lunes, 2 de noviembre de 2009

¿Y se dan cuenta ahora de que hay 8.000.000 de pobres en España?

Uno de cada cinco españoles —casi un 20% de la población— no puede satisfacer las exigencias cotidianas de una manera digna. Esa situación no puede atribuirse a la actual crisis económica, ya que la cifra se mantiene constante desde hace décadas. El auge económico que se tradujo en un gran crecimiento del Producto Interior Bruto durante los últimos diez años, no ha tenido apenas efecto sobre la redistribución de la riqueza ni la mitigación de la pobreza.


La última Encuesta de Condiciones de Vida que publica el Instituto Nacional de Estadística, muestra que el porcentaje de familias "con algún grado de dificultad" para llegar a fin de mes ha aumentado en 2008 del 56,8% con el que cerró 2007 hasta el 60%. Son más de tres puntos de subida. El sondeo confirma otro dato escalofriante. El 19,6% de la población residente en Españal vive bajo el umbral de la pobreza, que el INE sitúa en 7.753 euros anuales por cada miembro de un mismo hogar. Eso significa que casi uno de cada cinco españoles vive en estas condiciones.

Al conocerse este dato, los editorialistas de turno han encontrado una nueva oportunidad de fustigar al Gobierno. Así, por ejemplo, dice ABC, “Es imposible cerrar los ojos ante las evidencias porque los datos son contundentes [...], un 20 por ciento de los ciudadanos está por debajo del umbral de la pobreza, con especial incidencia en las mujeres y en los hogares cuya persona de referencia es mayor de 65 años [...] Es evidente que este Gobierno no está a la altura de las circunstancias, porque -como demuestran los datos del INE- la pobreza ya está aquí y la sociedad no confía en unos gobernantes incapaces”.

Para este rotativo tradicional bastión ideológico de la derecha Deberían explicar mejor eso de que "la pobreza ya está aquí". Porque da la casualidad de que la pobreza, como "institución social" siempre ha estado presente en la sociedad. Las formas que estructuran esa institución varían de acuerdo a las relaciones del poder dominante en cada época, pero hay una constante que ya apuntó el veneciano Gianmaria Ortes, un temprano escritor económico del siglo XVIII:

El bien económico y el mal económico se equilibran siempre en una nación, la plenitud de bienes para unos se iguala siempre a la carencia de los mismos para otros (la copia dei beni in alcuni sempre eguale alla mancanza di essi in altri). La gran riqueza de unos va siempre acompañada del robo absoluto de lo necesario en muchos otros. La riqueza de una nación corresponde a su población, y su miseria corresponde a su riqueza. La laboriosidad de unos impone la ociosidad en otros. Los pobres y los ociosos son un fruto necesario de los ricos y los activos. (G. Ortes, Della Economía Nazionale, 1774)

En el caso concreto de España, esa cifra cercana al 20% de pobres ha permanecido casi inalterable a lo largo de las tres "décadas prodigiosas" de bonanza económica. Este país, que antes de la crisis reivindicaba su estatus de octava potencia económica del mundo en función del PIB, alberga en su estructura social a ocho millones y medio de pobres.

Cáritas Española, organización ligada a la Iglesia católica y, por ende, poco sospechosa de exageración en materia de desigualdad social, ya venía alertando sobre la existencia de ese gran contingente de pobreza. El informe sobre "Condiciones de vida de la población pobre en España", publicado en 1998 por la Fundación Foessa vinculada a Cáritas, puso de relieve esa sangrante realidad sobre la que los políticos y los agentes sociales pasan de puntillas procurando mirar hacia otro lado. El informe demostraba que, si bien durante las décadas de los setenta, ochenta y primeros noventa del siglo XX, hubo una tendencia a la baja de la tasa de umbral de pobreza, esa tendencia se rompe en la segunda mitad de los noventa y primeros años del siglo XXI. Coincidiendo, por cierto, con una etapa de gran auge económico que el Gobierno, a la sazón del Partido Popular, no mostró gran interés en traducirlo en mejoras sociales.

El 5 de diciembre de 2005, víspera de la fiesta de la Constitución española, el Instituto Nacional de Estadística (INE) confirmó el panorama de pobreza adelantado por Cáritas: el 19,9% de la población residente en España vive con ingresos por debajo del umbral de pobreza relativa. La tasa de riesgo de pobreza es mayor en las mujeres (20,8%) que en los hombres (19,0%). Así de rotundas fueron las conclusiones de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV). Una encuesta anual realizada sobre los hogares de todos los países de la Unión Europea y que, en aplicación de una norma comunitaria, el Gobierno español se vió obligado a publicar por primera vez. Las sucesivas ediciones de la ECV han venido a confirmar ese panorama de desigualdad social.

La encuesta demuestra que uno de cada cinco españoles vive en situación de pobreza, circunstancia que también suele pasar desapercibida para los medios de comunicación. Acostumbrados a identificar la pobreza con situaciones de total desamparo, como la de los mendigos o los "sin techo", la encuesta del INE nos dice que también hay "pobres con techo." En efecto, es preciso entender que el concepto de pobreza no es sinónimo de extrema necesidad y que en nuestra sociedad se dan muchas situaciones personales en las que los afectados —casi un 20% de la población— no pueden satisfacer las exigencias cotidianas de una manera digna.

Los estudios sobre estratificación social utilizan el concepto de "pobreza relativa", que incluye a las personas cuyos ingresos se encuentran en franca desventaja respecto a los estándares medios de vida de la población. Una persona en esta situación, que viva en un país donde el Estado preste con carácter universal servicios públicos de salud, educación, etc, será “menos pobre” que la mayoría de los habitantes de esos países desafortunados donde la pobreza, además de ser severa, no se encuentra atenuada por estas prestaciones. Lo cual no es óbice para que en los países más desarrollados se pueda ser extraordinariamente pobre en relación con la franja de población más rica. En este caso, las situaciones de pobreza relativa se generan, sobre todo, a partir de la desigualdad de oportunidades, el desempleo, la precarización de las condiciones laborales y los recortes en los sistemas de protección social. Especialmente grave es la cicatería estatal en el capítulo de las pensiones mínimas de jubilación, la única fuente de subsistencia que tiene un amplio sector de personas mayores.

Por otro lado, factores como la precariedad, la educación, los jóvenes y menores, los hogares sin recursos, las viviendas y barrios deteriorados o sin futuro, se retroalimentan y potencian unos a otros. Se genera así la pobreza de acumulación, o incapacidad de un hogar para conseguir acceder a los bienes de consumo duraderos necesarios para mantener un nivel de vida mínimamente adecuado.

En octubre de 2008, apareció el "VI Informe sobre exclusión y desarrollo social en España, de la Fundación Foessa", que radiografía la situación de los ocho millones y medio de personas que padecen situación de pobreza en nuestro país. La principal conclusión del informe es que el auge económico que se tradujo en un gran crecimiento del Producto Interior Bruto durante los últimos diez años, no ha tenido apenas efecto sobre la redistribución de la riqueza ni la mitigación de la pobreza.



La Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) es una encuesta anual dirigida a los hogares, que se realiza en todos los países de la Unión Europea. Se trata de una operación estadística armonizada que sustituye al Panel de Hogares de la Unión Europea (PHOGUE), y que está respaldada por el Reglamento (CE) No 1177/2003 del Parlamento Europeo y del Consejo de 16 de junio de 2003 relativo a las estadísticas comunitarias sobre la renta y las condiciones de vida. El objetivo principal de la encuesta es proporcionar información sobre la renta, el nivel y composición de la pobreza y la exclusión social en España y permitir la realización de comparaciones con otros países de la Unión Europea. Concretamente la ECV está diseñada para obtener datos sobre:
1. Ingresos de los hogares privados y en general sobre su situación económica. (La información sobre ingresos está referida al año anterior al de encuesta).
2. Pobreza, privación, protección social e igualdad de trato.
3. Empleo y actividad.
4. Jubilaciones, pensiones y situación socioeconómica de las personas mayores,
5. Vivienda y costes asociados a la misma.
6. Desarrollo regional.
7. Nivel de formación, salud y efectos de ambos sobre la condición socioeconómica.
La ECV se basa en una muestra de unos 15.000 hogares repartidos por toda la geografía nacional, lo que permite disponer de información a nivel de comunidades autónomas para muchas de las variables incluidas.

3 comentarios:

  1. En efecto, tienes razón en que deberían explicar eso de que la pobreza "ya está aquí". Lástima que no hiciesen idénticas afirmaciones cuando prácticamente todo el país era pobre y pocos tenían qué comer. Quizá entonces habrían ayudado a cambiar algunas cosas... Saludos.

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  3. Conclusión tras leer “69 razones para no trabajar demasiado”.
    Soy prejubilada, lo que significa que me tocó la lotería un día de hace dos años y medio. Durante mis 32 años en activo, siempre me acosté con la ensoñación de dejar de trabajar y me levanté con la frase, dicha ante el espejo del baño con el fin de animarme, “¡Qué empiece el espectáculo!” (a modo de Bob Fosse en “All that jazz” -1979).
    Nunca creí que trabajar fuera un ofertón, ni tampoco consustancial al ser humano sino una pesada carga que imposibilita la realización personal de cada individuo. El único propósito del trabajo era conseguir dinero y eso ya lo tengo ahora (poco, pero suficiente), sin necesidad de aguantar a mamelucos.
    Muchos jubilados y prejubilados se encuentran en una situación extraña para mi: la de sentirse inservibles. La máxima acuñada en las cabezas durante nuestra penosa educación ha sido la de “el trabajo dignifica”, pero eso nunca me valió porque siempre creí que la realidad era otra: “El poder adquisitivo independiza y dignifica”. Esa es la razón por la que quiero manifestar que NO HACER NADA es también un derecho, casi una obligación, y me siento orgullosa de ello.
    Si alguna vez, en estos últimos tiempos, tuve un desequilibrio mental y llegué a pensar en que debía ocupar mi larguísimo tiempo libre en realizar alguna actividad tendente a producir algo que me implicase obligación, tu libro me ha devuelto a la cordura.
    Gracias, Ciudadano Pérez.
    Hay que suponer que se debe trabajar algo, pero jamás demasiado y como hay gente “pa tó” propongo que sólo sude quien lo desee.
    Salud.

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