miércoles, 11 de diciembre de 2013

A la ciudadanía ya no le queda otra salida que la desobediencia civil

No contento con su proyecto de ley mordaza de la libertad de expresión y manifestación, el Partido Popular, en su abierta ofensiva contra los derechos civiles, acaba de privatizar también la seguridad en las calles. A partir de ahora, cualquiera de esos vigilantes privados, de escasa formación y aspecto de sheriff hortera, podrá exigirle a usted que se identifique, cachearle e incluso detenerle.
                   

Coincidiendo, para más inri, con el aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, el Congreso, con el voto mayoritario de la derecha (PP, CIU, PNV) acaba de aprobar la Ley de Seguridad Privada. Que incluye un insultante apartado que permite a los agentes privados identificar e inmovilizar a personas en la calle y espacios públicos.



Esta disposición atenta contra la más elemental noción de los derechos civiles. Cuando estoy en la calle soy un ciudadano, una persona pública en la que ninguna fuerza privada puede interferir. Sólo los agentes de Leviatán, debidamente identificados e uniformados, y ajustándose estrictamente a una ley que garantice mis derechos civiles, pueden dirigirse a mí. Que en contrapartida tengo el derecho a dirigirme a los responsables de las políticas de Orden Público en caso de que algún miembro de las fuerzas estatales se sobrepase en sus funciones. Algo que, lamentablemente, abunda en los últimos tiempos.

Por su parte, las empresas tienen el privilegio de encargar la seguridad interna de sus recintos comerciales a vigilantes privados. Y a mí me asiste el privilegio de no entrar en tales establecimientos si considero que la actuación de sus guardianes es abusiva o, directamente, no me agrada moverme entre uniformes cuando me dispongo a "disfrutar" como consumidor el dinero que obtuve por la venta de mi tiempo de trabajo al capital. Pero la calle es de todos, es el espacio natural de convivencia, cuya seguridad no puede quedar abandonada en manos de cuerpos mercenarios. Generalmente mal pagados y peor formados que, sin estar sujetos a la disciplina estatal, se convierten en claros elementos perturbadores de la civilidad. Porque la brutalidad policial puede ser refrenada cuando sus mandos sirven al interés común. Pero los miembros de los cuerpos mercenarios acaban siendo unos incontrolados.

Si unos gobernantes, como los del Partido Popular, transfieren a grupos privados poderes, como la guarda del Orden Público, que sólo corresponden al Estado, traicionan el mandato que les otorgaron los ciudadanos. Se sitúan contra ellos y, conforme a los principios de Locke que informan la doctrina liberal del consentimiento, abren el paso a la rebelión legítima, (re-bellum) es decir, al regreso al estado de guerra de todos contra todos que el pacto político pretende evitar.

En la indeseable perspectiva de tener que vivir bajo el terror en unas calles invadidas por el pistolerismo, a los ciudadanos ya sólo nos queda el recurso a la desobediencia civil. Porque lo siguiente, sería armarnos también nosotros.


Llamo desde aquí a constituir grupos de autodefensa legal, con la participación de abogados, defensores de los derechos civiles y resto de ciudadanos con sentido del decoro.

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Participación en el programa Carne Cruda: Manual de Desobediencia Civil. 
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Matt Damon: "El problema es la obediencia civil"






8/1/2014: Dos vigilantes de un hipermercado de Torrevieja han golpeado a un matrimonio de turistas franceses. Uno de sus dos hijos graba la agresión a escondidas. La pareja explica que cuando llegaron a la caja sonó la alarma. Los vigilantes les pasaron varias veces un detector sin encontrar nada, por lo que les llevaron al cuarto de seguridad, donde volcaron violentamente el bolso de la mujer. Allí les retuvieron, escupieron y golpearon. Ni el hipermercado ni la empresa de seguridad donde ocurrió la agresión han querido dar su versión.

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