía

Un genuino ciudadano no necesita ser insertado en ningún lugar, pues, por propio derecho, forma parte del cuerpo social en el que reside la soberanía. Por ello, en el pensamiento político avanzado cobra cada vez mayor fuerza la propuesta de establecer un ingreso de ciudadanía. O lo que es lo mismo: una renta pagada por el Gobierno, con carácter universal, que ofrezca a todas las personas la garantía de que no les ha de faltar un suelo material mínimo sobre el que construir una vida en libertad.

La primera formulación de este derecho se la debemos al mentado Thomas Paine, quien propuso crear un fondo nacional, del cual se pagaría a cada persona, al alcanzar la edad de veintiún años, “la suma de quince libras esterlinas, como compensación parcial por la pérdida de su herencia natural causada por la introducción del sistema de propiedad territorial. Y además, la suma de diez libras al año, de por vida, a cada persona actualmente viva de cincuenta años de edad, y a todos los demás cuando alcancen esa edad.” Nótese que el ingreso propuesto por el republicano Paine tiene un carácter de derecho civil, nada que ver con un socorro de pobres: “Al defender el caso de las personas así desposeídas —dice Paine— estoy haciendo un alegato por un derecho, y no por una caridad”.

Esta idea ha sido defendida posteriormente por eximias personalidades del mundo de la ciencia, como Norbert Wiener o J. Robert Oppenheimer. A partir de 1985, la idea fue relanzada con fuerza desde la Universidad de Lovaina por el colectivo Charles Fourier, liderado por Philippe Van Parijs y Robert Van der Veen. Este grupo fue el precursor del actual movimiento internacional Basic Income Earth Network (BIEN) que aboga por el establecimiento del ingreso garantizado definido como: Un ingreso pagado por el Estado a cada miembro pleno de la sociedad de forma absolutamente incondicional. Lo que que implica que lo recibirá cada persona: a) incluso si no quiere trabajar; b) sin tener en cuenta si es rico o pobre; c) sin importar con quien vive; d) con independencia de la parte del país en la que viva.

Una renta que no tenga la contrapartida del trabajo suscita abundantes críticas nucleadas en torno al tópico fácil de la holgazanería. Sin embargo, el Nobel de Economía Herbert A. Simon sostiene que, probablemente, no menos de un 90% de los ingresos generados en las sociedades ricas depende no de la productividad individual, sino del capital social. De manera que no carecería de fundamento moral abogar por un impuesto sobre la renta con tipos elevados, que devolviera la riqueza a sus auténticos propietarios: el cuerpo social en su conjunto.

Las amplias discusiones celebradas a nivel académico demostraron que las objeciones a la propuesta de una Renta Básica Universal carecían de solidez en el plano ético. Entonces, los detractores de la misma echaron mano del argumento económico: “Es de todo punto inviable, dado que su aplicación supondría un 12% del PIB”, según algunos calcularon con no demasiado rigor. Pero esa cifra se convirtió en un estereotipo que sería repetido hasta la saciedad por políticos desinformados, editorialistas temerarios, economistas frívolos y otros especialistas en confundir a la opinión pública.

Todos ellos debieran aprender ahora a echar las cuentas con mayor rigor. Pues los planes aprobados por el Gobierno de España para inyectar liquidez y subsidiar con avales al sistema bancario suponen un desembolso por parte del Erario público de 150.000 millones de euros, es decir, un 15% del PIB. Lo que ha venido a derrumbar el argumento de la inviabilidad presupuestaria de la Renta Básica.Si socorrer a los banqueros, principales responsables de la crisis económica, no plantea un gran problema a las arcas del Estado, entonces, también una Renta Básica es posible, al menos desde el punto de vista macroeconómico.

Dicen que las épocas de crisis son también épocas de oportunidades. Estamos ante una excelente oportunidad para aliviar las consecuencias de la crisis a quienes más lo necesitan: aquellos que siempre viven en crisis.

4 comentarios:

  1. Magníficamente expuesto y argumentado, apreciado Cive!
    Hace poco, saqué este tema a colación, en el contexto de una reunión de parados de más de 45 años con una asistente social (para un "programa de inserción" pendiente de aprobación...).
    Bueno, el 100% del resto de la gente, tiene asumidísimo que "el gran problema es la picaresca y la holgazanería generalizada"...!! hay que jorobarse, así opinan l@s propi@s parad@s!
    Yo argumenté que, con las espaldas cubiertas en base a una renta básica de ciudadanía, justamente, podríamos ir en busca de trabajo con mucha más dignidad, sin ceder a chantajes de explotación y pudiendo ser, por qué no, más selectivos, eligiendo aquéllo de mayor utilidad social (concepto en vías de extinción) y que más nos ayude a autorrealizarnos... en fin, trabajar quizá por un plus de renta, pero fundamentalmente, como siempre hubiera debido ser, por hacer algo útil (no lo que el capitalismo considera como tal).

    Un muy cordial saludo y felicidades por tu blog!

    Manuel C.

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  2. En españa hay una actitud de muchos ciudadanos que habria que analizar como perjudcial para el resto. "LA PICARESCA". Muchos son los que utilizan recursos que no les corresponden y perjudican a los que realmente los necesita. a la par de crear esta renta de ciudadania habria que establacer un control real de los requisitos para percibirlos. Por lo demás muy buen articulo.

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  3. La propuesta sería ideal en el caso de una ciudadanía responsable, de espíritu elevado y “por encima de todas las patrias” ;). Pero en este mundo repleto de personas “mediocres” (sin cargar de ningún matiz peyorativo al término) dudo mucho que funcionara y que no se utilizara con picaresca, como ya se ha dicho aqui. Especialmente en España, amigo....

    Por otra parte, con una renta básica que me permitiera vivir con dignidad, muchos son los que nos dedicaríamos a “pasear por los bosques que amamos, leer libros, subir cumbres, y a tener largas conversaciones con los amigos”. Vamos, que la gran mayoría de la gente dejaría de trabajar al día siguiente, pues ¿cuánta gente va hoy en día feliz a su trabajo? Hay pocos, pues en este mundo neoliberal, el trabajo se ha convertido en un asco.

    Entonces, ¿De dónde acabarían saliendo el dinero que recibiría gente como yo? ¿Del impuesto de la renta del resto de ciudadanos menos “pasivos” y más “activos” económicamente hablando?

    Me temo, querido filósofo, que el planteamiento de la renta básica más tarde o más temprano estallaría (envidias y esas cosas del común de los mortales) salvo, como digo, que el mundo se convirtiera en otra cosa

    Por otra parte, es cierto que a los bancos se les ha prestado una cantidad indignante de dinero. Pero al menos en teoría, lo tienen que devolver (aunque sea a intereses mínimos) mientras que si esos 150.000 millones de euros se dieran sin ninguna condición en contra... No sé, no sé.

    Quizá si me recomiendas un texto o si incides más en la teoría pueda verlo de otra forma y yo, a su vez, difundirlo por ahí

    Gracias por tu artículo que cuanto menos hace que pensar. Y ánimo de nuevo con tu operación...

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  4. Please visit these new websites:
    Por favor, visite estos nuevos sitios web:
    www.m-globals.org (espanol)
    www.i-globals.org (ingles)
    Gracias. Pierre Marlais, USA

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