Esta referencia al paro en el discurso de Felipe de Borbón tal vez no sea más que una nota de oportunidad introducida por alguno de los asesores que le escribieron el texto. Sin embargo, de todos aquellos personajes que llevan una vida de lujo a costa del contribuyente, el heredero de la Corona es, quizá, el más indicado para hablar del desempleo. Pues aunque viva, nunca mejor dicho, ‘a cuerpo de rey’, el desempleo le afecta de manera directa.
Técnicamente, se le podría considerar como un desempleado ateniéndose a los criterios de la Encuesta de Población Activa (EPA), que clasifica como parada a toda aquella persona sin trabajo, que ha tomado medidas concretas para buscar un empleo y está disponible para incorporarse en un plazo de dos semanas.
En efecto, el primogénito del monarca español “ha tomado medidas concretas para buscar un empleo”. En concreto, el empleo de Jefe del Estado español, un curioso cargo que, en contra de la lógica más elemental, siendo público está privatizado, dado que no sale a concurso ni es electivo. A mayor originalidad, es ocupado en régimen de monopolio por los miembros de una sola familia de origen extranjero aunque sólidamente asentada en el país, desde que otro Felipe de Borbón, Duque de Anjou, vino a reinar a España en 1.700 como Felipe V.
Por obra y gracia del proceso llamado Transición, en España seguimos conservando esta anomalía política a la que el gran humanista Erasmo de Rotterdam ya dedicaba un jugoso comentario. En su fecundo libro de los Adagios, al explicar el proverbio Para rey o para necio se nace, observa Erasmo que: “El timón de una nave se le confía únicamente a quien tiene experiencia en la materia, aunque sólo corran peligro cuatro pasajeros y unas pocas mercancías; pero el Estado, donde tantos miles de hombres están en juego, se lo confiamos a un cualquiera. Para hacerse cochero, se aprende el oficio, se practica, se entrena uno; pero para ser príncipe, creemos que basta con haber nacido.”
Para corregir esto, a Felipe han procurado educarle un poco más que a su augusto y rudimentario padre. Según dicen, gracias a la tutoría del recientemente fallecido Sabino Fernández Campo, consejero privado del monarca y exjefe de la Casa Real. Asturiano él mismo, Sabino fue uno de los principales impulsores de los premios Príncipe de Asturias, que otorgan lustre y esplendor al título.
Volviendo a los criterios de la EPA para considerar parada a la persona “que ha tomado medidas concretas para buscar un empleo y está disponible para incorporarse en un plazo de dos semanas”, es indudable que el primogénito de la Corona está disponible para incorporarse al tajo tan pronto como se lo pidan. Podríamos encuadrarlo en la categoría de desempleado de larga duración. Una vez más, con una notable diferencia respecto al resto de parados afectos a esa situación. En el mercado laboral ordinario, cuanto más tiempo permanezca una persona en situación de desempleo disminuye su ‘empleabilidad’, es decir, ser reducen sus posibilidades de acceder a un empleo.
Por el contrario, para el sucesor de la Corona, las posibilidades de lograr el empleo aumentan en la medida en que transcurre el tiempo. Ya que éste pasa también para el señor Borbón padre, agotando sus reservas biológicas y abocándolo al desenlace final. Que ya don Jorge Manrique (Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / qu'es el morir) lo dejó advertido en sus fúnebres Coplas a la muerte de su padre:
Esos reyes poderosos
que vemos por escripturas
ya passadas
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
assí, que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
e perlados,
assí los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.
[...]
Pues la sangre de los godos,
y el linaje e la nobleza
tan crescida,
¡por cuántas vías e modos
se pierde su grand alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
por cuán baxos e abatidos
que los tienen;
otros que, por non tener,
con oficios non debidos
se mantienen.