martes, 18 de octubre de 2011

Indignación fin de semana: no, gracias



¿A quién se le ocurrió la desdichada idea de malgastar en manifestaciones ese tiempo en que Monsieur Capital nos concede tregua laboral? ¿No sería mejor aprovecharlo para descansar o solazarse como mejor parezca a cada cual, y manifestarse en días laborables? Las protestas, de lunes a viernes, por favor. Cuando las fábricas, talleres y oficinas están abiertos. Y la Bolsa y el Parlamento también. Por si acaso, aparte de tomar las calles, llegase el momento de tomar también los centros donde se decide nuestra miseria.


Habida cuenta de que la protesta contra la plaga de depredadores de la economía mundial estaba convocada también a escala global, decidí unirme a ella saliendo a la calle el 15-O. Por coherencia, pues no se puede estar alentando movilizaciones y quedarse luego en casa. Y debo expresar mi grata sorpresa al comprobar la ingente cantidad de personas que respondieron a la convocatoria. Impulsadas, sin duda, por ese 'magma de hartazgos' del que habla Pierre Miró, agudo y pobrecito veedor cibernáutico de esta Villa y Corte.

Tras dejar pasar varios abarrotados trenes de Metro en la estación de Goya, conseguí montar en uno de ellos y desembarcar en Banco de España —en la estación del ferrocarril urbano me refiero, no en su tan bien pagado como inútil servicio de estudios y de control de la banca española—. Durante dos horas, permanecí en ese punto (no nos mires, únete, pero yo hago de mi capa un sayo) observando con asombro el caudaloso río de gente que no dejó de pasar durante las dos horas que permanecí allí. Cuando la corriente humana comenzó a esponjarse y decidí estirar las piernas y caminar un poco por la
c'Alcalá, un redoble de tambores anunció desde Cibeles la llegada de una nueva columna cuyas huestes eran tan nutridas que, por sí solas, habrían sido bastantes para que los organizadores de otras manifestaciones se hubieran sentido satisfechos de la asistencia.

Aclaro que un servidor no responde específicamente al perfil del indignado
made in 15-M, DRY, etc. Como podrán advertir por los títulos de los libros de mi escaparate particular, llevo indignado con el estado de la cuestión social en este país desde una época en la que a los jóvenes del 15-M ni siquiera les habían salido los dientes de leche. Mientras que la mía se iba agriando hasta llegar a ese punto de acritud en que la indignación colma el vaso, se sublima y da lugar al cabreo puro y duro.


Como lo cortés no quita lo valiente, debo decir que el hecho de que yo asistiera al 15-O no significa que me sienta del todo cómodo en las manifestaciones dominicales o sabatinas. ¿A quién se le ocurrió la desdichada idea de malgastar en manifestaciones ese tiempo en que
Monsieur Capital nos concede una tregua laboral? ¿No sería mejor aprovecharlo para descansar o solazarse como cada cual tenga por costumbre y organizar manifestaciones en días laborables?

Dolce far niente frente al Mont Blanc

En clave irónica ma non tanto suelo discursear entre amigos y colegas políticos intentando llamar su atención sobre esta personal reivindicación. A mi favor, el contundente argumento de que entre Dios y el Movimiento Obrero consagraron los fines de semana para el descanso. Me explico.

Como es sabido, la tradición judeocristiana cuenta que Yahvé expulsó del Paraíso Terrenal a la pareja primigenia, condenándolos, a él a obtener el pan con el sudor de su frente, y a ella, a parir a sus hijos con dolor. Hoy, las políticas de igualdad, aunque no han resuelto el problema técnico del parto
unisex, han conseguido que todos y todas tengan que sudar la camiseta para comer, trabajando casi siempre por cuenta ajena. Que en huerto propio, las penalidades del trabajo se ven de otra manera. No obstante, como dice el Génesis que Dios creo el mundo en seis días —lo cual se nota, según los perfeccionistas— y el séptimo descansó, la tradición judeocristiana consagró el séptimo día de la semana al descanso. Por cierto, Bertrand Russell cuenta cómo escuchó a una vieja marquesa quejarse de la universalización del descanso dominical: "¿Para qué quieren los domingos los pobres? deberían trabajar" sentenció la marquesa.

Los judíos entendieron que el día consagrado al descanso debía ser el sábado, que lo lleva implícito en el nombre. Pues sábado viene del hebreo
shabbat, y este del acadio sabbatum (descanso), que es el sexto día de la semana, séptimo de la semana litúrgica. Por su parte, los cristianos trasladaron la holganza al domingo (dominicus dies, día del Señor). En la era contemporánea, tras la revolución industrial, el auge del movimiento obrero consiguió, al menos en los países europeos, unir ambas fiestas con la jornada de 40 horas, de lunes a viernes. Durante un tiempo, a la patronal inteligente le pareció bien el invento, pues el week end se convirtió en otro momento productivo a través del cual los obreros les devolvían parte del jornal gracias al consumo de bienes y ocio.

El trepidante
week end consumista propuesto por la industria del ocio turbocapitalista tiene poco que ver con el ocio (otium) de nuestros clásicos grecolatinos, para los cuales cualquier tejemaneje crematístico implica negocio, es decir, negación (nec otium) del ocio, entendido como sosiego, privación de inquietudes. Y desde luego, la agitación fin de semana entra en contradicción con el modo en que la religión hebrea considera el sagrado descanso sabatino.

La estricta observancia del
shabbat es uno de los grandes preceptos señalados en los libros del Antiguo Testamento. Es un día en el que debe guardarse una rigurosa abstinencia de cualquier actividad relacionada con el trabajo. El precepto alcanza también a las tierras de cultivo, que deberán dejarse en barbecho cada siete años, así como a las deudas, que prescribirán al cabo de ese periodo de tiempo. El descanso sabático es una forma de ocio bien entendido que persigue restablecer la armonía con la naturaleza. Erich Fromm, en Tener o ser, lo explica muy bien:

No es el descanso per se, en el sentido de no hacer un esfuerzo físico o mental, sino el reposo en el sentido de restablecer una armonía completa entre los seres humanos y entre ellos y la naturaleza. Nada debe destruirse, y nada debe construirse: el shabbat es el día de la tregua de la batalla humana con el mundo. Tampoco debe ocurrir ningún cambio social. Se considera que hasta arrancar una hoja de hierba rompe esta armonía, así como encender un fósforo. Por ello está prohibido llevar algo en la calle (aunque sea tan pequeño como un pañuelo), pero está permitido llevar un peso pesado en el propio jardín. No se prohíbe el esfuerzo de llevar una carga, sino el de transportar un objeto de una propiedad a otra, porque esa transferencia constituía originalmente una transferencia de propiedad. En el shabbat se vive como si no se tuviera nada, sin perseguir otra cosa que ser, esto es, expresar nuestros poderes esenciales: rezar, estudiar, comer, beber, cantar, hacer el amor.


Participar durante un fin de semana en una protesta contra quienes nos explotan precarizando el trabajo o los servicios públicos [sanidad, educación, etc. son salario indirecto] es hacerle un doble favor a los explotadores y a los políticos que actúan a su dictado. En primer lugar, porque les ahorramos la molestia de escuchar el ruido de las reivindicaciones. En efecto, en los días de fiesta los gerifaltes sí que están cumpliendo religiosamente con el precepto del descanso semanal, y todas las instituciones del Establecimiento, desde la Bolsa al Parlamento, están cerradas.

¿Indignación o fiesta?

En segundo lugar, porque en esos días en los que disminuye el tráfico automovilístico y cierra el comercio, las calles de las ciudades cobran un aire sosegado, que propicia el paseo y los actos lúdicos: carreras populares, marchas ciclistas, corrillos de filatélicos intercambiando sellos... Precisamente por ello, las manifestaciones celebradas en fin de semana, máxime cuando integran gran aparato de charangas, bandas de tambores y coros que cantan consignas, tienen más de acto festivo que reivindicativo.

Ante lo cual, viendo cómo el buen pueblo se divierte, la clase dirigente respira aliviada y repite como el viejo cacique pueblerino: si icen, que izan; mientras que no azan.

Las protestas, de lunes a viernes, por favor. Cuando las fábricas, talleres y oficinas están abiertos. Y la Bolsa y el Parlamento también. Cuando la patronal pide el copago en sanidad, limitar el derecho a huelga, abaratar los despidos y apoyar la educación privada. A este paso, aparte de tomar las calles, habrá que plantearse si no ha llegado el momento de tomar también los centros donde se decide nuestra miseria.




4 comentarios:

  1. Y además, eso de todos juntos por un cambio global, por unas finanzas más humanas y demás zarandanjas blandengues ¿no le suena a usted a anuncio de Coca-Cola...light?

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  2. Ay dios! que ya no sabe una si avanzamos lento o seguimos en lo mismo ¿?

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  3. NI PSOE NI PP POR ESTO,corruptos 730 y los librados,29 años de gobierno mitad salario de Francia,Alemania,Italia,Inglaterra etc,se regalan coches,trajes,VPOS,viajes y joyas,se perdonan sus deudas,colocan a hijos,primos,amigos,control medios y analistas de TODAS las tertulias debates,se niegan saldar piso por hipoteca, incumplen programa electoral,(manipulan ceoe,ccoo,ugt,iglesia,tv,periodicos,todos a sueldo)¿JUSTICIA?¿existe una justicia justa?NO..NI PSOE NI PP,PERO VOTA.GRACIAS.PASALO PORFAVOR.

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  4. Por favor pedir a amigos,conocidos,familiares que no voten ni al psoe ni al pp pasarlo por favor.Si nadie vota a estos dos partidos los que ganen tendran que cambiar las cosas sin posibilidad de no hacer nada.Estarian obligados a cambiar la justicia y la leyes electorales la clave es que psoe y pp no tengan ni un voto.GENERACION NI NI,NI PSOE NI PP PASARLO PORFAVOR,hablar de ello con familiares y amigos y que nadie les vote y TODOS A VOTAR.Que voten a quien sea menos psoe y pp gracias.

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