Nadie trabajaría si se estableciera un ingreso garantizado con carácter universal y no condicional. Esa es una de las objeciones tópicas y típicas a la propuesta de la Renta Básica de Ciudadanía. Objeción más demagógica que realista. Sin embargo, pocos cuestionan una realidad tangible: hay en el mundo millones de nadies trabajando sin cobrar. Los informes sobre Desarrollo Humano calculan que el 50% del tiempo total dedicado al trabajo en el mundo corresponde a actividades no monetarizadas.
Monetarizar significa traducir un proceso productivo a unidades de cuenta que permitan el proceso de intercambio. Una producción de tipo primitivo, destinada exclusivamente al autoconsumo, es un claro ejemplo de economía no monetarizada. Con el proceso de intercambio aparece la economía monetarizada, donde el valor de los bienes intercambiados puede ser implícito (no monetizado) o explícito (monetizado). Siguiendo a Orio Giarini y Patrick M. Liedtke, autores del informe al Club de Roma El dilema del empleo, podemos distinguir dos categorías dentro del trabajo autoproductivo.
En primer lugar, las actividades no monetarizadas basadas en valores de intercambio implícitos. Que son todas aquellas que podrían remunerarse, es decir, monetizarse, pero que, por una u otra razón, no se remuneran, como el cuidado de niños, ancianos y enfermos y, en general, el conjunto de tareas domésticas. Es decir un conjunto de trabajos desarrollados fundamentalmente por la mujer, en jornadas interminables, sin que se reconozca su condición de trabajadora.
En segundo lugar, las actividades no monetarizadas sin valor de referencia de intercambio implícito o explícito. Entrarían dentro de esta categoría el autoaprendizaje, la autorreparación o la autocuración, es decir, el conjunto de actividades que no pueden delegarse en terceros, pero que añaden valor real a la calidad de vida.
Por desgracia, los instrumentos de la econometría al uso están diseñados para medir el valor del trabajo únicamente cuando interviene una compraventa del mismo en el mercado. Cuando una persona trabaja para sí misma, bien sea atendiendo al cuidado de su hogar, cocinando sus alimentos e incluso produciéndolos en su huerto, reparando su automóvil o pintando su casa, desarrolla un enorme volumen de trabajo socialmente útil que no se encuentra reflejado en los datos de la Contabilidad Nacional.
La economía que hasta ahora se ha considerado políticamente correcta ignora el valor de actividades socialmente útiles que realizan los individuos al margen de los circuitos de mercado. Por ejemplo, el coste de cuidar un niño en una guardería se incorpora al PIB por el importe del sueldo del empleado profesional más el beneficio obtenido por el propietario de la guardería, los alquileres, etc. Sin embargo, si quien se encarga de cuidar al pequeño es su madre, un abuelo o una tía soltera desempleada, pese a que el tiempo de trabajo dedicado a ocuparse del menor sería en principo exactamente el mismo que en la guardería, ni la patronal ni los sindicatos ni los ministerios de Trabajo y Economía se darán por enterados de que ese tipo de trabajo ha sido efectuado.
A propósito de esto, el sociólogo estadounidense Alvin Toffler sugirió de forma irónica una forma de incrementar el PIB: que cada ama de casa realice los trabajos domésticos de su vecina y se paguen mutuamente por ello. “Si cada Susie Smith pagase a cada Bárbara Brown cien dólares a la semana por atender a su hogar y a sus hijos, recibiendo al mismo tiempo una cantidad equivalente por prestar los mismos servicios a cambio, el impacto sobre el PIB sería asombroso. Si cincuenta millones de amas de casa americanas se dedicaran a esta absurda transacción, el PIB de los Estados Unidos aumentaría inmediatamente en un 10%”.
Desde una perspectiva más cercana, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) afirma en un estudio que las tareas domésticas (limpieza, comida, atenciones a los niños, mayores y enfermos) si fueran contabilizadas representarían el 55% del PIB regional de la región madrileña.
Son las mujeres las que, en una proporción de tres a uno, cargan con este trabajo no remunerado sobre sus espaldas. Si cada madre que prepara la comida a sus hijos o atiende a un familiar con Alzheimer recibiera un sueldo por ello, la renta regional aumentaría en 55.500 millones de euros. De éstos, 40.700 irían a parar a manos femeninas, y 14.800, a hombres. Estas son algunas de las conclusiones del estudio La cuenta satélite del trabajo no remunerado en la Comunidad de Madrid.
Aunque el tipo de encuesta realizada sigue la metodología recomendada por Eurostat, el informe también incluye los datos que se obtendrían si se contabilizaran las actividades secundarias. Es decir, las que se realizan simultáneamente a otra que requiere mayor atención; por ejemplo: la persona que está cocinando y, al mismo tiempo, cuida a un niño. Según María Ángeles Durán, catedrática de Sociología que ha dirigido la investigación, la inclusión de las actividades secundarias refleja mejor la realidad del mercado laboral: “A nadie se le ocurre que un taxista que espera en la parada a que llegue un cliente no esté trabajando”. En total, se está hablando de 6.000 millones de horas anuales de trabajo no remunerado. O de 15.000, si se incluyen las actividades secundarias. Considerando este matiz, las actividades domésticas no remuneradas tendrían un valor añadido equivalente al 130,78% del PIB regional.
Un estudio similar fue publicado el 1 de mayo de 2005, con motivo del Día de la Madre en la página web Salary.com En él se llega a la conclusión de que las amas de casa ganarían unos 131.471dólares anualmente, incluyendo las horas extra, si recibieran un sueldo. En un muestreo se le pidió a 5,4 millones de madres amas de casa que identificaran las categorías laborales convencionales podrían encajar con una descripción general de sus rutinas diarias. El sondeo demostró que las categorías que pueden reflejar las tareas que consumen la mayor parte del tiempo de una madre ama de casa incluye, entre otras, las de profesora de guardería, conductora, ama de llaves, cocinera, consejera delegada, enfermera y trabajadora de mantenimiento general.
Ese hipotético salario medio está basado en una semana de 100 horas de trabajo con el cuidado de al menos dos niños en edad escolar. Salary.com que sigue la remuneración de los trabajos, sugirió que el salario base anual para una madre con una jornada semanal de 40 horas en casa sería de 43.461 dólares. Las madres ganarían otros 88.009 dólares adicionales al año por cada 60 horas extras a la semana. No obstante, las madres puntualizaron que no se puede dar una cifra por el tiempo que pasan con sus hijos. Una de ellas, Debra Miley, quien está en casa con su hija de dos años, Olivia, y su hijo Gregory de cuatro meses afirmó: “Les doy el 150 por ciento de mí misma muchas horas al día”.
Toda esta ingente cantidad de trabajo efectivo que realizan las personas fuera de los circuitos del mercado pasa absolutamente inadvertida ante los ojos de las más doctas autoridades académicas, políticas y gubernamentales. Por no hablar de sindicatos y patronales, que pontifican sobre el trabajo pese a tener sobre el mismo una óptica limitada al campo del empleo, subcategoría del trabajo humano que se realiza a través del artificio del empleo por cuenta ajena.
En la homérica Odisea aparece un personaje que también tenía una visión reducida de las cosas: el cíclope Polifemo, que tenía un solo ojo en la frente. Polifemo capturó a Ulises y a sus compañeros con el propósito de comérselos. Antes del festín, el cíclope quiso saber el nombre del jefe de los capturados y el astuto Ulises ideó una estratagema, explicando al cíclope: “Mi nombre es Nadie; y Nadie me llaman mi madre, mi padre y mis compañeros todos”.
Con ánimo cruel, el gigantón le respondió: “A Nadie me lo comeré al último, después de sus compañeros, y a todos los demás antes que a él: tal será el don hospitalario que te ofrezca”. Durante el resto de la velada, Ulises sirvió vino en abundancia al gigantón y cuando éste cayó en sopor etílico, aprovechó para endurecer al fuego una estaca de olivo cuya punta aguzada que, entre todos, hincaron en el único ojo de Polifemo. “Dió el Cíclope un fuerte y horrendo gemido, retumbó la roca, y nosotros, amedrentados, huimos prestamente; mas él se arrancó la estaca, toda manchada de sangre, arrojóla furioso lejos de sí y se puso a llamar con altos gritos a los Cíclopes que habitaban a su alrededor, dentro de cuevas, en los ventosos promontorios”.
Alarmados por sus voces acudieron otros cíclopes que, parándose junto a la cueva, le preguntaron qué era lo que tanto le angustiaba: “¿Por qué tan enojado, oh Polifemo, gritas de semejante modo en la divina noche, despertándonos a todos? ¿Acaso algún hombre se lleva tus ovejas mal de tu grado? ¿O, por ventura, te matan con engaño o con fuerza?” A lo que respondióles desde la cueva el robusto Polifemo:
—¡Oh, amigos! Nadie me mata con engaño, no con fuerza.
El resto de gigantones, le contestaron con estas aladas palabras:
—Pues si nadie te hace fuerza, ya que estás solo, no es posible evitar la enfermedad que envía el gran Zeus, pero, ruega a tu padre, el soberano Poseidón.
Y se despreocuparon del asunto, circunstancia que el astuto Ulises y sus compañeros aprovecharon para huir agazapados debajo de las reses que Polifemo dejó salir de la cueva no sin antes acariciar sus lomos una a una.
Gracias a la estratagema de Ulises, estos nadies salieron bien librados de la peligrosa aventura. No así los millones de nadies que trabajan sin cobrar para que el mundo esté ordenado, limpio y alimentado. Pero la visión que tiene la economía oficial es tan corta como la de Polifemo. Como señaló Arthur Pigou—considerado el fundador de la Economía del Bienestar—, para las estadísticas de la Renta Nacional sería catastrófico el hecho de que un hombre soltero se casara con su ama de llaves. En efecto, bajo los roles clásicos, la feliz casada seguiría realizando exactamente el mismo trabajo que antes, sólo que sin percibir una retribución monetaria.
NOTA: Dejo expuesta esta cuestión por si lectoras y lectores de la página tienen a bien ilustrarla con sus comentarios. El autor de este blog se encuentra en estos momentos, y salvando las distancias, en situación parecida a la de un Cíclope, es decir, con la visión reducida a un solo ojo, debido a un desprendimiento severo de retina en el otro. A las puertas del quirófano y de una tediosa convalecencia, no podré actualizar esta página en bastante tiempo. Mientras tanto, que nos quiten lo 'avistao' desde las montañas más recientemente ascendidas. Salud y hasta pronto.
Arriba: Casco, Brecha de Rolando y Taillón desde la cumbre del Pic d'Ardiden (2.987m). Abajo: un planeador cruza por debajo de nosotros, sobre la cresta durante la ascensión al Tendeñera (2.850m)
En primer lugar, las actividades no monetarizadas basadas en valores de intercambio implícitos. Que son todas aquellas que podrían remunerarse, es decir, monetizarse, pero que, por una u otra razón, no se remuneran, como el cuidado de niños, ancianos y enfermos y, en general, el conjunto de tareas domésticas. Es decir un conjunto de trabajos desarrollados fundamentalmente por la mujer, en jornadas interminables, sin que se reconozca su condición de trabajadora.
En segundo lugar, las actividades no monetarizadas sin valor de referencia de intercambio implícito o explícito. Entrarían dentro de esta categoría el autoaprendizaje, la autorreparación o la autocuración, es decir, el conjunto de actividades que no pueden delegarse en terceros, pero que añaden valor real a la calidad de vida.
Por desgracia, los instrumentos de la econometría al uso están diseñados para medir el valor del trabajo únicamente cuando interviene una compraventa del mismo en el mercado. Cuando una persona trabaja para sí misma, bien sea atendiendo al cuidado de su hogar, cocinando sus alimentos e incluso produciéndolos en su huerto, reparando su automóvil o pintando su casa, desarrolla un enorme volumen de trabajo socialmente útil que no se encuentra reflejado en los datos de la Contabilidad Nacional.
La economía que hasta ahora se ha considerado políticamente correcta ignora el valor de actividades socialmente útiles que realizan los individuos al margen de los circuitos de mercado. Por ejemplo, el coste de cuidar un niño en una guardería se incorpora al PIB por el importe del sueldo del empleado profesional más el beneficio obtenido por el propietario de la guardería, los alquileres, etc. Sin embargo, si quien se encarga de cuidar al pequeño es su madre, un abuelo o una tía soltera desempleada, pese a que el tiempo de trabajo dedicado a ocuparse del menor sería en principo exactamente el mismo que en la guardería, ni la patronal ni los sindicatos ni los ministerios de Trabajo y Economía se darán por enterados de que ese tipo de trabajo ha sido efectuado.
A propósito de esto, el sociólogo estadounidense Alvin Toffler sugirió de forma irónica una forma de incrementar el PIB: que cada ama de casa realice los trabajos domésticos de su vecina y se paguen mutuamente por ello. “Si cada Susie Smith pagase a cada Bárbara Brown cien dólares a la semana por atender a su hogar y a sus hijos, recibiendo al mismo tiempo una cantidad equivalente por prestar los mismos servicios a cambio, el impacto sobre el PIB sería asombroso. Si cincuenta millones de amas de casa americanas se dedicaran a esta absurda transacción, el PIB de los Estados Unidos aumentaría inmediatamente en un 10%”.
Desde una perspectiva más cercana, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) afirma en un estudio que las tareas domésticas (limpieza, comida, atenciones a los niños, mayores y enfermos) si fueran contabilizadas representarían el 55% del PIB regional de la región madrileña.
Son las mujeres las que, en una proporción de tres a uno, cargan con este trabajo no remunerado sobre sus espaldas. Si cada madre que prepara la comida a sus hijos o atiende a un familiar con Alzheimer recibiera un sueldo por ello, la renta regional aumentaría en 55.500 millones de euros. De éstos, 40.700 irían a parar a manos femeninas, y 14.800, a hombres. Estas son algunas de las conclusiones del estudio La cuenta satélite del trabajo no remunerado en la Comunidad de Madrid.
Aunque el tipo de encuesta realizada sigue la metodología recomendada por Eurostat, el informe también incluye los datos que se obtendrían si se contabilizaran las actividades secundarias. Es decir, las que se realizan simultáneamente a otra que requiere mayor atención; por ejemplo: la persona que está cocinando y, al mismo tiempo, cuida a un niño. Según María Ángeles Durán, catedrática de Sociología que ha dirigido la investigación, la inclusión de las actividades secundarias refleja mejor la realidad del mercado laboral: “A nadie se le ocurre que un taxista que espera en la parada a que llegue un cliente no esté trabajando”. En total, se está hablando de 6.000 millones de horas anuales de trabajo no remunerado. O de 15.000, si se incluyen las actividades secundarias. Considerando este matiz, las actividades domésticas no remuneradas tendrían un valor añadido equivalente al 130,78% del PIB regional.
Un estudio similar fue publicado el 1 de mayo de 2005, con motivo del Día de la Madre en la página web Salary.com En él se llega a la conclusión de que las amas de casa ganarían unos 131.471dólares anualmente, incluyendo las horas extra, si recibieran un sueldo. En un muestreo se le pidió a 5,4 millones de madres amas de casa que identificaran las categorías laborales convencionales podrían encajar con una descripción general de sus rutinas diarias. El sondeo demostró que las categorías que pueden reflejar las tareas que consumen la mayor parte del tiempo de una madre ama de casa incluye, entre otras, las de profesora de guardería, conductora, ama de llaves, cocinera, consejera delegada, enfermera y trabajadora de mantenimiento general.
Ese hipotético salario medio está basado en una semana de 100 horas de trabajo con el cuidado de al menos dos niños en edad escolar. Salary.com que sigue la remuneración de los trabajos, sugirió que el salario base anual para una madre con una jornada semanal de 40 horas en casa sería de 43.461 dólares. Las madres ganarían otros 88.009 dólares adicionales al año por cada 60 horas extras a la semana. No obstante, las madres puntualizaron que no se puede dar una cifra por el tiempo que pasan con sus hijos. Una de ellas, Debra Miley, quien está en casa con su hija de dos años, Olivia, y su hijo Gregory de cuatro meses afirmó: “Les doy el 150 por ciento de mí misma muchas horas al día”.
Toda esta ingente cantidad de trabajo efectivo que realizan las personas fuera de los circuitos del mercado pasa absolutamente inadvertida ante los ojos de las más doctas autoridades académicas, políticas y gubernamentales. Por no hablar de sindicatos y patronales, que pontifican sobre el trabajo pese a tener sobre el mismo una óptica limitada al campo del empleo, subcategoría del trabajo humano que se realiza a través del artificio del empleo por cuenta ajena.
En la homérica Odisea aparece un personaje que también tenía una visión reducida de las cosas: el cíclope Polifemo, que tenía un solo ojo en la frente. Polifemo capturó a Ulises y a sus compañeros con el propósito de comérselos. Antes del festín, el cíclope quiso saber el nombre del jefe de los capturados y el astuto Ulises ideó una estratagema, explicando al cíclope: “Mi nombre es Nadie; y Nadie me llaman mi madre, mi padre y mis compañeros todos”.
Con ánimo cruel, el gigantón le respondió: “A Nadie me lo comeré al último, después de sus compañeros, y a todos los demás antes que a él: tal será el don hospitalario que te ofrezca”. Durante el resto de la velada, Ulises sirvió vino en abundancia al gigantón y cuando éste cayó en sopor etílico, aprovechó para endurecer al fuego una estaca de olivo cuya punta aguzada que, entre todos, hincaron en el único ojo de Polifemo. “Dió el Cíclope un fuerte y horrendo gemido, retumbó la roca, y nosotros, amedrentados, huimos prestamente; mas él se arrancó la estaca, toda manchada de sangre, arrojóla furioso lejos de sí y se puso a llamar con altos gritos a los Cíclopes que habitaban a su alrededor, dentro de cuevas, en los ventosos promontorios”.
Alarmados por sus voces acudieron otros cíclopes que, parándose junto a la cueva, le preguntaron qué era lo que tanto le angustiaba: “¿Por qué tan enojado, oh Polifemo, gritas de semejante modo en la divina noche, despertándonos a todos? ¿Acaso algún hombre se lleva tus ovejas mal de tu grado? ¿O, por ventura, te matan con engaño o con fuerza?” A lo que respondióles desde la cueva el robusto Polifemo:
—¡Oh, amigos! Nadie me mata con engaño, no con fuerza.
El resto de gigantones, le contestaron con estas aladas palabras:
—Pues si nadie te hace fuerza, ya que estás solo, no es posible evitar la enfermedad que envía el gran Zeus, pero, ruega a tu padre, el soberano Poseidón.
Y se despreocuparon del asunto, circunstancia que el astuto Ulises y sus compañeros aprovecharon para huir agazapados debajo de las reses que Polifemo dejó salir de la cueva no sin antes acariciar sus lomos una a una.
Gracias a la estratagema de Ulises, estos nadies salieron bien librados de la peligrosa aventura. No así los millones de nadies que trabajan sin cobrar para que el mundo esté ordenado, limpio y alimentado. Pero la visión que tiene la economía oficial es tan corta como la de Polifemo. Como señaló Arthur Pigou—considerado el fundador de la Economía del Bienestar—, para las estadísticas de la Renta Nacional sería catastrófico el hecho de que un hombre soltero se casara con su ama de llaves. En efecto, bajo los roles clásicos, la feliz casada seguiría realizando exactamente el mismo trabajo que antes, sólo que sin percibir una retribución monetaria.
NOTA: Dejo expuesta esta cuestión por si lectoras y lectores de la página tienen a bien ilustrarla con sus comentarios. El autor de este blog se encuentra en estos momentos, y salvando las distancias, en situación parecida a la de un Cíclope, es decir, con la visión reducida a un solo ojo, debido a un desprendimiento severo de retina en el otro. A las puertas del quirófano y de una tediosa convalecencia, no podré actualizar esta página en bastante tiempo. Mientras tanto, que nos quiten lo 'avistao' desde las montañas más recientemente ascendidas. Salud y hasta pronto.
Arriba: Casco, Brecha de Rolando y Taillón desde la cumbre del Pic d'Ardiden (2.987m). Abajo: un planeador cruza por debajo de nosotros, sobre la cresta durante la ascensión al Tendeñera (2.850m)