La victoria electoral del PP es histórica, masiva, aplastante... e incluso horripilante. Pero esa teorÃa de que España le ha otorgado a Rajoy un respaldo masivo para que aplique polÃticas de austeridad contra los ciudadanos es una interesada exageración. La mayorÃa absoluta de los populares se debe a) al hundimiento del PSOE, un descalabro anunciado; b) a un sistema electoral manifiestamente injusto. Los 10.830.693 votos recibidos por el PP son muchos, pero el conjunto de votos recibidos por otras opciones superan esa cifra. Y es dudoso que los 10.361.756 que se abstuvieron, votaron nulo o en blanco, hayan dado mandato alguno a Rajoy.
El Partido Popular, con Mariano Rajoy al frente, ha ganado las elecciones con una amplia mayorÃa. Eso es un hecho incontestable y el deber de cortesÃa me impone felicitar a don Mariano por su éxito, al tiempo que el instinto de supervivencia me aconseja tentarme la ropa. Con lo que no puedo comulgar es con esas ruedas de molino mediáticas que se empeñan en propagar —hacer propaganda— esa falsa moneda ideológica que sostiene que los españoles enviaron un mensaje claro de apoyo al nuevo presidente del Gobierno: un respaldo masivo al cambio. Incluso el rotativo de corte moderno y europeÃsta que pretende ser El PaÃs no duda en encabezar la noticia con un titular: "España entrega al PP todo el poder", que choca con el más elemental principio de realidad.
Porque no ha sido 'España', sino el sistema electoral español, que es cosa muy distinta, lo que ha otorgado al PP esa aplastante mayorÃa en el Parlamento. MayorÃa que obtiene a partir de los 10.830.693 votos recibidos en las urnas el pasado 20-N. Un resultado no tan brillante, ya que el PP de Mariano Rajoy sólo ha aumentado en 550.000 los 10.278.010 votos que obtuvo en marzo de 2008.
Porque no ha sido 'España', sino el sistema electoral español, que es cosa muy distinta, lo que ha otorgado al PP esa aplastante mayorÃa en el Parlamento. MayorÃa que obtiene a partir de los 10.830.693 votos recibidos en las urnas el pasado 20-N. Un resultado no tan brillante, ya que el PP de Mariano Rajoy sólo ha aumentado en 550.000 los 10.278.010 votos que obtuvo en marzo de 2008.
La mayorÃa absoluta del PP se debe al desplome del PSOE, que ha perdido más de cuatro millones, casi el 39% de los sufragios que recibió hace cuatro años. De las cifras se desprende que el PP alcanza una mayorÃa absoluta muy holgada, pero incrementa sus votos solo en 0,56 millones, menos que UPyD (0,8 millones) e IU (0,7 millones). Esta paradoja se debe a las especiales caracterÃsticas del sistema electoral español.
Aunque se suele culpar a la ley D'Hondt de la distorsión enre el número de votos y de diputados de cada partido, la culpa no es de VÃctor D'Hondt, que inventó un método para cuadrar los decimales en el recuento que no es peor que cualquier otro. El problema radica en el reparto de escaños por circunscripciones y la asignación a priori de dos diputados por provincia, con independencia del censo de la misma. La fórmula D'Hondt lo que hace es favorecer un poco a los partidos que obtienen más representación para facilitar la gobernabilidad (sistema proporcional corregido).
Si no se aplicase la ley D'Hondt y sà un sistema proporcional puro en cada circunscripción, la variación de los resultados serÃa pequeña y la sobrerrepresentación nacionalista serÃa la misma o muy similar. Sin embargo, las cosas sà cambiarÃan mucho en el caso de que el reparto de escaños se hiciese a nivel nacional. Aplicando la Ley D'Hondt y manteniendo el actual listón del 3 por ciento, como mÃnimo para obtener representación, los resultados con España como única circunscripción serÃan algo parecido a esta distribución:
Asà que, frente al triunfalismo de primera hora, el Partido Popular debe ser consciente de que debe su victoria a ese sistema electoral que el PSOE pudo y no quiso modificar. O, dicho en lenguaje coloquial: menos lobos, Caperucita.
Hablando de estos cánidos, hay que resaltar que esta vez al PSOE no le salió bien la estrategia de gritar "que viene el lobo" durante la campaña electoral. Porque al lobo se le veÃa venir desde hace mucho tiempo, pero el Gobierno de RodrÃguez Zapatero no se molestó en instalar algunas vallas protectoras frente a los sucesivos ataques de las manadas financieras, infinitamente más dañinas que las lobunas. Y Alfredo Pérez Rubalcaba no podÃa negar que perteneció a ese Gobierno.
La voracidad de los mercados, las directrices de los funcionarios de Bruselas y las imposiciones de frau Merkel, lo sabemos, son imposibles de evitar mientras se pretenda actuar dentro de la lógica de este sistema. Para mantener a raya a los lobos de las finanzas habrÃa que tener madera de Islandia. O sea, la determinación civil con la que la población de ese paÃs se ha negado a pagar los desmanes de sus banqueros. Mientras su vocación siga siendo la de gestora del sistema, la socialdemocracia lo tiene hoy difÃcil para sustanciar una polÃtica social que la diferencie de la derecha más dura sin cuestionar los dogmas del modelo económico neoliberal.
Cuando Zapatero, tal vez porque los dioses queriéndole perder lo volvieron loco, decidió emprender las drásticas reformas que le impuso el Directorio europeo "me cueste lo que me cueste", según sus propias palabras, firmó un doble suicidio polÃtico: el suyo y el de su partido. Porque pudo haber tomado idénticas —y como se ha demostrado inútiles— medidas de austeridad para aplacar a los mercados, y reducir el déficit pero salvando de la quema a los más débiles. Por ejemplo, a los pensionistas.
En su primer discurso de investidura, RodrÃguez Zapatero prometió que su acción estarÃa guiada por el ideario legado por su abuelo, el capitán republicano RodrÃguez Lozano, fusilado por el bando franquista en 1936. "Ese ideario es breve: un ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social de los humildes". En este sentido, prometió aumentar en un 26% las pensiones mÃnimas, relegadas a niveles inferiores al umbral de pobreza por el Gobierno de Aznar que tanto presumÃa de éxitos económicos. RodrÃguez Zapatero cumplió su compromiso a lo largo de los cuatro años de su primer mandato. Y seguramente habrÃa seguido en esa lÃnea hasta que el estallido de la crisis financiera internacional y la burbuja del ladrillo nacional torció sus planes.
Sin duda, Zapatero estaba obligado a seguir la directrices de Bruselas y tomar drásticas medidas de recorte del gasto público para contener el déficit. Pero podÃa haber evitado congelar las pensiones, con la dosis de.impopularidad que conlleva. Es cierto que salvó de la congelación las pensiones mÃnimas aplicándoles un incremento del 2%, una subida testimonial, que se esfuma ante el descontento generalizado del gran colectivo de pensionistas.
El ahorro conseguido con esta medida fue Ãnfimo en comparación con el enorme perjuicio causado a la credibilidad de un partido socialdemócrata que estaba enviando a la población un descorazonador mensaje: ante los mercados, hasta los más viejos del lugar deben inclinar la cabeza. Regalándole de paso una inestimable baza al PP, cuyos portavoces aprovecharon la ocasión para proferir demagógicas arengas. Vamos, que los populares parecÃan lÃderes de un partido obrero cuya emblemática bandera azul hubiera sido teñida con el mismo añil de los monos de trabajo.
Hay ciertas lÃneas rojas del Estado del Bienestar, una de ellas la paga de los jubilados, que un Gobierno no debe traspasar de manera impune. Y si la traspasa, merece ser castigado por los electores para que el resto de polÃticos aprendan la lección. Al parecer, Rajoy se está aplicando el cuento, y su única promesa ha sido la de no tocar el capÃtulo de pensiones. Pues nadie mejor que él sabe que, más allá de la fanfarria propagandÃstica, España no le ha dado ningún cheque en blanco. Y que las medidas antisociales que eventualmente adopte serán contestadas en las calles. Sobre todo cuando los ingenuos miembros de esa clase media votante del PP se caigan del guindo descubriendo que los destinatarios del programa oculto de Rajoy... eran ellos!
Hablando de estos cánidos, hay que resaltar que esta vez al PSOE no le salió bien la estrategia de gritar "que viene el lobo" durante la campaña electoral. Porque al lobo se le veÃa venir desde hace mucho tiempo, pero el Gobierno de RodrÃguez Zapatero no se molestó en instalar algunas vallas protectoras frente a los sucesivos ataques de las manadas financieras, infinitamente más dañinas que las lobunas. Y Alfredo Pérez Rubalcaba no podÃa negar que perteneció a ese Gobierno.
La voracidad de los mercados, las directrices de los funcionarios de Bruselas y las imposiciones de frau Merkel, lo sabemos, son imposibles de evitar mientras se pretenda actuar dentro de la lógica de este sistema. Para mantener a raya a los lobos de las finanzas habrÃa que tener madera de Islandia. O sea, la determinación civil con la que la población de ese paÃs se ha negado a pagar los desmanes de sus banqueros. Mientras su vocación siga siendo la de gestora del sistema, la socialdemocracia lo tiene hoy difÃcil para sustanciar una polÃtica social que la diferencie de la derecha más dura sin cuestionar los dogmas del modelo económico neoliberal.
Cuando Zapatero, tal vez porque los dioses queriéndole perder lo volvieron loco, decidió emprender las drásticas reformas que le impuso el Directorio europeo "me cueste lo que me cueste", según sus propias palabras, firmó un doble suicidio polÃtico: el suyo y el de su partido. Porque pudo haber tomado idénticas —y como se ha demostrado inútiles— medidas de austeridad para aplacar a los mercados, y reducir el déficit pero salvando de la quema a los más débiles. Por ejemplo, a los pensionistas.
En su primer discurso de investidura, RodrÃguez Zapatero prometió que su acción estarÃa guiada por el ideario legado por su abuelo, el capitán republicano RodrÃguez Lozano, fusilado por el bando franquista en 1936. "Ese ideario es breve: un ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social de los humildes". En este sentido, prometió aumentar en un 26% las pensiones mÃnimas, relegadas a niveles inferiores al umbral de pobreza por el Gobierno de Aznar que tanto presumÃa de éxitos económicos. RodrÃguez Zapatero cumplió su compromiso a lo largo de los cuatro años de su primer mandato. Y seguramente habrÃa seguido en esa lÃnea hasta que el estallido de la crisis financiera internacional y la burbuja del ladrillo nacional torció sus planes.
Sin duda, Zapatero estaba obligado a seguir la directrices de Bruselas y tomar drásticas medidas de recorte del gasto público para contener el déficit. Pero podÃa haber evitado congelar las pensiones, con la dosis de.impopularidad que conlleva. Es cierto que salvó de la congelación las pensiones mÃnimas aplicándoles un incremento del 2%, una subida testimonial, que se esfuma ante el descontento generalizado del gran colectivo de pensionistas.
El ahorro conseguido con esta medida fue Ãnfimo en comparación con el enorme perjuicio causado a la credibilidad de un partido socialdemócrata que estaba enviando a la población un descorazonador mensaje: ante los mercados, hasta los más viejos del lugar deben inclinar la cabeza. Regalándole de paso una inestimable baza al PP, cuyos portavoces aprovecharon la ocasión para proferir demagógicas arengas. Vamos, que los populares parecÃan lÃderes de un partido obrero cuya emblemática bandera azul hubiera sido teñida con el mismo añil de los monos de trabajo.
Hay ciertas lÃneas rojas del Estado del Bienestar, una de ellas la paga de los jubilados, que un Gobierno no debe traspasar de manera impune. Y si la traspasa, merece ser castigado por los electores para que el resto de polÃticos aprendan la lección. Al parecer, Rajoy se está aplicando el cuento, y su única promesa ha sido la de no tocar el capÃtulo de pensiones. Pues nadie mejor que él sabe que, más allá de la fanfarria propagandÃstica, España no le ha dado ningún cheque en blanco. Y que las medidas antisociales que eventualmente adopte serán contestadas en las calles. Sobre todo cuando los ingenuos miembros de esa clase media votante del PP se caigan del guindo descubriendo que los destinatarios del programa oculto de Rajoy... eran ellos!
Es evidente que necesitamos una reforma de la ley electoral ya. No queremos seguir aguantando este fraude. 8 cosas sobre el 20N que NO te contaron en los telediarios:
ResponderEliminar1.- El 20N Rajoy obtuvo 458.642 votos menos que Zapatero en 2008.
2.- El 20N Rajoy recibio el apoyo de 3 de cada 10 españoles con derecho a voto. El 30,1% exactamente.
3.- El 20N Rajoy recibio el apoyo de 12 de cada 100 vascos con derecho a voto.
4.- El 20N Rajoy recibio el apoyo de 13 de cada 100 catalanes con derecho a voto.
5.- El unico diputado por la Ciudad de Melilla fue para el PP. Solo lo votaron 3,4 de cada 10 melillenses con derecho a voto.
6.- El gran triunfo popular en Madrid: 63 de cada 100 madrileños con derecho a voto *no* votaron al Partido Popular.
7.- En el gran feudo popular, Valencia, el 61% de los valencianos con derecho a voto, *no* votaron al Partido Popular.
8.- 80 de cada 100 catalanes han dado la espalda a CiU
Aparte de una clara derrota del partido socialista, queda evidente que la mayoria absoluta del PP se debe a una la ley electoral injusta que se merece una reforma adecuada. No queremos seguir aguantando este fraude
¡DEMOCRACIA REAL YA!
saludos
Guy Fawkes
Leer tu art'iculo, Cive, me ha emocionado. Siempre trasmites esperanza.Mucha con la informac'on (ando en teclado extranjero) que escribes y tu ironia.
ResponderEliminarY el comentario de Guy Fawles me ha dado una aleg'ria tremenda. Por lo de Valencia.Te aseguro que desconoc'ia que Valencia no hab'ia votado mayoritariamente al PP.
Gracias por animarme.
Un saludo
Virginia
Me ha parecido tan buena la frase de Thoreau con la que te presentas que no he podido evitar leer tu post. Muy interesante, yo estoy contigo. El hecho de ganar unas elecciones significa que los ciudadanos han depositado su confianza en ti, pero ahora tienes que demostrar que mereces esa confianza y eso, aunque no lo crean, es lo màs difìcil.
ResponderEliminarQuizás, el psoe deberÃa ir pensando que si ha perdido tal cantidad de votos que no se han traspasado al PP, a lo mejor es que no le ha abandonado su voto centrista por el que justifica su acciones, si no que le ha abandonado su voto de izquierda. Harto, muy harto tanto voto útil de última hora y harto de esperar el cambio prometido en el 82.
ResponderEliminarpérez si te interesa un libro escrito con el corazón y desde el coraje de vivir hasta donde es capaz de llegar la condición humana y a dónde nos lleva el miedo, la codicia, el poder...está en www.lulu.com el tÃtulo "creo en los sueños"...saludos
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